Rory_Hermiston
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No puedo ni debo ocultarles el impacto que ha suscitado en mí esta reunión de obras de Rafael Tegeo (Caravaca de la Cruz, 1798-Madrid, 1856), acompañadas de no pocas de sus maestros (Baglietto o José Aparicio), de algunos artistas contemporáneos (Alenza o Vicente López), de otros que conformaron el núcleo murciano (Hernández Amores) y de un abrumador despliegue de publicaciones y estampas políticas y satíricas que hacen las veces de contextos mediante los que abordar, con mayor precisión y riqueza, su figura y el tiempo que moró. Un impacto que, a buen seguro, proviene de la oportunidad que representa esta muestra para el descubrimiento de un autor con una obra exquisita y diversa (el Museo del Romanticismo dio un primer paso en 2018).Noticias relacionadas estandar Si CRÍTICA 'Afinidades desveladas', de Sigmar Polke, en el Museo del Prado: el alemán y las excrecencias del perro semihundido Fernando Castro Flórez estandar Si El Museo de Escultura sitúa a 'La Roldana' «en el lugar que merece» Henar Díaz'El siglo de Tegeo', cuajada de excelentes y deslumbrantes obras, no sólo continúa la incipiente recuperación de un creador apenas reconocido en relación al incuestionable valor de un muy limitado catálogo (unas 60 referencias, exponiéndose aquí más de la mitad), fruto, en parte, de sufrir los efectos de un talante contestatario y un insobornable compromiso con el Liberalismo en una España entre absolutista y despótica. Supone, también, un 'retorno local': la muestra se halla a escasos metros de la casa familiar de los Tegeo, en la misma vía que metros después recibe el nombre del pintor; nace la certeza de que esta recuperación tiene mucho de celebración y orgullo para su ciudad natal. Jugosos encuentrosSiendo valiosos estos argumentos, sin embargo, esta fantástica exposición, con un panorámico y cuidadísimo montaje que permite jugosos en- cuentros, acaba trascendiendo esos objetivos para convertirse en una suma de relatos interconectados. A saber, en torno a la Historia de nuestro país y la confrontación y alternancia política durante el convulso siglo XIX, así como sobre la propia Historia del Arte español, sus influencias (principalmente italianas y francesas), el poder de la Academia, los géneros, el surgimiento de la pintura de Historia o la secuencia Neoclasicismo-Romanticismo. Todo ello se consigue a través de la figura de Tegeo, que se nos muestra como un auténtico prisma, diverso y rico, capaz de alumbrar más allá de sus límites. Aquí brota otro relato, el biográfico, el de un pintor que asume las consecuencias de su integridad ética, que navega, no sin dificultad, las procelosas aguas del silenciamiento y el clientelismo, que convive con sus enemigos artísticos y políticos y que consigue enjugar la falta de encargos oficiales gracias al apoyo de aristócratas y burgueses liberales. No resistimos la tentación de dibujarlo como un 'outsider', como un auténtico resistente. Así, tampoco debemos obviar que fue nombrado pintor de cámara de Isabel II o que, previamente, el Infante Sebastián Gabriel ejerció de su mecenas. El conjunto evidencia las diferentes estéticas que asimiló. Al margen de los iniciales patrones academicistas, su temprana y larga estancia en Roma (1822-27) le reporta un conocimiento de los maestros del Renacimiento, de manera que Rafael late en algunas telas. A pesar del regusto neoclásico de algunas obras, como 'La curación de Tobías' (1823), apreciamos guiños al Barroco, como en el paisaje que se entrevé. Retratos brillantes. Dearriba abajo, Retrato de Pedro Martínez (1839), de Rafael Tegeo; ‘Retrato de Isabel II’, de José Pascual y Valls; y ‘Agat e Ismael en el desierto’, copia de Maella ABCTras la manifiesta recurrencia a los modelos de Jacques-Louis David, especialmente intensa en sus monumentales cuadros de aire grecolatino y, por tanto, neoclásico, como 'Antíloco lleva a Aquiles la noticia del combate sobre el cadáver de Patroclo' (1831), resuena, sin embargo, otro pintor francés pero barroco: Nicolas Poussin. Ciertamente, subyace en muchas de sus obras, como también en David, gracias a su elegancia y orden. Los años veinte verán nacer al Tegeo retratista, uno de los maestros de este género: la exposición es un cúmulo de piezas sobresalientes, pero destacamos el extraordinario retrato como 'dandy' de 'José María Benítez Bragaña' (1832), de una absoluta modernidad, pero revisando la tipología del retratado en sus dominios (paisajísticos), que vemos en Velázquez. Esencial resulta el 'Sitio de Málaga' (1852), uno de los grandes cuadros de pintura de Historia de nuestro país. Tegeo, acostumbrado a rescatar pasajes mitológicos a modo de alegorías políticas en sus obras neoclásicas más 'davidianas', 'afina' en la recuperación e instrumentalización de episodios históricos patrios que adquieren un nuevo sentido en su contemporaneidad. Acaba la exposición con un maravilloso epílogo en la sacristía, en torno al uso político de la imagen a través de grabados y publicaciones satíricas, en las que también participaría. Debemos advertir cómo, en algo más de un lustro, Caravaca, en la periferia de la periferia y con apenas 25.000 habitantes, ha conseguido articular un sobresaliente ciclo de exposiciones. A esta entrega sobre Tegeo se suman otras como 'Signum. La gloria del Renacimiento en el Reino de Murcia' (2017), 'Místicos . Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, luz en el Siglo de Oro' (2018-19) y 'Magna urbe' (2023-24).'El siglo de Tegeo' Varios artistas. Antigua Iglesia de la Compañía de Jesús. Caravaca de la Cruz (Murcia). C/ Mayor, 13. Comisario: Nacho Ruiz. Hasta el 4 de febrero de 2025. Cuatro estrellas. Entregas expositivas valiosas en cuanto a la revisión y alcance de los asuntos que las motivan, excediendo el marco local, pero que sitúan la importancia de Caravaca en esos fenómenos y relatos, así como recuperan el imaginario de la ciudad, algunas de sus figuras más trascendentes y el patrimonio, con numerosas obras restauradas y puestas en valor. 'El siglo de Tegeo' confirma que estamos ante los años de Caravaca de la Cruz.
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