Kamille_Flatley
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Se percibe en las calles, lo confirman los resultados electorales y lo reconocen las dos principales entidades independentistas: Cataluña está pasando página de los años del 'procés'. Aunque el apoyo electoral a las opciones secesionistas sigue siendo muy importante (43,6% de voto en las pasadas elecciones), la constatación de que Cataluña está en una fase distinta se constata de manera principal en el papel y dinámicas contrapuestas en las que están inmersas las dos entidades que durante la década negra catalana actuaron como motor civil del 'procés': Assemblea Nacional Catalana (ANC), empeñada en un unilateralismo ya superado, y Òmnium, que ahora incide más en el discurso cultural y social tras años de activismo político. En sus años álgidos, especialmente la ANC, atesoraron una gran potencia política, alimentada por unos partidos que delegaron en ellas la movilización callejera y el activismo en ese periodo. Las masivas manifestaciones de cada Diada fueron un acelerante del 'procés' y, hasta cierto punto, los líderes independentistas actuaron empujados por esa ola de movilizaciones. Eran otros tiempos. La derrota de 2017 generó una corriente de desencanto y menor movilización que ha acabado culminando en el relevo al frente de la Generalitat, por primera vez desde la recuperación democrática sin presencia nacionalista o independentista en su gobierno. El estado depresivo en el que se ha sumido el secesionismo es especialmente visible en la ANC, presidida ahora por Lluís Llach y convertida desde hace años en 'búnker' indepe, para usar la misma terminología con que se definió al franquismo que no asumió los vientos de cambio en España. Furibundos detractores de la estrategia pactista de ERC , la ANC fue también muy crítica con el acuerdo entre Junts y el PSOE para la investidura de Pedro Sánchez. Pese a las concentraciones, advertencias y proclamas varias, a cada cual más desesperada, ni uno ni otro partido les hicieron caso, y la confluencia con el PSOE, para investir primero a Sánchez, y luego con el PSC, para permitir a Salvador Illa gobernar, fue un hecho. Alérgicos al principio de realidad, la ANC usó y sigue usando el mismo lenguaje y maneras que en los años críticos del 'procés ', como si nada hubiese pasado en Cataluña desde entonces y creyéndose aún que los cambios políticos pueden precipitarse con una movilización por otra parte menguante. Es en este contexto en el que la ANC se dispone a aprobar en una asamblea general extraordinaria que tendrá lugar del 15 al 19 de enero de forma telemática su nueva «hoja de ruta» para culminar la independencia , texto que aprobó a principios de diciembre su Secretariado Nacional. Aunque a dicho documento los afiliados han podido presentar enmiendas –ahora en proceso de revisión– y el texto definitivo es el que saldrá de la asamblea, el tono, fondo y diagnóstico que trasluce es inequívoco y se podría resumir del siguiente modo: patada hacia adelante ante la constatación de la derrota. En este contexto, la ANC señala la recuperación de la «unilateralidad» como estrategia central del independentismo, asumiendo a la vez que el secesionismo está en una fase de « desmovilización », tal y como se reconoce internamente. Para ello, proponen una estrategia de «renacionalización» que, aseguran, pasa «por la denuncia de los efectos nefastos de la ocupación española». En este contexto, y asumiendo de manera implícita que se está muy lejos del escenario de 2017, desde la ANC se propone superar la fase de atonía actual con la «multiplicación de acciones puntuales y grandes campañas de protesta contra los efectos sociales del expolio fiscal y contra la desnacionalización». «En un momento de escepticismo sobre las posibilidades de lograr la independencia, las luchas por problemas concretos devolverán la confianza de nuestro pueblo en su fuerza imparable», tal y como resumía en un documento interno Josep Pinyol, coordinador de estrategia de la entidad.La disociación entre deseo y realidad se hace pues evidente cuando en las calles y en las plazas la « fuerza imparable » se traduce en concentraciones cada vez menos concurridas y un apoyo a la independencia en retroceso, tal y como se constató en las elecciones autonómicas de mayo y confirman los datos del último barómetro del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), que reveló que el 54% de la ciudadanía rechaza la secesión frete al 40% que la apoya.La «hoja de ruta» que aprobará la ANC constata también el divorcio total con los partidos, al sostener la entidad que es necesario que «rompan sus pactos con los socialistas en todas partes». «Mientras sean aliados del PSOE en España no podrán hacer oposición creíble en el Parlamento », apuntan en alusión a Junts y ERC a la vez que arremeten contra su actual bestia negra, un «gobierno españolista» presidido por Illa que es «completamente subsidiario del gobierno español». Es la última consecuencia del ciclo de derrotas electorales para el secesionismo que comenzó en las municipales de mayo de 2023, prosiguió luego con las generales de ese verano y acabó con las autonómicas de la pasada primavera. La percepción interna, pese a la épica en el lenguaje y la descripción de escenarios que son más bien trampantojos. es de que se está perdiendo la batalla del relato. Lo reconocía de manera explícita otra voz destacada en la ANC, en este caso la de su coordinador de la comisión de Estructuras de País, Julià de Jòdar, que no escondía la autocrítica al señalar que los políticos «fallaron», pero porque « les dejamos fallar », ya que tras la proclamación de la DUI (27 octubre 2017) «volvimos a casa». Ahora, reconocía cuestionando cierta visión «idealista» de la hoja de ruta de la ANC, el escenario es otro, peor en cualquier caso, en tanto que la relación entre «movimiento de calle y poder constituido» está rota, tal y como señalaba en un artículo en 'Vilaweb'. En resumen, la ANC está sola.Noticia Relacionada estandar Si ERC y Junts se revuelven contra la entrada de la Policía y la Guardia Civil en el 112 Elena Burés El independentismo considera que integrar a los cuerpos es «españolizar» el sistema, pese a que el cambio acordado en la Junta de Seguridad permitirá mayor rapidez ante cualquier incidenteEl reconocimiento de la derrota independentista también se hace en Òmnium Cultural, aunque en este caso de manera más explícita y leyendo la realidad de forma más ajustada. Su presidente, Xavier Antich, así lo reconocía en su mensaje de fin de año a sus socios, a los que animó a dar un giro de 180 grados para acabar con un ciclo político de « desaliento y frustración que nos ha paralizado como movimiento», reconocía. En este contexto, y en contraste con la llamada a la confrontación directa que propugna la ANC, un «nosotros solos» para el que ya no cuentan ni con los partidos, en Òmnium se entiende que la única manera de superar esta fase depresiva es seguir apostando por lo que definen como un «nosotros inclusivo». «Esto es la construcción nacional: sumar nuevos catalanes en un país que quiere volver a ser tierra de oportunidades», apuntaba un Antich de tono, formas y fondo muy alejado de la ANC: lengua, cohesión social, integración...Auge y declive de la ANC, de llenar las calles a la irrelevancia social El termómetro más fiel de la capacidad de movilización independentista es la manifestación de la Diada. Si la de 2012, la primera masiva, sirvió para empujar a Artur Mas a adelantar las elecciones y dar por iniciado el 'procés', la de 2024 marcó el punto más bajo. De una a otra fecha se traza el arco del auge y declive de un movimiento ahora desfondado. En la última convocatoria, la Guardia Urbana de Barcelona contó a 60.000 personas, 55.000 menos que en 2023, la cifra más baja de la serie histórica. al mismo nivel que la de 2020, en plena pandemia y con severas restricciones. A años luz de la convocatoria de 2014, cuando la policía local llegó a contar 1,8 millones en la marcha monstruo de Barcelona. El declive en la capacidad de movilización es paralelo a la del número de afiliados a la ANC. Aunque la entidad no facilita cifras, en su momento álgido llegó a aglutinar a unos 100.000 afiliados, la mitad de ellos de pleno derecho, algo que se traducía en una tesorería boyante, alimentada también por el muy profuso 'merchandising' lanzado con cada Diada. En contraste, Òmnium, que aparte de su papel como movilizador independendista en los últimos años se centra en la promoción de la cultura catalana, tiene una trayectoria más dilatada (1961), cuenta con 176.000 socios y un patrimonio valorada en 10,3 millones, tal y como se recoge en su Memoria de 2023. Con un diagnóstico parecido, pero con estrategias divergentes, la nueva realidad catalana ha descolocado a las dos grandes entidades que protagonizaron una etapa felizmente superada. El independentismo civil asume su derrota y trata de no caer en la irrelevancia. Cada vez se les escucha menos. Cataluña está a otra cosa.
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