Vidal_Carroll
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El próximo sábado 9 de noviembre, la Archidiócesis de Sevilla celebrará con júbilo la beatificación del padre José Torres Padilla, sacerdote cuya dedicación a la formación de sacerdotes, religiosos y laicos marcó profundamente a generaciones de sevillanos. Aunque su caridad hacia los pobres y enfermos es ampliamente reconocida, otro de los aspectos de su vida que deja una huella duradera es su labor como educador y transmisor de la fe. Fue un auténtico maestro y guía de almas. Su existencia reflejaba humildad en su relación con Dios y en la relación con los hermanos. Su recomendación a las Hermanas de la Cruz al respecto es ya un clásico de espiritualidad: «no ser; no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera». Era tan duro y exigente consigo mismo como paciente y comprensivo con los demás. Su vida estuvo muy dedicada a la formación, a la predicación y al acompañamiento espiritual de las personas; desde su tarea como profesor y formador de sacerdotes y como canónigo en la Catedral de Sevilla hasta su servicio como confesor, el padre Torres Padilla fue un auténtico pedagogo de la fe, comprometido en la preparación de personas para el servicio de la Iglesia y en la llamada a vivir plenamente el Evangelio. Recibió el encargo de formar jóvenes que se sentían llamados al sacerdocio al ser nombrado profesor en el Seminario conciliar de Sanlúcar de Barrameda y posteriormente en el Seminario conciliar de Sevilla, llegando a ser catedrático de Historia, Disciplina Eclesiástica y Patrología. Para los seminaristas, era mucho más que un instructor académico, era un guía espiritual y modelo de vida cristiana. Su orientación educativa combinaba el rigor teológico con la formación moral y espiritual, de ahí que los alumnos le apreciaban tanto por sus conocimientos como por su pedagogía. Comprendía que el sacerdocio no era una carrera académica, sino una llamada a servir y transformar la realidad desde la espiritualidad y el amor cristiano. El padre Torres veía en sus estudiantes a futuros pastores y responsables de la fe del pueblo y por ello los preparaba para afrontar los retos de su tiempo con una visión marcadamente evangélica: un sacerdote debía ser un hombre profundamente unido a Cristo y capaz de comprender las necesidades de su comunidad, para poder ofrecer consuelo en el dolor y una luz de esperanza en tiempos de oscuridad. El nombramiento del padre Torres como canónigo de la Catedral de Sevilla fue una oportunidad para servir a la Iglesia desde una nueva perspectiva. Como canónigo, asumió diversas responsabilidades, entre las que destacaba la predicación y la orientación espiritual de los fieles. Su voz resonaba en los muros de la catedral con palabras profundas y sencillas que llegaban al corazón de quienes lo escuchaban. A través de su predicación, transmitía los fundamentos de la fe y despertaba también en los fieles el deseo de vivirla plenamente. El Señor le había concedido intensa vida de oración, a la vez que ciencia, experiencia y penetración psicológica para conocer el corazón humano. En Sevilla se le llamaba popularmente el «Santero», porque tenía fama de santidad y porque hacía santas a las personas que dirigía. Entre las personas que acompañó espiritualmente destacaron la dominica Bárbara de Santo Domingo, la cisterciense Ángela de Jesús, la mercedaria descalza María Florencia Trinidad, y santa Ángela de la Cruz, con la que colaboró en la fundación de la Compañía de las Hermanas de la Cruz, que fue canonizada por san Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003.La labor del padre Torres Padilla como educador y formador dejó una profunda huella en la Iglesia hispalense. Su intuición pedagógica continúa siendo un referente para quienes dedican su vida a la educación de futuros sacerdotes, dado que el modelo que impulsó, basado en la sólida formación intelectual armonizada con la caridad, la oración y el servicio, sigue inspirando a generaciones de sacerdotes que ven en él un ejemplo a seguir. Para las hermanas de la Compañía de la Cruz, que lo consideran Padre y cofundador junto a Santa Ángela de la Cruz, su figura también representa una fuente de inspiración. Su carisma educativo y su amor por la fe son valores que permanecen en este instituto religioso, que dedica su vida a la atención de los más necesitados. Podríamos aplicar al nuevo beato las palabras de Orígenes de Alejandría, padre de la Iglesia del siglo III: «El alma del ser humano, que es a imagen de Dios, puede contener en sí y producir de sí pozos, fuentes y ríos». Su vida fue un manantial que sigue calmando la sed de verdad y de plenitud de aquellos que en él reconocen un reflejo del corazón de Cristo. La beatificación del padre Torres Padilla es una oportunidad para que toda la familia diocesana celebre su vocación educativa y su entrega pastoral y caritativa. Su ejemplo nos recuerda que la transmisión de la fe y la enseñanza y son fundamentales en el camino cristiano. El padre Torres Padilla vivió su vocación educativa como un auténtico servicio a los demás, un don que procedía de la fuente viva que es Jesucristo.SOBRE EL AUTOR JOSÉ ÁNGEL SAIZ MENESES Arzobispo de Sevilla
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