El ganador es Biden

zflatley

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El trompazo de Kamala confirma que la moralina de la guitarra y la margarita no funciona . La progresía nos había presentado a una mujer revolucionaria, hija de un jamaicano y de una india —negra asiáticoestadounidense según la pompa oratoria de la 'red set'—, que iba a estudiar de niña en autobús a un barrio más rico y más blanco, funcionaria electa de mayor rango de la historia de los Estados Unidos, exfiscal general de California, vicepresidenta, casada por el rito judío, adalid de las políticas migratorias que puso en aprietos al fiscal Jeff Sessions preguntándole por sus reuniones con empresarios rusos, adversaria de los grandes mastodontes tecnológicos, blablablá. Pero la sustituta de Joe Biden, ese matusalén que los Demócratas se quitaron del medio porque sollozaba en los debates, no ha podido impedir que el libro más vendido en los Estados Unidos sea el de Melania ni que gane las elecciones el rubio de bote con rostro ultravioleta, el amigo de Putin, el del asalto al Capitolio, el condenado por soborno a una actriz porno... Trump ha vencido en las urnas con más furia que hace ocho años a pesar de decir que los inmigrantes se comen las mascotas de los blancos. El análisis más rápido nos conduce a un retrato amargo de la sociedad americana, al triunfo del populismo en el mundo contemporáneo y a otras evidencias de ese tipo. Pero también merece la pena mirar este espejo por el azogue. ¿Por qué la lideresa del buenismo ha sido arrasada por un excéntrico que nos vende el proteccionismo comunista y la xenofobia fascista en el mismo 'pack'? ¿Habría sacado mejor resultado Joe Biden balbuciendo?Cuando un convicto gana unas elecciones lo fácil es atacar a los votantes. Pero lo útil es apuntar al perdedor. La victoria extravagante siempre se produce gracias a la trivialidad del derrotado. Sólo se prefiere a un chiflado o a un inmoral cuando la alternativa naufraga en la banalidad. Ahora nos comerán la cabeza con la irrupción del populismo, pero su crecimiento está directamente relacionado con el vacío intelectual que ofrece la política moderna, plagada de supuestos bohemios de la burguesía marxista a los que la gente no le compraría el coche de segunda mano. Esto no es una victoria de Trump, sino una derrota del buenismo chiripitifláutico, del tacticismo y de los eslóganes de color rosa, de la política que da la mano lacia, de la absoluta falta de liderazgo general. Trump es el epítome de una crisis universal que tiene su origen en profesionalización de la res publica, que ha cedido las moquetas a las manadas grises. Hemos olvidado que entre un malo y un mediocre, la gente prefiere al malo. Y hemos dejado paso al escarnio dialéctico, a la barbarie argumental para frenar el supremacismo de los falsos moralistas. El Partido Demócrata eliminó a su presidente porque era un político senil y escogió a una vigorosa incompetente. Y ahora se pregunta, mientras Estados Unidos lee el libro de Melania, si no ha sido peor el remedio que la enfermedad y si el gran ganador ha sido Biden, que fue retirado a tiempo.

 

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