El imperio del narco asedia España

crystel.keebler

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Lesiones cerebrales, daños en el sistema inmune, ataques cardíacos, tumores malignos, además de depresión y esquizofrenia, entre otros trastornos mentales. La lista de patologías vinculadas al consumo de drogas es tan larga y aterradora que cuesta entender que haya gente dispuesta a asumir tan temibles riesgos. Si la capacidad que los estupefacientes tienen de destruir la vida de las personas es un problema sanitario y social de primera magnitud, no lo es menos el potencial corruptor de los ingentes recursos que genera el narcotráfico. Grandes volúmenes de dinero negro susceptibles de comprar voluntades de jueces, policías, políticos y cuantos elementos de la estructura del Estado requieran para actuar con mayor holgura e impunidad. Hay países donde la fortaleza de los cárteles de la droga supera con creces a la de sus gobiernos hasta convertirlos en Estados fallidos. España no es el caso, nuestro país ha combatido y combate a las bandas de narcos con una determinación y un nivel de eficacia que, aun estando lejos de lo deseable, puede homologarse al de los Estados menos permeables a los corruptores.

Hasta ahora siempre hemos percibido como excepcionales los casos en que funcionarios públicos han cedido a la tentación del dinero fácil implicándose en la urdimbre delictiva de los traficantes. Sorprendió por ello a principios de noviembre el arresto de ese agente de policía que ocultaba 20 millones de euros en las paredes de su chalet. Era nada menos que el jefe de la sección de delitos económicos de la Brigada Provincial de Policía Judicial de la Jefatura Superior de Madrid. Le detuvieron junto a su esposa, también agente de policía, y, por el cargo que ocupaba en el organigrama policial y la cantidad de dinero incautada, se sospecha que lo destapado podría ser solo la punta del iceberg. Un mazazo para la institución a la que debían servir y que habrá de investigar a fondo hasta dónde alcanza el tejido agusanado de su estructura.

Visto lo visto, y por mucha confianza que tengamos en nuestros servidores públicos, nunca debiéramos desestimar el poder corruptor de las organizaciones criminales que en los últimos años parecen haber encontrado en España su paraíso de acomodo. A finales del pasado año se habían detectado casi 500 grupos de crimen organizado en nuestro país, una treintena más que el año anterior. Es un magma delictivo muy dinámico en el que compiten entre sí a sangre y fuego por controlar los territorios más rentables para la distribución de la droga. Aquí tenemos repartiéndose España y haciendo caja a colombianos, rusos, marroquíes, belgas y chinos, que entre ellos intentan no entrar en conflicto mientras las mafias del este se intentan imponer desplazando a las de otras nacionalidades. En Galicia, por ejemplo, son los albaneses, serbios o croatas quienes se reparten ese bacalao.

En el 2023 se batieron todos los registros en lo que a tráfico de estupefacientes se refiere. Son datos de la Fiscalía Antidroga que muestra especial preocupación por el incremento de la producción de marihuana de la que somos ya, aunque resulte sorprendente, el principal productor de Europa. Su cultivo se ha extendido en pisos okupados y sobre todo en zonas despobladas de la España vaciada donde la vigilancia es mínima. Las fuerzas de seguridad no descansan y en el último año se triplicó el volumen de cocaína incautada, pero su tarea es tan inabarcable que los recursos de que disponen resultan insuficientes para frenar la expansión de los narcos. Hay que poner más medios, la guerra contra ese imperio maldito no la podemos perder.

 

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