Kaleigh_Pouros
Member
- Registrado
- 27 Sep 2024
- Mensajes
- 71
Tres veces arrancaron el corazón al Niño de las Monjas. Tres veces perdió a sus padres. Como tres tercios que preparan para la hora final. La primera, cuando lo entregaron con doce años al Hogar de los Desamparados de Valencia; la segunda, en el entierro del padre; la tercera, con la muerte de su madre. «¿Cómo puede ser que ya no esté, si ayer estaba entre nosotros?». Aquella pregunta se ha alargado interminables madrugadas como la sombra del ciprés desde un fatídico 27 de septiembre, justo un día después de su debut con picadores en Algemesí, la localidad con la que colabora desde la DANA que borró pueblos y vidas enteras. Y esa es la pregunta que atormenta hoy a las gentes valencianas que han perdido a su madre, a su padre, a su hermano, a su vecino, a un hijo... «Lo más duro». Amén. Jordi Pérez Presencia vino al mundo hace un cuarto de siglo en Carlet, un pueblecito al lado de Algemesí y donde vive su hermana mayor. El Niño de las Monjas habita ahora en Madrid, pero nada más ver la catástrofe de la DANA cogió el petate, «llené el maletero con todo aquello que podía necesitar la gente aquí, desde ropa a guantes y mascarillas» y se plantó en la Ribera Alta. «Para arrimar el hombro, para ayudar en lo que pudiera», dice. La madre Elisa, cosiendo la chaquetilla de Jordi Pérez Mikel PonceA Jordi, que no se prodiga en las redes, le comentamos que su propia historia puede ser ejemplo de superación para muchos que hoy han perdido hasta la esperanza y la fe. De eso le sobra al chaval que se educó en la religión de la humildad y el perdón, de quien no guarda rencor a nadie y de quien agradece a todos los que le arroparon cuando más lo necesitaba. Las primeras, las monjitas de la Congregación, con la madre Elisa, su mayor fan, su látigo y seda en el tendido, como faro y guía de una vida en la que también hubo momentos en que sintió que no tenía nada. Noticia Relacionada estandar No Carta de Cayetano Rivera a sus «queridos hermanos» valencianos: se ofrece para torear festivales benéficos ABC El torero se ofrece «desde ya a torear uno o los festivales que hagan falta para intentar aportar en lo que pueda»«Sé lo que es perder todo, sé que no hay nada que alivie ahora el dolor, pero les diría que la vida tiene sentido, aunque en este momento sea difícil verlo. Que luchen, que no pierdan la esperanza, que estamos con ellos y, por favor, que no los olvidemos dentro de un mes. Porque no es solo sacar muebles destrozados; luego habrá que montar los nuevos... Todo apoyo es poco«. Jordi se emociona, se le eriza la piel, mientras observa el desastre a su alrededor. Y relata lo que más le ha acongojado: «Los rostros de la gente me impactan profundamente. Son miradas de personas que han perdido todo o casi todo lo que tenían. Han perdido familiares, han perdido casas, coches, negocios. Ese rostro de agonía no se borra fácilmente, ese rostro de dolor no lo había visto nunca«. Caras de un sufrimiento atroz, de grito de horror, de pincel de Munch. De una expresión que no necesita palabras. Además de esa mirada triste, le impresiona el olor: «Es un olor indescriptible, un olor tan raro que no es normal, con una mezcla de muchas cosas, de restos de cadáveres de personas, de perros muertos, del aceite de los coches, de los muebles mojados y pudriéndose. Una chica se ha mareado por el olor y la hemos tenido que subir a un piso para que se tumbara». El olor de la devastación. Frente al espantoFrente al espanto, la dignidad, humanidad, fortaleza y solidaridad de hombres admirables. Como Jordi. Como Tomás, que hace apenas unas horas descargó un camión colmado de productos de primera necesidad: «Ha traído palés de pañales, de leche, de cosas de limpieza...», enumera. Y sigue: «Ver tanta respuesta de personas que se vuelcan desinteresadamente es lo más reconfortante dentro de la enorme desgracia, de un desastre histórico. Puff, me emociono. ¿Sabe algo que me pasó esta mañana?» Adelante...«Estábamos repartiendo cosas por la calle y un señor de ochenta años me ha gritado si llevábamos lejía. Le dije que sí y que se la subía. Él quería bajar, pero ¿cómo voy a permitir que un abuelo baje las escaleras en medio del caos? Cuando se la he subido, ese simple gesto, que no tiene ninguna importancia, al hombre le ha parecido algo grande y me ha dado un abrazo que he sentido en el alma. Incluso una conversación con las personas mayores, que hablan de sus recuerdos. Son pequeños gestos, detalles, que emocionan, que nos emocionan», señala. Como las cadenas humanas que se suceden por las calles portando garrafas de agua, con fuerzas escondidas en algún lugar desconocido, «que ni siquiera sabían que tenían». La calle de la MontañaMuchos vecinos de Algemesí miraban a Jordi y le decían eso de «tu cara me suena, tú eres el torero de las monjas». Y el Niño les regalaba una tibia sonrisa, un gesto cómplice y una mano tendida. La mano de la generosidad. Sabe El Niño de las Monjas que se celebrarán festivales y si por él fuera torearía todos por ayudar a los que más lo necesitan. Y en alguno de los carteles su nombre debería figurar. Aunque ahora, pese a vivir por el toro -se entrena duro en la Casa de Campo- mientras coge otros trabajos que le salen para tirar hacia delante -«en la obra, de peón, o con un amigo fontanero»-, sólo piensa en repartir alimentos, en limpiar barro y en estar al quite para su tierra valenciana. Lo hace hoy en calle de la Montaña, curiosamente como la iglesia de San José donde tantos rezos acunó de niño.Con «la maldita DANA» ya le han golpeado cuatro veces el corazón, pero no hay mañana suya sin un latido de esperanza. «Nunca hay que perderla. La vida volverá a tener sentido para quienes hoy piensan que todo está perdido». Palabra de un torero nacido de la nada.
Cargando…
www.abc.es