Siempre que hablamos de gases de efecto invernadero, nos viene a la mente el archiconocido CO2, e incluso el metano o el propio vapor de agua. Fuera del conocimiento público, alejado de las personas que nos dedicamos a temas de transición energética o cambio climático, hay otro del que quiero hablar en profundidad por sus afecciones a la salud, el clima y a la agricultura. Es el ozono troposférico.
A diferencia del resto de gases, el ozono troposférico no se emite directamente desde una caldera residencial o desde la chimenea de una industria. Se conforma en la atmósfera cuando, gracias a la luz solar, interactúa en una serie de reacciones químicas, con otros contaminantes (precursores) emitidos por el ser humano, como el metano, los óxidos de nitrógeno, el monóxido de carbono o los compuestos orgánicos volátiles no metánicos (COVNM).
Es evidente que mitigar el impacto del cambio climático reduciendo el ozono troposférico tiene un potencial oculto y sin explotar. No obstante, su disminución tiene implicaciones positivas para la mitigación del cambio climático, pero también para mejorar la salud pública de los espacios urbanos. Si actuamos, se estima que se pueden eliminar 500.000 muertes prematuras y los 500 mil millones de dólares en costos económicos asociados con el ozono troposférico cada año. Además, mejorar los niveles de ozono troposférico puede incrementar los rendimientos agrícolas de cultivos básicos como el maíz, el arroz y el trigo, de los cuales dependen miles de millones de personas, muchos de ellos en pobreza o riesgo elevado, al ser fuentes bases de carbohidratos en las diferentes dietas.
¿Cómo podemos actuar?
Hay una evidencia empírica, recopilada en el informe de Clean Air Task Force (CATF) The Case for Action in Troposferic Ozone, de que existe grandes beneficios de actuar para su reducción. En Los Ángeles, Ciudad de México, Pekín y Europa se realizaron y aplicaron protocolos que lograron reducir con éxito los niveles de ozono troposférico a través del control específico de la contaminación.
Los Ángeles ha logrado una notable reducción del ozono troposférico gracias a una estrategia integral a nivel estatal que incluye programas como RECLAIM (reducción industrial de NOx y SOx), incentivos para tecnologías limpias y regulación de emisiones de productos domésticos. Estas iniciativas, coordinadas por la Junta de Recursos del Aire de California, buscan proteger a las comunidades más vulnerables y son un modelo para otros estados. Sin embargo, el progreso se ha ralentizado en los últimos años debido a fenómenos climáticos como olas de calor, sequías e incendios, que aumentan los niveles locales de ozono.
Existe otro caso de éxito. Entre 1998 y 2022, Pekín logró reducciones significativas en contaminantes clave como SO2 (97%) y NO2 (69%) mediante estrategias sofisticadas e integradas de control de la contaminación, que incluyen reducción de emisiones vehiculares e industriales. En colaboración con Tianjin y otras 26 localidades, implementó un marco regional innovador con planificación coordinada, monitoreo estandarizado y respuesta conjunta a emergencias, lo que mejoró la calidad del aire en toda la región. La ciudad también ha impulsado políticas económicas de incentivos, incrementando diez veces la inversión en calidad del aire en solo ocho años
En Europa, el Protocolo de Gotemburgo, firmado en 1999 y modificado en 2012, forma parte de este marco legal y fija límites de emisión por país para NOx, SO2, COVNM, amoníaco (NH3) y partículas finas (PM2.5). Exige mayores reducciones a los países con mayores emisiones, aquellos con mayores impactos en la salud humana o el medio ambiente, o donde las reducciones sean más económicas.
Además, la UE regula el ozono y sus precursores mediante otras legislaciones como la Directiva de Techos Nacionales de Emisión, la Directiva de Calidad del Aire Ambiente y objetivos de reducción de emisiones para sectores como la industria, el transporte y la generación de energía. Entre 2005 y 2022, las emisiones de NOx disminuyeron un 50% y las de COVNM más del 30%. Aunque los niveles de ozono fluctúan, la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA) reporta una tendencia general a la baja en la exposición de la población urbana a concentraciones elevadas de ozono, que pasó del 64% en 2003 al 19% en 2022. A pesar de estos avances, el ozono troposférico sigue siendo uno de los contaminantes más desafiantes.
¿Cómo seguir avanzando?
Existen pasos concretos que los gobiernos y otros tomadores de decisiones pueden realizar ahora. Muchos de estos están alineados con esfuerzos existentes, como el Compromiso Global de Metano y el cumplimiento de las Directrices de Calidad del Aire de la OMS. El informe de CATF explora políticas y medidas por sector y contaminante precursor, dado que cada lugar experimentará una mezcla diferente de precursores según sus fuentes y condiciones locales.
Simultáneamente, se necesita más investigación y liderazgo científico para comprender mejor los considerables beneficios de reducir el ozono troposférico y llenar las lagunas de conocimiento que dificultan mitigar el cambio climático a ritmo acelerado.
Las recomendaciones para legisladores, científicos y financiadores son acciones que se pueden tomar ahora, de manera urgente. Es necesario dar pasos audaces para asegurar los considerables beneficios que estas medidas traerán, incluyendo una mitigación más rápida del cambio climático, aire más limpio para miles de millones de personas y una mejora en la seguridad alimentaria global.
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