Maximilian_Stark
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Teníamos dicho que Dalmacio Negro , cuando se fuera («y parece eterno»), apagaría la luz de «una época que al final habrá tenido un fin». Se fue el 23, víspera de Nochebuena y día de su cumpleaños, que a eso llamaría Ruano «desnacer»:—Como volver a nacer, esta vez de verdad, para entrar en esa ancha patria que llamamos muerte, donde se despierta de ese ridículo sueño que llamamos vida.España es atroz, y la desaparición de Dalmacio, que sigue a las de Trevijano y Gustavo Bueno, nos deja políticamente a oscuras: ayunos de pensamiento político y ahítos de lo que lo parece, en expresión de Quevedo. Trevijano descubrió la teoría de la democracia a una nación que no la ha conocido nunca. Bueno descubrió España a un pueblo arrastrado a detestarla siempre. Y Dalmacio descubrió la teoría del Estado a una sociedad que no sabe quitarse los mocos sin una nómina del gobierno (172.000 millones en políticos y funcionarios).—Sin arredrarnos, podríamos extremar a Hobbes (para quien los pensamientos son como escuchas y espías que baten los campos hasta dar con las cosas apetecidas) y decir con soberbia expresividad castellana que el animal locuaz llamado hombre piensa por mor del pienso –avisó don Nicolás R. Rico.¡El españolejo como animalejo hobbesiano! Al pasear por la ciudad, si cierras los ojos, oirás el rosnar de los liberalios en sus comedores ministeriales; comen como sabañones, con arreglo al principio del esnobismo superior de Santayana, para quien «todos los liberales sinceros son esnobs superiores». Lo llaman 'democracia liberal' (no lo es), que va ya para el medio siglo, un 'lustro' de los de Urtasun, ministro de un gobierno que ignora la muerte de un sabio, pero que dedica «pompas estatales» a una cómica que, como dice otra cómica, «ha estado siempre ahí» (no reírse: Steiner define la desconstrucción como una elaboración de la 'boutade' de Gertrude Stein: «There is no there there» –«ahí no hay ahí»–). El mismo gobierno aprueba luego el «anteproyecto de Ley Orgánica (en España no hay poder legislativo) reguladora del derecho de rectificación, que forma parte del Plan de Acción por la Democracia», o sea, la Censura gubernativa.Trevijano enseñó que no hay más democracia que la americana, y Dalmacio, que los Estados Unidos no tienen Estado, sino (sólo) Administración. Por su funesta manía de pensar, ambos (y Bueno) recibieron la hispánica condena al ostracismo: apartar de la vida pública a los mejores. ¡La consigna masónica del silencio! Son los tres nombres que salvan la dignidad intelectual de este medio siglo de España la más cerril. Dalmacio Negro se ha ido tan sigilosamente que ni siquiera hemos oído la tos del cura («la cama, la pared, la tos del cura») que anunciara el poeta, seguramente tapada en la calle por el pimple y la zambomba de la Navidad. Dejan libros únicos (¡no picar, por favor, en los discípulos!), pero a los españoles los libros siempre se les hacen bola.
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