El mar de los hermanos Torres

beatty.garrison

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Los hermanos Torres han abierto Eldelmar en el nuevo y espléndido Moll de Gregal del Puerto Olímpico de Barcelona. El mérito de esta hermosa resolución es de Jaume Collboni . Cuando era teniente de alcalde de Ada Colau concibió y planificó el cambio y como alcalde ha hecho las obras para materializarlo, que se aceleraron con la Copa América. La empresa municipal BSM, dirigida por la muy eficaz Marta Labata, ha sido el motor de la brillante transformación. El paseo hacia el restaurante es por lo tanto muy agradable y su ubicación privilegiada. Espacio diáfano, confortable. Entras y enseguida estás bien. Servicio excelente, como es habitual en los restaurantes de los Hermanos. Camareros amables, eficaces , que tienen bien tomada la justa medida de su presencia en la mesa. El somelier, a favor de tus gustos y no de los suyos. El maitre diligente, atento, pendiente de todo sin hacerse pesado ni queriendo ganar puntos baratos con servilismos afectados. Es difícil encontrar en Barcelona un servicio tan sinceramente bueno. Noté un esmero en todos por ser lo que ahora se llama «transparentes». En los vinos sugeridos nos indicaban claramente –pero sin ofensa– el precio; el cocinero que presentó los pescados y los mariscos, los pesó y a continuación nos mostró lo que nos iban a costar para que estuviéramos a tiempo de cancelar el pedido si nos parecía excesivo.La rapidez en servirnos fue otra característica del almuerzo. La espera crea incomodidades y sensación de hartazgo. Pese a que la casa juega al volumen, y no creo que me equivoque demasiado si digo que de 13:00 a 15:30 del domingo dieron de comer a más de 200 personas, es académico el detalle con que cada mesa es atendida. Algún camarero local, muchos argentinos. La camarera que nos recomendó los postres, italiana, se acercó a la mesa cuando terminamos para saber si nos habían gustado. Lo hizo con gracia, con clase, una pincelada de luz . Yo ya no sé si esto es excepcional o solo me lo parece por ser de Barcelona y está acostumbrado a un servicio tan malo como el que normalmente ofrece mi ciudad. Estuve pensando en ello durante el almuerzo: que me causara extrañeza la simple amabilidad y eficacia de los camareros y maitres me hacía sentir no del todo ubicado como cliente. «Tal vez un visitante madrileño o andaluz no daría tanto valor a este servicio», me dije, y pensé en cómo reflejarlo en el artículo sin decirlo exactamente, pero pienso que decirlo exactamente es lo más justo para la casa, para los visitantes de fuera de Barcelona y para que los barceloneses reflexionemos sobre si para siempre vamos a aceptar que nos traten como ganado en restaurantes donde por cierto nos dejamos auténticas fortunas.Luego está la comida, que no fue mala, ni injusta. No era de mala calidad ni su preparación estaba fuera del terreno de juego de lo aceptable. Pero no tenía ningún interés y la luz del servicio se entristecía en el plato. Es el drama de los hermanos Torres . Su transparencia no sólo afecta a la relación comercial con el cliente sino también a su cocina. Transparencia por inanidad, por falta de personalidad, por tibieza. Un brioche con anchoa en la era en que el Bulli nos ha enseñado cómo resolver estas esponjosidades de mil maneras distintas, estaba duro, mojado, excesivo, y por supuesto anulaba a la pobre anchoa, que de todos modos no presentaba credenciales y además para acabar de rematarla le habían puesto cebollino por encima. ¿A quién se le ocurre? El tartar de lubina era un 6, la picaña era aceptable pero sólo aceptable, las croquetas de jamón empataban con el vago recuerdo de cuando se cocinaba bien en los colegios; y el arroz con el que nos vendieron las almejas y los carabineros –muy buenos, lo mejor– fue correcto aunque insulso. El precio, 424 euros entre 5 personas. Adecuado, moderado, proporcionado. Ningún reproche. Ni los vinos están excesivamente cargados, ni hubo abuso en el precio de mariscos y pescados. Esto hay que dejarlo claro.Pero precisamente «ningún reproche» es el sentimiento que te queda cuando sales de Eldelmar. Has estado bien, en un restaurante bien construído y mejor diseñado ; la visión del puerto es placentera, da tranquilidad ver grandes veleros y yates; te han tratado muy bien; y en la comida ni te han robado ni te han ofendido, lo que no es menor, sobre todo en restaurantes situados en zonas turísticas. Pero tampoco te ha aportado nada: ningún destello, ningún nervio, ninguna inspiración. Los hermanos Torres crean buenos escenarios, altas expectativas, ambientes realmente agradables pero luego a la hora de cocinar les falta mala leche, profundidad, talento. Tanto en Eldelmar como en su tres estrellas Michelin, también un excelente local, con un servicio maravilloso, pero una cocina que queda mejor en las fotografías que en la mesa: y no es que me moleste lo primero, y de hecho hay que felicitar a los gemelos por el gran éxito mediático que han conseguido tener y que no es fácil, pero lo segundo es un problema. Noticia Relacionada shambhala opinion Si Una semana en el Connaught Salvador Sostres Este hotel situado en Carlos Place, tal vez la plaza más sexy del mundo, ha encontrado el equilibrio entre el nuevo negocio y la vieja eleganciaDe hecho es un problemón. Porque claro, si fuera un restaurante feo, incómodo y de servicio desagradable pues con no ir más bastaría; pero todo el mundo es tan encantador en esta casa, todo el mundo se preocupa tanto de que estés bien y de que no te falte nada, que te da realmente pena que luego los platos no alcancen un cierto nivel para poder celebrar la fiesta en su conjunto . Da rabia que la cocina no sea plenamente satisfactoria porque entonces no puedes ir con asiduidad si quieres que tus compañeros de mesa te tomen en serio cuando les dices que les llevas a un buen restaurante a cenar, por el que además tendrán que pagar sus 90 euros, que no es un precio descabellado, pero son 90 euros a cambio de una cocina anodina, destensada.Repetiré en Eldelmar porque desde que cerró El Bulli me importa mucho más que me traten bien que comer bien . Como Góngora, ya nada temo más que mis cuidados y no me importa gastar con largueza. Pero iré cuando esté seguro de que voy a pagar sólo yo. Si alguien está pensando en alta cocina, tanto creativa como de mercado, o simplemente en comer bien o muy bien por 90 euros con unas fiestas agradables, tiene en Barcelona destinos mucho más recomendables.

 

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