El Rey y el bien común

Reva_Baumbach

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En su mensaje de Navidad, el Rey pronunció la expresión 'bien común' un total de siete veces , número de la perfección y la totalidad. El mensaje remarcó «la conciencia del bien común, la expresión del bien común, o la exigencia del bien común», describiendo «esa noción del bien común» como «lo que a todos beneficia» y «por lo que es de todos». Resulta oportuno reflexionar sobre el significado y la importancia del principio ético del bien común tal como es concebido por el pensamiento occidental.La Doctrina Social de la Iglesia define el bien común como «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección» ('Gaudium et spes'). En términos futbolísticos, se podría decir que el bien común es lo que es bueno para el delantero como jugador y lo que es bueno para todos los jugadores como equipo. En palabras de Marco Aurelio: «Lo que no es bueno para la colmena no es bueno para la abeja». Símiles aparte, como indica el catecismo de la Iglesia católica, el bien común comporta tres elementos esenciales: el respeto a la persona en cuanto tal; el bienestar social y el desarrollo del grupo mismo; y la paz, es decir, la estabilidad y la seguridad de un orden justo.Volviendo al mensaje de Navidad, Felipe VI afirmó que «es responsabilidad de todas las instituciones, de todas las Administraciones Públicas, que esa noción del bien común se siga reflejando con claridad en cualquier discurso o cualquier decisión política». En esta línea, el Rey manifestó que «el consenso en torno a lo esencial, no sólo como resultado, sino también como práctica constante, debe orientar siempre la esfera de lo público. No para evitar la diversidad de opiniones, legitima y necesaria en democracia, sino para impedir que esa diversidad derive en la negación de la existencia de un espacio compartido». Refiriéndose a la Constitución, el Rey declaró que «trabajar por el bien común es preservar precisamente el gran pacto de convivencia (...) Un pacto de convivencia se protege dialogando; ese diálogo, con altura y generosidad, que debe siempre nutrir la definición de la voluntad común y la acción del Estado».Es urgente la introducción de un espacio de diálogo que desarrolle la ética del bien común como propósito moral en la conducta de las relaciones sociopolíticas. Las respuestas políticas a las cuestiones sociales no son suficientes ni sostenibles sin un criterio ético que las fundamente y el único criterio ético al que debe referirse todo aspecto de la vida social para encontrar plenitud de sentido es el principio del bien común porque deriva de la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas.Se trata de que el poder público se forme en el bien y que distinga entre el bien común y el bien mayor o el bien total. Jeremy Bentham promulgaba que la mayor felicidad del mayor número es la medida del bien y del mal. A diferencia de esta máxima utilitarista, el bien común no deja a nadie en la cuneta porque ese alguien es siempre una persona humana; esa es la diferencia. El bien común no suma; el bien común multiplica. Desde esta premisa, se entiende a santo Tomás de Aquino, quien definía la ley en su 'Suma teológica' como la «ordenación de la razón al bien común promulgada por quien tiene el cuidado de la comunidad».La adopción del principio del bien común como horizonte filosófico permite al ciudadano y al Estado, persona y comunidad, dar dirección ética y conciencia trascendente a la práctica política. En las palabras del Rey, «la memoria del camino recorrido, la confianza en el presente y la esperanza en el futuro son una parte ineludible, acaso la más valiosa, pero también la más delicada, de nuestro bien común». Es, por eso, ineludible renovar, con alegría navideña, el «espíritu de trabajo y de compromiso por lo que es de todos, por el bien común». El bien de la persona es el bien de la comunidad y el bien de la comunidad es el bien de la persona. Ese bien es el bien común. Como nos propuso el Rey : «tenemos el interés y la responsabilidad de protegerlo y reforzarlo». Que así sea.SOBRE EL AUTOR Gonzalo Villalta Puig es Catedrático de Derecho internacional público y Relaciones internacionales en la Universidad de Navarra

 

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