El temor nuclear que reflejaron 'Juegos de guerra', 'Cuando el viento sopla' y estas películas vuelve a sobrevolar Europa

kiarra26

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Se recrudece la tensión internacional a la que ha conducido la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Una guerra que se ha cobrado decenas de miles de vidas y se ha prolongado durante cerca de tres años, pues entró en su actual fase el 24 de febrero de 2022.

El último ataque de la administración de Vladimir Putin con un nuevo misil balístico de alcance medio en represalia por los primeros ataques ucranianos con misiles ATACMS y Storm Shadow de EE UU y Reino Unido contra objetivos militares ha despertado alta preocupación; la OTAN y Ucrania se reunirán el martes en Bruselas a petición de Kiev.

El ansia imperialista de Rusia ha devuelto a la conversación pública a tiempos reminiscentes a la Guerra Fría, donde el arsenal nuclear de cada facción pasa a ser determinante en una pesadilla geopolítica. Ya hemos vivido cosas parecidas antes y, por supuesto, el cine lo ha registrado en consecuencia.

'La hora final' (Stanley Kramer, 1959)​


A finales de los 50 Stanley Kramer (uno de los grandes directores de estudio de la época, responsable de ¿Vencedores o vencidos?, El mundo está loco, loco, loco y Adivina quién viene esta noche) se puso en lo peor para imaginar un futuro postapocalíptico donde la Guerra Fría y el holocausto nuclear correspondiente habían se habían quedado cerca de extinguir a la humanidad.

Un reparto de campanillas formado por Gregory Peck, Ava Gardner, Fred Astaire y Anthony Perkins (justo antes de triunfar con Psicosis) se abría paso en un escenario deprimente donde seguían buscando supervivientes mientras una nube radioactiva se acercaba a su último asentamiento, en una historia que buscaba criticar ferozmente la situación mundial.

'Hiroshima, mon amour' (Alain Resnais, 1959)​


Ese mismo año la Nouvelle Vague comenzó a despuntar con el primer filme de ficción de Alain Resnais, aliándose con Marguerite Duras para desarrollar un poderoso y vanguardista poema donde se cruzaba el romance con el trauma del terror atómico.

Una actriz francesa (Emmanuelle Riva) pasaba la noche en compañía de un hombre japonés (Eiji Okada) mientras rodaba una película en Hiroshima, dando comienzo un monólogo en off que pasaba revista tanto de las heridas personales de la mujer como de las duras condiciones de vida de la ciudad que, junto a Nagasaki, quedara arrasada por la bomba atómica al final de la Segunda Guerra Mundial.

'Punto límite' (Sidney Lumet, 1964)​


En 1964 vieron la luz dos grandes alegatos contra el devenir de la Guerra Fría, y ambos estaba involucrado el guionista Peter George. Uno fue ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú a cargo de Stanley Kubrick, buscando la comedia negra, y otro Punto límite, jugando con la política-ficción para desarrollar un thriller modélico dirigido con pulso firme por Sidney Lumet (que recientemente triunfara con Doce hombres sin piedad).

Dan O'Herlihy, Henry Fonda y Walter Matthau protagonizaban una tensa trama que nunca abandonaba los despachos a la hora de radiografiar la crisis internacional que seguía a que una escuadra estadounidense de bombarderos recibiera por accidente la orden de atacar Moscú.

'Estado de alarma' (James B. Harris, 1965)​


La Guerra Fría arrojó al mundo a una situación de inestabilidad extrema, donde la impulsividad de unos cuantos hombres con poder podía tener consecuencias desastrosas. Estado de alarma, obra cumbre de las películas claustrofóbicas ambientadas en submarinos, se levantaba precisamente sobre esta idea.

El capitán del destructor estadounidense USS Bedford (Richard Widmark), llevado por su delirio y su rencor, obligaba a su tripulación (y a un periodista al que le pillaba la crisis a bordo, interpretado por Sidney Poitier) a someterse a la persecución suicida de una nave soviética, desencadenando un conflicto internacional.

'El día después' (Nicholas Meyer, 1983)​


Los años 70 no fueron tan prolíficos como la década anterior a la hora de especular con las peores previsiones de la Guerra Fría, pero según esta se acercaba a su fin, en los años 80, volvió a divisarse un gran interés por parte del audiovisual en el conflicto.

El día después fue un telefilm de ABC con Jason Robards muy popular en la época gracias a su visceralidad: nuevamente la escalada nuclear se había consumado, y todo era visto según la perspectiva de un pequeño pueblo de Lawrence, Kansas.

'Juegos de guerra' (John Badham, 1983)​


El mismo año nos topamos con una forma lúdica de abordar el conflicto, en tanto a las disparatadas aventuras de un joven hacker (Matthew Broderick en el papel que le llevó a la fama poco antes de Todo en un día) que accidentalmente llevaba al mundo al borde de la Tercera Guerra Mundial.

Todo por creer que estaba jugando a un videojuego mientras llevaba al Departamento de Defensa estadounidense a la conclusión de que estaba a punto de sufrir un ataque nuclear de la Unión Soviética, dentro de una comedia de aventuras muy querida por el público que, de hecho, llegaba a ser clave en el argumento de la novela Ready Player One de Ernest Cline (en la adaptación de Spielberg no tanto).

'Threads' (Mick Jackson, 1984)​


Threads fue la respuesta británica a El día después, tratándose de otro telefilm (esta vez producido por la BBC) que ha pasado a la historia como una de las visiones más realistas del invierno nuclear.

Centrándose en la ciudad inglesa de Sheffield, Threads indagaba en el giro más dramático posible de la Guerra Fría entre la OTAN y la Unión Soviética, utilizando el falso documental (con la aterradora cercanía correspondiente) para explorar qué había sucedido con la población británica trece años después de un apocalipsis atómico.

'Cuando el viento sopla' (Jimmy T. Murakami, 1986)​


Sin salir de Gran Bretaña, y abordando la animación, hay que detenerse en este clásico basado en la novela gráfica de Raymond Briggs. Cuando el viento sopla contaba con la música de Roger Waters (Pink Floyd) para intensificar el carácter pesadillesco de la trama, aunque esta en sí misma ya era bastante perturbadora.

La acción era sostenida por completo por un matrimonio de ancianos (Jim y Hilda), que desde un pueblo de la campiña inglesa asistían por las noticias al devenir de la Guerra Fría. Su confianza ciega en el gobierno se veía comprometida poco a poco por las consecuencias del bombardeo nuclear, a través de unos memorables (por lo trágico) compases finales.

'Rapsodia en agosto' (Akira Kurosawa, 1991)​


Luego de veinte años recorriendo varias partes del mundo para financiar sus películas, Akira Kurosawa volvió a Japón para rodar el que sería su penúltimo largometraje, Rapsodia en agosto. Durante años previos ya había dejado clara su preocupación por el ecologismo y el peligro nuclear (uno de los segmentos de Los sueños de Akira Kurosawa ahondaba en esto último), pero Rapsodia en agosto supuso su estudio definitivo del trauma de Nagasaki.

Lo logró a través de la historia de una familia japonesa donde encontrábamos a Clark (Richard Gere), joven criado en EE.UU. que volvía para asistir al cumpleaños de su abuela.

'Pánico nuclear' (Phil Alden Robinson, 2002)​


El título original de Pánico nuclear es The Sum of All Fears. "La suma de todos los miedos", que bien podría referirse a todas las películas de esta lista y a las peores previsiones con respecto al conflicto Rusia-Ucrania. Se trata de la cuarta película protagonizada por Jack Ryan, el analista de la CIA creado por Tom Clancy, donde tras ser interpretado por Alec Baldwin y Harrison Ford pasaba a tener los rasgos de Ben Affleck.

El rodaje de Pánico nuclear fue sorprendido por los atentados del 11 de septiembre, como ominoso precedente de la escena más célebre de la película: aquella donde una bomba nuclear, colocada por terroristas neonazis, hacía explosión en Baltimore.

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