‘El reino animal’: una distopía animalista contra la bestia humana

walter.nia

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En una secuencia de esta más que interesante distopía animalista, un personaje le dice al adolescente protagonista en una noche de San Juan: “¿Sabías que hace doscientos años quemaban gatos en noches como esta? La gente los metía en sacos y los echaban al fuego. Los gatos aullaban mientras ardían y a la gente le encantaba”.

El reino animal, segundo largometraje del francés Thomas Cailley, es una fantasía sobre humanos afectados por una misteriosa mutación que los convierte en seres partidos en dos. En esa tierra de nadie hay niños rana, mujeres pulpo, hombres pájaro y hombres foca, entre otras extrañas criaturas. Se trata, con todo, de una distopía que, pese a remitirnos a mitos y leyendas como la del hombre lobo, se aleja del lenguaje del fantástico para narrar los hechos desde un realismo que acentúa el drama familiar sobre el que gira todo el relato y el de las supuestas bestias mutantes que acechan su en apariencia apacible realidad.

Un padre interpretado por Romain Duris y su hijo adolescente, en la piel de Paul Kircher —ambos magníficos en sus papeles—, se enfrentan a la metamorfosis del tercer miembro de la familia, una madre y esposa afectada por su transformación en algún tipo de animal. Se trata de una epidemia que afecta a miles de personas, dentro y fuera de Francia, pero que en ese país se ha resuelto encerrando a estos seres híbridos lejos de los ojos de la civilización y de la naturaleza.

A partir de ahí, Cailley, director y coguionista, va urdiendo un drama en el que el rechazo del hijo hacia la madre y el amor del padre por su mujer darán paso a una alegoría sobre la cada vez más problemática relación del hombre con la naturaleza. Pese algunas partes mal resueltas narrativamente, cómo qué ocurre con el perro de la familia o con algunos personajes secundarios, El reino animal no deja de sorprender con su particular tono, especialmente en todo lo que ocurre y vemos en el bosque. O con el gran personaje de Duris, un cocinero entregado a su familia, que resulta conmovedor. Como un san Francisco de Asís por accidente, un hombre que cree en el alma pura de los animales, que no los teme ni rechaza.

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