‘El menú’: entretenido ‘thriller’ de cocina en el infierno de la vanidad

einar.beahan

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27 Sep 2024
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La cocina y los programas de cocina están tan de moda que casi se podría decir que se hacen demasiadas películas y series de cocina, si no fuera porque algunas de las últimas, además de grandes éxitos, han mostrado suficientes valores extrínsecos a los fogones como para poder valorarlas en su máxima extensión, y no solo como muestra de un subgénero para admiradores y fanáticos.

Hierve (2021), de Philip Barantini, con su agitador plano secuencia y su ritmo del demonio, y la serie The Bear (2022), creada por Christopher Storer, con su eterno conflicto de clases, su tragedia familiar y su frenesí, han sido las últimas. Y aunque haya que olvidarse de espantos como la singapurense Una receta familiar (2018) y la japonesa El cocinero de los últimos deseos (2017), y de insignificancias disfrazadas de singularidad como la india The Lunchbox (2013), ahora la estadounidense El menú llega para refrendar el buen momento culinario en las pantallas. La apuesta es un thriller de entretenimiento y suspense, trufado de sátira sobre los restaurantes de lujo, mala uva meta cinematográfica, acerada crítica social y un desafío por el arte como única forma de vivir y hasta de morir.

Una experiencia culinaria única. Así se vende el restaurante de la película, solo apto para bolsillos extraordinarios, 1.200 euros por cabeza, situado en una isla privada y apartado de cualquier ciudadanía al margen del propio establecimiento y sus trabajadores. Y hasta allí llega una serie de comensales, todos ellos distintos en formación y objetivos respecto de la comida, y con dos únicos puntos en común: tienen suficiente pasta como para pagar la noche, y en cierto modo han sido elegidos por el chef para poner en ellos su arte, su odio e incluso sus cuchillos. El resultado es una experiencia cercana a lo teatral —aunque con un buen sentido visual por parte de Mark Mylod, de amplia experiencia en la televisión—, sucesivamente inquietante, procaz, graciosa, cruel y macabra. De limitada profundidad, pero efervescente.

En su primer e imaginativo guion para cine, Seth Reiss y Will Tracy disparan con bala en múltiples direcciones: hacia los críticos gastronómicos (extensivo, por supuesto, a los cinematográficos), por su excesivo poder para levantar y hundir carreras; hacia los que nada entienden de gusto, placer y sensaciones, y solo porque tienen posibles son asiduos a este tipo de lugares, pese a su insensibilidad; hacia los jóvenes nuevos ricos de las corporaciones financieras; hacia la dictadura de la imagen y la fama; hacia los fanáticos de las más sofisticadas técnicas que no saben cocinar algo rico y rápido; y hacia la obsesión por la parafernalia exterior que envuelve platos que son la pura nada. En definitiva, hacia la pretenciosidad y los nuevos modos de la alta cocina como expresión de un ejército de cocineros dispuestos a todo, incluso a la degradación más risible, en pos del triunfo.

Un conglomerado de odios que envuelve a los personajes, siempre dominados por el chef que interpreta a la perfección Ralph Fiennes, de mirada abrasadora, dicción en la que se escupe cada sílaba e implacable ritmo en su fraseo lento y elegante, conformando finalmente una experiencia que podría entroncar tanto con un cluedo a lo Agatha Christie como con un Saw bajo en calorías. Una comedia negra sobre la tontería social contemporánea, un thriller sobre el imposible sueño de la perfección, y una sátira sobre el engreimiento, la estupidez y la más insana de las venganzas.

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