‘El maestro que prometió el mar’: la memoria histórica perdida

lauretta.hyatt

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Pese a ser una película demasiado melosa y con desequilibrios de peso en una de sus partes, la del presente, El maestro que prometió el mar se sostiene en gran medida gracias a la interpretación que hace el actor Enric Auquer del maestro republicano Antoni Benaiges. La entusiasta ternura con la que Auquer evoca al personaje captura, como lo hace la única fotografía que existe de Benaiges con sus discípulos, un instante perdido y revelador de memoria histórica.

La huella de Antoni Benaiges desapareció en los primeros días de la Guerra Civil. Ni su familia ni nadie volvió a saber de él hasta más de 70 años después de su detención por un escuadrón falangista. La historia de este maestro republicano resurgió en 2010, cuando se empezaron a investigar los restos de la primera fosa común encontrada en La Pedraja, un paraje de Burgos plagado de enterramientos. Entre el centenar de muertos contabilizados en ese lugar no se encontraron los restos de Benaiges, pero sí emergió su memoria, la de un hombre excepcional que cambió la vida de los alumnos de la escuela del pueblo burgalés de Bañuelos de Bureba.

Enric Auquer, como Antoni Benaiges y su clase, en 'El maestro que prometió el mar'.

Como tantos maestros desperdigados por la España rural bajo el impulso del proyecto pedagógico de la Segunda República, Benaiges era un docente apasionado que puso en práctica con sus discípulos un sistema conocido como Freinet, que consistía en una innovadora técnica basada en el trabajo de los alumnos con una pequeña imprenta que les permitía confeccionar sus propios cuadernos de escritura y lectura. Basada en el libro homónimo del periodista Francesc Escribano y en la documentación del fotógrafo Sergi Bernal, la historia de Benaiges también ha inspirado una obra de teatro de Alberto Conejero, que este verano fue cancelada en Briviesca (Burgos), por el nuevo equipo municipal del PP.

La foto auténtica de Benaiges con sus alumnos de Burgos.

La película, dirigida por Patricia Font, se mueve entre el último curso de Benaiges, idealizado en la memoria de sus alumnos, y ese presente hostil cuando se trata de hurgar en el pasado. El punto de vista del presente es el de la nieta de un exalumno, interpretada por Laia Costa. Un personaje que sufre una baja por algo que no se acaba de concretar, lleno de lagunas y preguntas que la película no se molesta en resolver: ¿por qué está siempre enfadada? ¿A qué se debe la animadversión hacia su madre? El silencio del abuelo ha encontrado un altavoz en su nieta pero esa transmisión fundamental no se traduce en imágenes, y cuando lo hace, como en la secuencia final, su emotividad queda empañada por una resolución algo ramplona.

El presente, tan crucial como poco afinado, se abre sin embargo a la evocación de la historia del maestro, su clase y el pueblo. Se trata de un hombre joven, alejado del otoñal Fernando Fernán-Gómez en La lengua de las mariposas, la película de José Luis Cuerda que en 1999 recuperaba la memoria de los maestros represaliados. Y es ahí donde la película de Font encuentra sentido gracias al talento de Auquer para hacer suyo ese imaginario elegíaco en el que un maestro cargado de futuro encuentra su fatal destino.

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