‘El peor vecino del mundo’: un amargado Tom Hanks en un ‘remake’ agradable y sin imaginación

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27 Sep 2024
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¿Por qué se agrian los caracteres? ¿Qué hay detrás de ese vecino siempre malhumorado y cuadriculado respecto de las reglas de convivencia en comunidad, que hace tiempo decidió pasar por la vida cumpliendo todo a rajatabla, pero sin añadir la más mínima cuota de amabilidad o cortesía? Cuando están solos, y suelen estarlo, ¿qué hacen, y en qué y en quién piensan? Todos hemos conocido un amargado así. Pero igual no nos hemos parado a pensarlos.

El peor vecino del mundo, película dirigida por Marc Forster con Tom Hanks como protagonista, en un inusual personaje en su carrera, indaga en una de esas personalidades contando su presente, su pasado y su incierto futuro en tono de comedia dramática para todos los públicos. Es agradable, incluso bonita, y está bien cimentada alrededor de ciertos temas sociales en boga que nos ayudan a construir no solo un ser humano agrio y huraño, sino también una cierta sociedad. Solo tiene un problema, y no menor para el cine estadounidense contemporáneo, aunque quizás nimio para buena parte de los espectadores que saquen su entrada: es (casi) exacta a la sueca Un hombre llamado Ove, de Hannes Holm, la película de 2015 a la que versiona.

El Oscar a la mejor película del curso pasado como síntoma. No ya de la falta de imaginación general para componer historias nuevas que acaricien al público sin tener que echar mano de recientes éxitos mundiales. Sobre todo, por premiar una película como CODA, con muy parecidas esencias internas y externas que El peor vecino del mundo, como la más destacable de aquel año. Y ahí está el remake de la española Campeones para corroborar una práctica que, aun no siendo nueva ni mucho menos, se ha agudizado por una clara razón: el cine estadounidense para adultos, confeccionado desde las grandes firmas de producción, con temas sociales, culturales y morales de interés, y originales, es un páramo.

Forster, especialista en cine para las lágrimas desde Descubriendo Nunca Jamás (2004), conduce su nueva versión con la fiabilidad de un buen coche americano. Y el paralelismo no es casual, pues está en el carácter del protagonista, el Ove de la película original y el Otto de la presente. Una especie de nacionalismo automovilístico (en la sueca era un Saab, naturalmente), que se extiende a una evidente ojeriza a la inmigración, y que en la historia aglutina una sutil metáfora: el motor de la vida se ha averiado hasta darse por muerto y únicamente pensar en el suicidio.

El misántropo interpretado por Hanks, que conversa con la tumba de su mujer como hacía John Wayne en las películas de John Ford, se topa con una simpatiquísima familia latina (en la sueca era iraní) que, de primeras, le salva de hacerle pronta compañía a su esposa en las primeras secuencias. La prórroga de una vida que, con nuevos y espontáneos vecinos, quizá llegue a suavizarle el rictus y a entender por qué se le ennegreció el carácter. Y, como en el Mr. Scrooge de Charles Dickens, ahora que estamos en Navidad, el fin del amor está en su base, acompañado de la soledad, el engreimiento y la testarudez.

Narrada en dos épocas —con Truman Hanks, hijo menor de Tom, como actor debutante—, a través de unos extensos flashbacks en los que se retratan los inicios del romance con un tempo muy bueno en la narración y el montaje, El peor vecino del mundo solo se tambalea con la típica cancioncilla melosa en uno de los momentos climáticos. El resto está bien construido e interpretado. Tiene un buen motor. Un mecanismo, eso sí, copiado de una película anterior.

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