johnston.gregoria
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Fue un día en la FIL para hablar de exilios, de distancias, de literaturas nacidas lejos del hogar, de huecos por los que entra el invierno. Sergio Ramírez recibió el doctorado honoris causa de la Universidad de Guadalajara, y empezó su discurso acordándose de las llaves de su casa de Managua, de la que se fue hace tres años empujado por el dictador Ortega , que le quitó la nacionalidad nicaragüense. Se las encontró, las llaves, hace poco en el forro de una maleta. «Recordé entonces, al tenerlas, a los judíos de Sefarad desterrados en 1492 de España por decreto de los reyes católicos, y cuyos descendientes, siglos después, conservan en Tesalónica, en Estambul, en Jerusalén, las llaves de las casas de sus antepasados», dijo. Y relató una historia que contó Manuel Vicent hace una década, la de un comerciante de ámbar que viajaba por España con la llave de una puerta que solo existía en sus sueños. Un día, entre los cachivaches de un gitano de Plasencia, encontró una cerradura herrumbrosa del siglo XV en la que su llave encajaba y funcionaba a la perfección. «Así es como se abre y se cierra el destino», sentenció. El exilio suspende el tiempo, deja abierta no una puerta pero sí una esperanza. En 'Meditaciones sobre la duración del exilio', Bertolt Brecht escribió: «No pongas ningún clavo en la pared, / tira sobre una silla tu chaqueta. / ¿Vale la pena preocuparse para cuatro días? / Mañana volverás». Gioconda Belli , que participó en una mesa llamada Un boleto solo de ida , aseguró que ella sí tenía un billete de vuelta, pero no pudo usarlo, porque cuando le tocaba regresar ya estaban represaliando a gente como ella. Ahora no tiene pasaporte nicaragüense. Y sin embargo… «Nicaragua es un país tan chiquito que es portátil. A mí nunca nadie podrá arrancármela del corazón». Karina Sainz Borgo nació en 1982 en Venezuela, que entonces era un país democrático y rico al que muchos iban a buscarse una vida. «Crecí en una visión festiva y hermosa de la inmigración», contó. Luego vivió el desmoronamiento de todo, la violencia, la muerte no como excepción sino como algo familiar. Se fue en 2006, como tantos otros. Hace doce años que no regresa. «Mi boleto de ida lo tomé de forma inconsciente, para poner distancia. Ahora mi país me duele con la misma intensidad que con la que lo utilizo. Soy incapaz de relacionarme con él de una manera saludable. Y para eso está la literatura, para los problemas. Yo ya solo vuelvo a Venezuela en mis pesadillas y en mis libros», sentenció. Y mencionó a Kurkov : «En Rusia lo detestan y en Ucrania lo miran mal porque no es lo suficientemente patriota».Hay una larga lista de escritores desplazados, transterrados, que tal vez formen una patria imaginaria y dolorosa. Y podría empezar, por qué no, por Ovidio , a quien el emperador Augusto envió a Tomis, «allá donde ninguna otra cosa hay, sino frío, enemigos y agua de mar que se congela en apretado hielo». No corrió mejor suerte Séneca , desterrado por Claudio a Córcega, un lugar en el que por entonces solo había dos cosas: el exilio y un exiliado. Sergio Ramírez trazó los contornos de esa nación imposible de ilustres desgraciados que sufrieron los embates del poder: Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, Rómulo Gallegos, Juan Bosch, Augusto Monterroso, Luis Cardoza y Aragón, Roa Bastos, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Juan Gelman, Juan Ramón Jiménez, María Zambrano, Pedro Salinas, Rosa Chacel, Luis Cernuda... «Yo pertenezco a esa larga tradición de quienes pagan un precio por sus palabras, dos veces bajo orden de prisión, y dos veces obligado al exilio, primero en mi juventud por una dictadura familiar, y tantos años después, por otra dictadura familiar. Pero hay algo de lo que nunca nadie podrá exiliarme, y es de mi propia lengua», aseveró.Noticia Relacionada LIBROS estandar Si Feria del Libro de Guadalajara 2024: Anatomía de un puente (cultural) Bruno Pardo Porto ¿Estamos a la altura del idioma? ¿Estamos perdiendo una oportunidad de oro? Escritores y editores reflexionan sobre el intercambio literario entre América y España con motivo de la invitación de nuestro país para protagonizar la Feria del Libro de Guadalajara«Todos aquí somos migrantes», aventuró Karina Sainz Borgo: «El ser humano tiene una capacidad asombrosa de trazar fronteras: somos migrantes en nuestra propia ciudad, en nuestra propia familia, en nuestro trabajo. A un poeta que se vuelve novelista le preguntarán: ¿y tú qué haces aquí? Siempre tienes que pasar por una especie de arrabal en el que alguien te tiene que dar un pasaporte: no eres lo suficientemente correcto, no eres lo suficientemente de izquierdas, no eres lo suficientemente socialdemócrata, no eres lo suficientemente feminista, no eres lo suficientemente alto... Todo esto produce una sensación de errancia y deserción que a mí me está machacando». Y se despidió citando a Borges : «Me legaron valor. No fui valiente». Ay.
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