Ottis_Mosciski
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Todo comenzó en barrios obreros de andaluces y extremeños que quizás no habían leído a Joyce pero que ya sabían que la cultura es una forma de activismo y reclamar centros donde vivirla una acción política. Trabajadores de la inmigración lograron a finales de los setenta la creación del Ateneu de Nou Barris y siendo como allí era el flamenco la legua musical franca, se creó también la primera peña flamenca que tuvo Enrique Morente en España. Y fue Morente precisamente por ser cantaor leído y socialmente comprometido. Luís Cabrera tenía entonces 16 años y el Taller de Músics, que fue el siguiente paso, ha cumplido 45. Ayer, a sus setenta primaveras, en plena celebración, Cabrera recordó que lo creó para pagar a los músicos que había contratado para las 30 Horas de Fiesta Popular de Nou Barris cuando se enteró que no había presupuesto para pagarles. Lo evocó en la Filmoteca de la Generalitat, donde se clausuraban los actos del cumpleaños del Taller y donde Jaume Collboni, alcalde de Barcelona, dijo en su alocución haberse enterado justo allí que Luis Cabrera fue el editor en España del Libro Rojo del Cole, libro que aún conserva y que alimentó su naciente formación política siendo un mocoso de 13 años. A Cabrera lo detuvieron entonces por ello, hoy el Taller tiene 1.200 alumnos, unos 200 docentes y dos centros, uno en el Raval y una Escuela Superior de Estudios Musicales en Sant Andreu. El tiempo no todo lo estropea.
En el fondo la jornada de celebración fue un canto a Barcelona como tierra de acogida, ciudad abierta, atrevida y de espíritu inquieto en la que Morente encontró la comprensión y aliento que en otros lugares, encorsetados por el purismo, no hallaba. Un cantaor con un sólido anclaje en los palos clásicos que dado su carácter osado y su voluntad renovadora llevó su música más allá de sus límites tradicionales colaborando con muchos artistas, entre otros las Voces Búlgaras, Pat Metheny, Max Roach, Sonic Youth, la Orquesta Andalusí de Tetuán y con Lagartija Nick en el celebrado Omega, adaptando textos de Leonard Cohen, quien escuchado el disco le envió un ramo de rosas para mostrar su admiración por el trabajo del maestro de Granada que rehuía ser tratado como tal. Todo ello tramado desde la iniciativa mayormente pública de Barcelona y de otras ciudades catalanas, donde Morente se convirtió en una figura habitual de sus carteles musicales, apareciendo en acontecimientos como el mítico Seminario Carmen Amaya en Begur , donde coincidió con músicos de todo el mundo y de todos los estilos y también con Sabicas, con quien acabaría grabando un disco. Todo ello lo explica el documental Morente y Barcelona, de Jordi Turtós, que proyectado en la Filmoteca detalla la importancia que tuvo la inmigración como eje de un desarrollo cultural que hoy presume con Mayte Martín y Poveda, que brilló con sus fusiones musicales en la Olimpíada Cultural y con las iniciativas que la revista Rockdelux propuso en diversas ocasiones a Morente hasta introducirlo en los circuitos “indies”. Por cierto, la última actuación de Morente en Barcelona, en El Molino, que no quiso cobrar como detalle con Mayte Martín, programadora del concierto, el cantaor dedica unos tientos a su amigo Pascual Maragall, allí presente en 2.010, el año que murió el cantaor, el 13 de diciembre. Esos tientos cierran el documental.
Por la mañana había sido el Paraninfo de la Universidad de Barcelona, donde en una conferencia del profesor y musicólogo Daniel Gómez Sánchez se estableció un paralelismo entre Rosalía y Morente, la primera exalumna del Taller, el segundo maestro representado artísticamente por el Taller en Catalunya. Lo sustancial el carácter innovador de ambos, que parten de la tradición para alongarla hasta filtrarla en otras músicas. En cierto modo es el espíritu del propio Taller, un lugar en el que se comienza tocando en grupo antes de abordar la teoría, de igual manera que los humanos comenzamos hablando para luego aprender a escribir. Ese Taller de 45 años, enraizado en el Raval, hecho que Cabrera destaca siempre que hay ocasión pues sin enraizamiento, dice, el tiempo lo borra todo, se adentra en tiempos nuevos llenos de artistas autodidactas que trabajan con equipos mínimos en su dormitorio. ¿Cuál es pues hoy el trabajo del Taller? Ayer Cabrera respondía “lo fundamental es seguir captando talento. Hay que distinguir entre intérprete y artista, aspectos que a veces van unidos. Detectar esas personas que están en las esquinas, en los ribazos, fuera del caudal principal donde va todo el mundo, eso es lo importante, lo relevante. No perder las antenas para captar ese talento sumergido, oculto”. Con Rosalía ocurrió: de los juncales a dominar el mar.
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En el fondo la jornada de celebración fue un canto a Barcelona como tierra de acogida, ciudad abierta, atrevida y de espíritu inquieto en la que Morente encontró la comprensión y aliento que en otros lugares, encorsetados por el purismo, no hallaba. Un cantaor con un sólido anclaje en los palos clásicos que dado su carácter osado y su voluntad renovadora llevó su música más allá de sus límites tradicionales colaborando con muchos artistas, entre otros las Voces Búlgaras, Pat Metheny, Max Roach, Sonic Youth, la Orquesta Andalusí de Tetuán y con Lagartija Nick en el celebrado Omega, adaptando textos de Leonard Cohen, quien escuchado el disco le envió un ramo de rosas para mostrar su admiración por el trabajo del maestro de Granada que rehuía ser tratado como tal. Todo ello tramado desde la iniciativa mayormente pública de Barcelona y de otras ciudades catalanas, donde Morente se convirtió en una figura habitual de sus carteles musicales, apareciendo en acontecimientos como el mítico Seminario Carmen Amaya en Begur , donde coincidió con músicos de todo el mundo y de todos los estilos y también con Sabicas, con quien acabaría grabando un disco. Todo ello lo explica el documental Morente y Barcelona, de Jordi Turtós, que proyectado en la Filmoteca detalla la importancia que tuvo la inmigración como eje de un desarrollo cultural que hoy presume con Mayte Martín y Poveda, que brilló con sus fusiones musicales en la Olimpíada Cultural y con las iniciativas que la revista Rockdelux propuso en diversas ocasiones a Morente hasta introducirlo en los circuitos “indies”. Por cierto, la última actuación de Morente en Barcelona, en El Molino, que no quiso cobrar como detalle con Mayte Martín, programadora del concierto, el cantaor dedica unos tientos a su amigo Pascual Maragall, allí presente en 2.010, el año que murió el cantaor, el 13 de diciembre. Esos tientos cierran el documental.
Por la mañana había sido el Paraninfo de la Universidad de Barcelona, donde en una conferencia del profesor y musicólogo Daniel Gómez Sánchez se estableció un paralelismo entre Rosalía y Morente, la primera exalumna del Taller, el segundo maestro representado artísticamente por el Taller en Catalunya. Lo sustancial el carácter innovador de ambos, que parten de la tradición para alongarla hasta filtrarla en otras músicas. En cierto modo es el espíritu del propio Taller, un lugar en el que se comienza tocando en grupo antes de abordar la teoría, de igual manera que los humanos comenzamos hablando para luego aprender a escribir. Ese Taller de 45 años, enraizado en el Raval, hecho que Cabrera destaca siempre que hay ocasión pues sin enraizamiento, dice, el tiempo lo borra todo, se adentra en tiempos nuevos llenos de artistas autodidactas que trabajan con equipos mínimos en su dormitorio. ¿Cuál es pues hoy el trabajo del Taller? Ayer Cabrera respondía “lo fundamental es seguir captando talento. Hay que distinguir entre intérprete y artista, aspectos que a veces van unidos. Detectar esas personas que están en las esquinas, en los ribazos, fuera del caudal principal donde va todo el mundo, eso es lo importante, lo relevante. No perder las antenas para captar ese talento sumergido, oculto”. Con Rosalía ocurrió: de los juncales a dominar el mar.
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