Corrine_Rohan
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Y nos lo íbamos a perder. Creíamos que de Pedro Sánchez lo habíamos visto todo, siempre por la parte de las vergüenzas, pero el propio presidente del Gobierno se jacta de que va a acabar una legislatura en la que este domingo, fiel a su palabra, siempre de fiar, ha vuelto a poner el techo muy alto. Cuando le pregunten por lo sucedido en Paiporta, algo que no va a tardar en ocurrir ante el micrófono o la cámara de una emisora amiga, va a decir que lo hizo para proteger a Don Felipe de una ira que iba dirigida contra su persona y que, según el protocolo previsto, en caso de altercado se había decidido su inmediata retirada , un sacrificio institucional por el bien común. Más o menos. Todo por España.Pedro Sánchez ha sido víctima de una turba cuya injustificable violencia física ha de estar, sin duda, en el centro de cualquier discusión, pero la cobardía que el jefe del Ejecutivo exhibió en la localidad valenciana es directamente proporcional a su instrumentalización de la figura del Rey, al que utiliza como parapeto y escolta para -en muy contadas ocasiones, siempre en caso de tragedia- acercarse a una gente a la nunca se arrima, por miedo justificado y, más aún, porque no le importa. Este uso espurio de la Corona ya lo ensayó Sánchez durante la crisis del volcán de La Palma, bien tapado por Don Felipe en su único contacto directo con las víctimas del río de lava. Cuando coge el tren junto al Rey, sin riesgo de que la chusma lo insulte o se le eche encima, el presidente del Gobierno no duda en tomar la delantera.Tras pronunciar un discurso, el del sábado, en cuyas últimas líneas asumió sin pudor un papel que no le correspondía, el de una Corona que debe ser y es correa de transmisión social de los valores -unidad, solidaridad, igualdad- que incumple sistemáticamente en La Moncloa y las Cortes, Pedro Sánchez se apuntó el domingo a la caravana de los Reyes, los únicos que pueden trasladar a un colectivo de víctimas, en este caso de la riada, el sentimiento de la nación a la que representan. Iba de paquete. Como Mazón, que estuvo más valiente y no quiso dejar solo a Don Felipe, Sánchez no pasa de ser un gestor, un empleado público más o menos electo.Lo sucedido en Paiporta traslada a la opinión pública la imagen no solo reforzada de un Rey en el barro , víctima de una forma excepcional y presidencial de violencia vicaria, sino abandonada a su suerte por quien precisamente era objeto de la rabia. Pocos presidentes del Gobierno, siete llevamos desde el 78, han hecho tanto por la Corona como Sánchez con su espantada en la localidad valenciana. Dejar solo al Rey tras un cambio de opinión quizá sea, a la postre, su mejor servicio a España.
Jesús Lillo: El peor Sánchez, el mejor Rey
El presidente del Gobierno cambia de opinión y se da la vuelta en las calles de Paiporta
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