El regalo de sufrir

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lue43

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27 Sep 2024
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MI hija acaba de dejarlo con su novio. Nos lo adelanta por whatsapp, pero nos pide, por favor, que cuando vuelva de la calle, nadie le pregunte. Ella ya nos contará.Estoy tentado de escribirle que lo siento, pero me contengo. Ha dicho que no quiere hablar del tema. El hecho es que sí que lo siento, cómo no —nada me hace hoy más daño que ver sufrir a mis hijos—, pero en verdad no demasiado. Supongo que todos los padres decimos eso de nuestros hijos, pero en este caso tenéis que creerme: Alicia es una chica excepcional. Inteligente, despierta, educada, adorable. Por eso siempre, contra la opinión de mi madre, su abuela, le he recomendado que no se cuelgue de nadie, solo que disfrute de la vida y de las experiencias: más de dos meses con alguien, a su edad, ya es demasiado. Ahora está sufriendo su primera decepción amorosa. Y creo que es fantástico, porque nada la puede educar más, a su edad, que una ruptura. Necesita aprender a enfrentar el fracaso, a digerirlo y a convivir con él.En 'El deber de un genio', la apasionante biografía de Ray Monk sobre Ludwig Wittgenstein, se cuenta cómo el filósofo austriaco, que se debate entre estudios de ingeniería y la dedicación a la filosofía, decide viajar a Cambridge para conocer a Bertrand Russell, a quien sin rodeos le pide que le dé un diagnóstico sobre su propio talento; si ve en él madera de genio o por el contrario debe proseguir sus estudios de ingeniería. Según Monk, la aprobación de Russell, reconociendo en el austriaco trazas de brillo genial, es lo que evitó que Wittgenstein se suicidara. Algo nada descabellado, teniendo en cuenta que tres de sus hermanos acabaron haciéndolo. Wittgenstein era un raro de manual. Que, durante toda su vida, vivió casi siempre hacia dentro. Tuvo suerte de nacer en una de las familias más ricas de Austria para permitirse ese y muchos otros caprichos.Si no se hubiera decantado por la filosofía o por el suicidio, Wittgenstein habría acabado encauzando su genio hacia la aeronáutica, donde de hecho obtuvo incluso una patente. Habría sido un tipo, probablemente, muy distinto del que fue. Las decepciones acabaron llegando a su vida, pero quizá lo hicieron demasiado tarde. Leyendo la biografía de Monk, uno acaba llegando a la conclusión de que, tras todos sus dramas, se escondía en realidad uno solo, gigante: la falta de educación sentimental.Tienen mucho mérito esas parejas que llevan toda la vida juntos, pero las que comenzaron demasiado temprano, sin oportunidad de conocer otras cosas, me producen desazón. Acabo identificando en ellos una suerte de limitación, de disfunción enquistada: la de no haber disfrutado de otras experiencias, la de no haber padecido otros desgarros. Les falta, mal que les pese, educación sentimental. Por eso, aunque mi hija ahora no se dé cuenta, su desamor es en realidad un regalo.

 

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