Luciano_Spencer
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Sara tiene 30 años. Desde que llegó a España en 2018 se encarga de cuidar a doña Carmen, las veinticuatro horas del día, en su casa de Utiel, a muy pocos metros de la ribera del río Magro. Nuestra protagonista es fuerte, alta, dulce y apenas puede contener las lágrimas cuando le pregunto por su hazaña. Nació en Larache, al sur de Tánger (Marruecos), donde residen sus padres. Sara dice que para ella doña Carmen es «la abuela».El martes por la tarde , el agua empezó a inundar el piso bajo de su casa. La huella muestra que la ola llegó hasta los dos metros de altura. El pánico estalló cuando la inundación sobrepasó la silla de ruedas de Carmen. Entonces, con el agua ya hasta el cuello de la abuela, Sara la abrazó como pudo y con todas sus fuerzas logró subirla hasta la buhardilla del piso de arriba. Allí, las dos permanecieron empapadas, muertas de frío, cubiertas de barro y sin teléfono móvil. Les esperaban unas horas interminables durante las cuales solo pudieron comunicarse a gritos con Yolanda, la vecina de enfrente.Doña Carmen daba signos de hipotermia: la boca seca, con tiritona y sin emitir sonido alguno. Entonces Sara decidió bajar y se sumergió, jugándose otra vez la vida, en busca de una garrafa de agua. Y lo hizo a tientas, a punto de ahogarse, para mojar los labios de la abuela con agua potable.La señora padece un alzhéimer en fase avanzada. Ya no es capaz de reconocer ni a su hija Mari, pero con el agua al cuello aún llegó a decir que el final parecía estar cerca: «Aquí nos morimos todos». Pasaron las horas. El resto de la familia no podía comunicar con ellas. Se temieron lo peor. Hasta que, ya de madrugada y entre los gritos del vecindario de esa calle Ramón y Cajal, fueron rescatadas por la Guardia Civil. Un agente sacó primero a pulso a doña Carmen desde la ventana del piso de arriba. Luego hizo lo propio con Sara. En pocos minutos, en una lancha con más vecinos, fueron trasladadas al centro de salud de Utiel. Ya por la mañana, uno de sus nietos las localizó por un teléfono de la Policía Local. Secas, más tranquilas, sin frío... vivas. Poco después, su hija Mari, que vive en Requena, se reencontró con ellas. Sara llora cuando recuerda lo vivido. Me cuenta que sus padres en Marruecos están muy orgullosos pero, eso sí, doña Carmen no recuerda nada (o no lo puede contar) por culpa del maldito alzhéimer.PD. Pisando el desastre, mientras la propia Sara lanzaba la silla de ruedas llena de barro a una montaña de escombros , superheroínas como esta cuidadora marroquí nos dio otra lección de tantas cosas. «Me acuerdo de este día muy fatal para mí. Para la abuela también. Cuando el agua estaba más arriba del cuello, la cojo no sé cómo y para arriba, con mucha fuerza... Gracias a Dios». «Gracias a Dios, la abuela está viva. Porque también es mi abuela», me dijo con la cara llena de barro.
Ángel Expósito: El milagro de Sara
La cuidadora marroquí de una enferma de alzhéimer que le salvo la vida, ya con el agua al cuello, en Utiel (Valencia)
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