Ulises_Turner
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Pili Casales de Miguel (Pamplona, 84 años) conoció al que luego fue su marido –Miguel- en el grupo de danzas vasconavarras Dantzaris de Pamplona/Duguna Iruñeko Dantzariak, más conocido como Duguna – “Lo que tenemos”, en euskera-. Ella entró en el año 57 y hasta que se marchó, en el 68, viajaron por media Europa y Estados Unidos. Llegaron a actuar en Nueva York en 1965. “En esa época hacíamos muchísimos viajes. A Italia íbamos casi todos los veranos, a París también, y luego, por aquí, por Iparralde, viajábamos todos los fines de semana de verano”, recuerda. Para estos jóvenes, nacidos y criados en el franquismo, supuso un auténtico revulsivo salir de la “Pamplona del 57, que era un poco triste”. Fue tal su implicación, que Pili y Miguel adelantaron la fecha de su boda para no perderse un viaje a Venecia, donde iban a actuar. Es más, durante su luna de miel, cuando aun el Whatsapp era una utopía, estaban pendientes de los ensayos: “Nos fuimos unos días y estábamos tan metidos en el grupo que todas las tardes llamábamos para ver cómo estaba todo, cómo iban los ensayos... Nosotros por ahí de viaje, pero siempre pensando en Pamplona”, rememora riendo. Pili fue “la segunda o tercera generación” que alegró las calles de Pamplona bailando en las fechas más señaladas. Hoy, 6 de julio de 2024, la ciudad honra los 75 años de trayectoria del grupo. Hoy Duguna ha sido elegido por la ciudadanía para prender la mecha del chupinazo que da inicio a las fiestas de San Fermín.
Duguna cumple 75 años, pero no siempre se llamaron así, cuenta Gerardo Lecea (Pamplona, 91 años). Lecea formó parte del grupo de dantzaris que precedió a Duguna hasta el año 58, cuando tuvo que marcharse a Madrid por motivos laborales. “Cuando se fundó en 1949, era el grupo de dantzaris del Ayuntamiento de Pamplona. Yo no entré en la primera actuación, pero sí en el primer grupo. Fui el primero que empezó a ensayar de los tres que quedamos y esto fue a principios de los 50″. El nombre lo cambiaron pocos años después a raíz de un espectáculo folclórico musical que estrenaron en el Teatro Gayarre en el año 54 y que se denominó Duguna. Un gran espectáculo, cuenta Lecea, que fue un éxito importante porque en él actuaba la orquesta Santa Cecilia, hoy Sinfónica de Navarra. Lo representaron en Bilbao, Vitoria, Estella, Tudela e incluso, recuerda “ante el cuerpo diplomático en San Sebastián porque entonces Franco veraneaba allí”. “Éramos un grupo enorme y eso era imposible mantenerlo porque costaba un dineral”. En el año 88, por cuestiones jurídicas, pasó a constituirse como una asociación independiente y adoptó el nombre de Duguna. Hoy en día el consistorio lo contrata para actuar en las fechas más señaladas.
A pesar de no seguir bailando, tanto Casales como Lecea han continuado vinculados a Duguna. En el caso de la primera, su hija, dos hermanos y su marido han bailado también en el grupo. “Aquí en casa llevamos muy dentro la danza vasca”. Duguna ha marcado su vida hasta tal punto que todavía, a sus 84 años, mantiene su grupo de amigos: “Mi cuadrilla sigue siendo de gente de Duguna. Cada uno hace su vida y, aunque nos veamos poco, sí que seguimos teniendo relación”. Los dos empezaron muy jóvenes, igual que Aritz Ibañez Lusarreta (Pamplona, 45 años), el actual director del grupo. Lleva más de tres décadas siendo dantzari de Duguna. “Estuve tres o cuatro años en el grupo txiki y luego ya con 15 años pasé al grupo de los mayores”. Son treinta años en el grupo de adultos, de los que 21 ha sido su director. Desde entonces, igual que en los años previos, el grupo ha mantenido su esencia, aunque han evolucionado: “El grupo se creó para bailar en las fiestas de Pamplona y representar a la ciudad y sigue haciendo eso mismo. Lo que pasa que han cambiado las modas, ha cambiado la sociedad. La manera de bailar y de funcionar va cambiando”.
De hecho, explica Ibañez, en los últimos años han aprovechado “el bagaje que tiene el grupo y el que hemos ido adquiriendo en estos últimos años para crear repertorio nuevo para Pamplona, sin dejar de lado las danzas que bailábamos antes”. Pamplona ha sido una ciudad con mucha tradición de danza desde el siglo XVI hasta principios del XIX, añade, pero luego, la sucesión de guerras y otras circunstancias provocó que el baile desapareciera de los ceremoniales. Se recuperó en el 49, con la creación de este grupo y, desde entonces, se ha hecho una importante labor de investigación para recuperar las danzas tradicionales. Ello les ha ayudado a ir más allá: “Muchas veces pensamos que la tradición es que esto no se toca porque ha sido así siempre, pero si la tradición o la danza o cualquier cosa no se amolda los tiempos y no va cambiando acorde con los valores de la sociedad, pues seguramente se desconectará, perderá su valor, su función”.
Una actualización del repertorio que convence a los más veteranos. Para Lecea, “Duguna ha adoptado una postura muy razonable al crear bailes regionales y no solo interpretar los bailes clásicos que nosotros bailábamos y que eran conocidos en todo el País Vasco y Navarra. Han hecho mucho esfuerzo”. En la misma línea, Casales subraya la evolución de los últimos años: “Han cambiado todas las danzas. Siempre habrán ido cambiando, claro, pero nos parecía que las auténticas eran las nuestras. Ahora han conseguido hacer bailes para aquí”. También se han actualizado los trajes, apunta. “Ha cambiado la vestimenta, ha cambiado todo. Nosotros también éramos más austeros. Nosotras solo teníamos uno y ahora tienen muchísimos trajes y me parece estupendo, muy bonito”. Son trajes diseñados por profesionales artesanos. Entre ellos, una de las dantzaris –Itziar Zaldua-, que confecciona algunas de las prendas. “Intentamos que la ropa nos vista en la misma medida o al mismo nivel que intentamos bailar. Que todo acompañe”, dice Ibañez.
La evolución del grupo no se entiende sin la convivencia de la veteranía y la juventud, de la tradición y la innovación. Un dantzari, si no quiere y el cuerpo le deja, no se retira, asegura Ibañez. “En San Saturnino del año pasado -patrón de Pamplona-, empezamos a celebrar el 75 aniversario con una soka-dantza (danza de cuerda) en la que participaron 150 dantzaris. Entre ellos había alguno de más de 80 años bailando con una soltura que ya quisiera yo a esa edad”, sonríe el director. Hay algunos que tienen que dejarlo porque los ensayos son exigentes. De media, se entrenan seis horas a la semana. “Si montamos espectáculos, pues esos tres días igual se aumentan. Ha habido semanas, que no son muchas durante el año, que nos ha tocado bailar todos los días, de lunes a domingo”. El esfuerzo tiene su recompensa cuando toca enfundarse el traje y salir a bailar. Es difícil elegir un día favorito, pero Ibañez se queda con un momento: la procesión del 7 de julio, la procesión de San Fermín. “El grupo fue fundado para bailar en Sanfermines y, como dice Juan Antonio Urbeltz -antropólogo y folklorista-, la procesión es una refundación de la ciudad. Ya hemos llegado otro año a este día, ya estamos aquí y los que estamos, hemos llegado bien. Algunos habrán quedado por el camino, pero vamos a celebrar que seguimos aquí”.
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Duguna cumple 75 años, pero no siempre se llamaron así, cuenta Gerardo Lecea (Pamplona, 91 años). Lecea formó parte del grupo de dantzaris que precedió a Duguna hasta el año 58, cuando tuvo que marcharse a Madrid por motivos laborales. “Cuando se fundó en 1949, era el grupo de dantzaris del Ayuntamiento de Pamplona. Yo no entré en la primera actuación, pero sí en el primer grupo. Fui el primero que empezó a ensayar de los tres que quedamos y esto fue a principios de los 50″. El nombre lo cambiaron pocos años después a raíz de un espectáculo folclórico musical que estrenaron en el Teatro Gayarre en el año 54 y que se denominó Duguna. Un gran espectáculo, cuenta Lecea, que fue un éxito importante porque en él actuaba la orquesta Santa Cecilia, hoy Sinfónica de Navarra. Lo representaron en Bilbao, Vitoria, Estella, Tudela e incluso, recuerda “ante el cuerpo diplomático en San Sebastián porque entonces Franco veraneaba allí”. “Éramos un grupo enorme y eso era imposible mantenerlo porque costaba un dineral”. En el año 88, por cuestiones jurídicas, pasó a constituirse como una asociación independiente y adoptó el nombre de Duguna. Hoy en día el consistorio lo contrata para actuar en las fechas más señaladas.
A pesar de no seguir bailando, tanto Casales como Lecea han continuado vinculados a Duguna. En el caso de la primera, su hija, dos hermanos y su marido han bailado también en el grupo. “Aquí en casa llevamos muy dentro la danza vasca”. Duguna ha marcado su vida hasta tal punto que todavía, a sus 84 años, mantiene su grupo de amigos: “Mi cuadrilla sigue siendo de gente de Duguna. Cada uno hace su vida y, aunque nos veamos poco, sí que seguimos teniendo relación”. Los dos empezaron muy jóvenes, igual que Aritz Ibañez Lusarreta (Pamplona, 45 años), el actual director del grupo. Lleva más de tres décadas siendo dantzari de Duguna. “Estuve tres o cuatro años en el grupo txiki y luego ya con 15 años pasé al grupo de los mayores”. Son treinta años en el grupo de adultos, de los que 21 ha sido su director. Desde entonces, igual que en los años previos, el grupo ha mantenido su esencia, aunque han evolucionado: “El grupo se creó para bailar en las fiestas de Pamplona y representar a la ciudad y sigue haciendo eso mismo. Lo que pasa que han cambiado las modas, ha cambiado la sociedad. La manera de bailar y de funcionar va cambiando”.
De hecho, explica Ibañez, en los últimos años han aprovechado “el bagaje que tiene el grupo y el que hemos ido adquiriendo en estos últimos años para crear repertorio nuevo para Pamplona, sin dejar de lado las danzas que bailábamos antes”. Pamplona ha sido una ciudad con mucha tradición de danza desde el siglo XVI hasta principios del XIX, añade, pero luego, la sucesión de guerras y otras circunstancias provocó que el baile desapareciera de los ceremoniales. Se recuperó en el 49, con la creación de este grupo y, desde entonces, se ha hecho una importante labor de investigación para recuperar las danzas tradicionales. Ello les ha ayudado a ir más allá: “Muchas veces pensamos que la tradición es que esto no se toca porque ha sido así siempre, pero si la tradición o la danza o cualquier cosa no se amolda los tiempos y no va cambiando acorde con los valores de la sociedad, pues seguramente se desconectará, perderá su valor, su función”.
Una actualización del repertorio que convence a los más veteranos. Para Lecea, “Duguna ha adoptado una postura muy razonable al crear bailes regionales y no solo interpretar los bailes clásicos que nosotros bailábamos y que eran conocidos en todo el País Vasco y Navarra. Han hecho mucho esfuerzo”. En la misma línea, Casales subraya la evolución de los últimos años: “Han cambiado todas las danzas. Siempre habrán ido cambiando, claro, pero nos parecía que las auténticas eran las nuestras. Ahora han conseguido hacer bailes para aquí”. También se han actualizado los trajes, apunta. “Ha cambiado la vestimenta, ha cambiado todo. Nosotros también éramos más austeros. Nosotras solo teníamos uno y ahora tienen muchísimos trajes y me parece estupendo, muy bonito”. Son trajes diseñados por profesionales artesanos. Entre ellos, una de las dantzaris –Itziar Zaldua-, que confecciona algunas de las prendas. “Intentamos que la ropa nos vista en la misma medida o al mismo nivel que intentamos bailar. Que todo acompañe”, dice Ibañez.
La evolución del grupo no se entiende sin la convivencia de la veteranía y la juventud, de la tradición y la innovación. Un dantzari, si no quiere y el cuerpo le deja, no se retira, asegura Ibañez. “En San Saturnino del año pasado -patrón de Pamplona-, empezamos a celebrar el 75 aniversario con una soka-dantza (danza de cuerda) en la que participaron 150 dantzaris. Entre ellos había alguno de más de 80 años bailando con una soltura que ya quisiera yo a esa edad”, sonríe el director. Hay algunos que tienen que dejarlo porque los ensayos son exigentes. De media, se entrenan seis horas a la semana. “Si montamos espectáculos, pues esos tres días igual se aumentan. Ha habido semanas, que no son muchas durante el año, que nos ha tocado bailar todos los días, de lunes a domingo”. El esfuerzo tiene su recompensa cuando toca enfundarse el traje y salir a bailar. Es difícil elegir un día favorito, pero Ibañez se queda con un momento: la procesión del 7 de julio, la procesión de San Fermín. “El grupo fue fundado para bailar en Sanfermines y, como dice Juan Antonio Urbeltz -antropólogo y folklorista-, la procesión es una refundación de la ciudad. Ya hemos llegado otro año a este día, ya estamos aquí y los que estamos, hemos llegado bien. Algunos habrán quedado por el camino, pero vamos a celebrar que seguimos aquí”.
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