‘El primer día de mi vida’: cuatro suicidas en manos del cine de autoayuda

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27 Sep 2024
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Basada en su propia novela homónima, el director italiano Paolo Genovese narra en El primer día de mi vida el encuentro de cuatro suicidas con un misterioso hombre que les invita a recapitular sus existencias antes de saltar al precipicio. Es un argumento muy próximo al del clásico de Frank Capra ¡Qué bello es vivir!, en la que un ángel sin alas, Clarence, lograba hacerle entender a un hombre desesperado (James Stewart) que hasta la vida más fallida tiene sentido. Hasta ahí las coincidencias con el humor, la bondad y el aliento de las imágenes de Capra.

Esta vez el ángel no es exactamente un ángel. O sí; Paolo Genovese deja abierta esa puerta y así el personaje que encarna Toni Servillo no reclama unas alas como el bueno de Clarence, pero a cambio reúne en una inmensa pared las incontables fotografías de las vidas desalentadas que pueblan su limbo. La mezcla de pesadumbre y esperanza del personaje de Servillo marca lo mejor de un filme muy bien interpretado, sobre todo por Servillo y por Margherita Buy, actriz habitual en las películas de Nanni Moretti, cada vez más espléndida en su madurez.

Genovese, creador de Perfectos desconocidos, fenómeno global que ha generado ya una veintena de remakes en todo el mundo y que en España dirigió Alex de la Iglesia, aborda esta vez un tema tan candente como delicado: el suicidio. Un umbral ciertamente difícil de franquear. Pero Genovese se atreve hasta con el suicidio infantil, concretamente con el de un niño incomprendido por sus padres que sufre bullying en el colegio.

Uno de los personajes principales es una especie de gurú de la autoayuda y es casi imposible no ver reflejado en este tipo atrapado en su propio cinismo todos los problemas de una película con aroma a previsible anuncio de Navidad. El primer día de mi vida es por momentos cautivadora y tierna. Sin embargo, una historia que le pide al espectador creer en lo imposible, o en aquello en lo que no cree, y que además pretende hablar del sentido mismo de la existencia, solo le queda ser, a lo Capra, una fantasía con un aluvión emocional que Genovese está lejos de brindar.



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