mylene.bahringer
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Metió mucho la pata Cuca Gamarra. Muchísimo. Cinco minutos después de que su jefe barruntase en la puerta del Congreso que venían malas noticias, mientras su compañero Carlos Mazón intentaba contactar con las familias de los fallecidos en Valencia, la portavoz del PP hizo un preámbulo sobre la catástrofe en su primera intervención de la sesión de control al Gobierno e inmediatamente se tiró al cuello de la vicepresidenta Montero con una pregunta del fango nuestro de cada día: «¿Cuál va a ser la próxima institución que van a colonizar?». Montero le pidió sensibilidad en un día tan negro para el país. Y Gamarra siguió a lo suyo hasta que alguien en el PP calibró el patinazo y ordenó a Miguel Tellado que pusiese orden. Feijóo subsanó el error ante la llamada insistente a la concordia por parte de la vicepresidenta. A esa hora de la mañana íbamos por cuarenta muertos. Y Montero se mostraba compungida: «Hoy no es el día, señora Gamarra, hoy le hacemos un favor a la ciudadanía si mostramos unidad del conjunto de partidos políticos». El PP reculó y solicitó la suspensión de la sesión . Y el socialista Patxi López aceptó la propuesta apelando a la humanidad de sus señorías. Pero todo era mentira. Otra mentira más. La más obscena posible. Porque la presidenta Armengol decidió mantener el resto de la actividad parlamentaria, en la que casualmente se votaba el decreto para echar a la oposición del consejo de RTVE. Montero y López se transfiguraron en grandes estadistas al frente de un Gobierno sensibilizado con las víctimas del desastre meteorológico para suspender la sesión de control en la que se les iba a preguntar por la nueva imputación de Begoña, las revelaciones últimas del caso Ábalos y la orden del Supremo a la UCO para que registre el despacho del fiscal general. Pero inmediatamente regresó a la rutina de la mentira para votar a los nuevos consejeros de la televisión pública de Broncano. Uno estaba ojiplático con la impiedad de Gamarra, a la que se le apreciaba nítidamente la incomodidad, y reconfortado con la delicadeza de Montero. Y entonces la impudicia cambió el resultado. El PP se había equivocado, pero el PSOE estaba tramando una monumental vileza. ¿Usó el Gobierno la calamidad de la DANA en la Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha para obtener un beneficio político? La duda es escalofriante. No podía ser cierto que toda una vicepresidenta estuviese haciendo pucheros durante la sesión de control al Gobierno y luego se quedase para votar la expulsión de sus rivales políticos de RTVE . Con sus actos, el Ejecutivo había respondido a la desafortunada pregunta de Gamarra: «¿Cuál va a ser la próxima institución que van a colonizar?». Los compungidos diputados socialistas y muchos de sus socios estaban consumando una infamia sin precedentes: llenaron de fango el Congreso mientras los héroes de la UME trataban de sacarlo de las casas de las víctimas. Sabía que el sanchismo era mendaz, tramposo y amoral, pero no desalmado. Simular humanidad es un oprobio. Disculpen las arcadas.
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