El sonajero de Errejón

raquel61

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Fue asaltante de los cielos; parlamentario de parvulario; el niño de Vista Alegre y bebecito del acorazado Potemkin: esa criaturita que se despeñaba por las escaleras de las circunstancias, incluyendo el cinismo. Íñigo Errejón, fundador de Podemos y ahora exportavoz de Sumar, acaba de abandonar la política entre acusaciones de acoso y abuso sexual. Comprobado está el gusto del joven político por los caudillos, casi tanto como por los asuntos del poder. Para haber reprochado a Pablo Iglesias sus prácticas poco democráticas dentro de Podemos hace unos años –cuando dejó la formación morada y se fue con Manuela Carmena–, Errejón cultivó siempre formas de politburó . Ahora todo ha precipitado en una irreparable tragedia bolchevique.«He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona», escribió en la carta en la que anunciaba su dimisión de todos los cargos dentro de Sumar, el abandono de su escaño y el fin de su carrera política. El caudillismo le puede a esta gente. Debe ser el síndrome del asalto al Palacio de Invierno, porque al final acaban todos como señores feudales, incluido el derecho de pernada, que en el caso de Errejón cristaliza en una serie de denuncias recopiladas por Cristina Fallarás y concretamente la que presentó en su contra la actriz y presentadora Elisa Mouliaá .Ha sido el menoscabo de su feminismo de atrezo –y la subasta a la baja del listón moral que su espíritu regenerador propuso– el lado más delgado por donde ha reventado la cuerda que lo mantenía atado al poder. Para asaltar los cielos hacía falta un arnés y un piolet. Él, que se manifestaba como un feligrés del progresismo, la salud mental y la igualdad de género, acabó quebrantando su propio catecismo. Así como Errejón ha enumerado una lista de atributos del régimen de Maduro, también ha culpado al neoliberalismo de sus contratiempos de bragueta. En su lucha por un mundo más justo, más libre y más ecológico, Errejón blandió la ideología entremesil, el feminismo de harén y cuanta emancipación fuese precisa para desbaratarla en ese instante en el que el ejemplo deja de contar como prédica.En las páginas de 'Y Dios entró en La Habana', Manuel Vázquez Montalbán describió la simpatía de Jean Paul Sartre por Fidel Castro como parte de lo que él llamó el síndrome de la edad de la inocencia. Algo parecido ha pasado en Sumar y Más Madrid, incapaces de detectar que para Íñigo Errejón la testosterona se impone al feminismo y la fuerza al consentimiento. La izquierda recurre al feminismo sólo cuando puede instrumentalizarlo.Si Maduro –un sujeto que reprime a sus ciudadanos– le parecía a Errejón un demócrata, es normal que considerara a las mujeres a su alrededor como parte orgánica de sus obcecaciones. Curioso el desmantelamiento moral que sufre el exportavoz de Sumar en plena resurrección política de Pablo Iglesias. Quién sabe si para defenestrarlo habría sido mejor un piolet, lo que no cabe duda es que habría manchado mucho menos.

 

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