El empacho del calendario

randi.reynolds

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27 Sep 2024
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Esta sociedad de las prisas en la que nos ha tocado vivir anda empeñada en asfixiarnos con las apreturas del calendario. La verdad es que los que somos un poco rebeldes nunca lo hemos llevado demasiado bien. No es acritud, pero eso de que nos digan constantemente lo que tenemos que hacer nos cae un poco regular. Pero claro, uno no puede estar por decreto llevando siempre la contraria a lo que sucede a su alrededor y al final no queda otras que dejarnos arrastrar por esa corriente que se pasa por el forro los plazos y se emperra en afiliarse al sindicato de la impaciencia, cuyos valores se sustentan en ganarle tiempo al tiempo como metáfora de lo que algunos llaman «el disfrute».Si no me creen o si piensan que estoy siendo un poquito exagerado, échenle un vistazo a la agenda de la ciudad para las próximas semanas, y luego si quieren reabrimos el debate. Dentro de un mes, para no irnos más lejos, en Sevilla estarán ya encendidas las luces de Navidad que empezaron a colocarse en las calles allá por el mes de octubre, habremos puesto el primer tubo de la portada de la Feria de Abril que se presentó poco después del verano, y en el Paseo Colón quedarán los restos de la cera de una carrera oficial extraordinaria por la que hace sólo unas horas acabarán de pasar ocho pasos con todos sus avíos. Y todo eso a la vez, en el mismo momento, cuando el mes de diciembre no haya hecho otra cosa más que empezar. Un empacho de eventos que se adelantan a sus tiempos y que, sin ánimos de hacer spoiler, están empezando a provocar cierto hartazgo que no tendrá un final feliz.Todo esto habrá a quien le guste. Y hasta es respetable, porque gracias a Dios no todos pensamos igual, pero yo no termino de verlo. Alguien debería explicarme cuáles son las ventajas de mezclar churras con merinas a destiempo, de vivir ahora lo que tocaría después, de adelantar los relojes para no disfrutar de los pequeños detalles y de estar todo el día de aquí para allá con la sensación de que nada nos sacia. La cosa está como para pedir un tiempo muerto que nos permita reflexionar antes de que la ola nos lleve por delante, aunque mucho me temo que ya hemos alcanzado un punto de no retorno del que es casi una utopía pensar que escaparemos.Escribo estas líneas y en la tele no dejan de superponerse como una letanía los anuncios de juguetes para los Reyes de este año. Y no les cuento desde cuando llevan vendiendo turrón y mantecados en los supermercados, porque a estas alturas de noviembre ya se habrán comido un par de tabletas como todo hijo de vecino. Pero entre tanto, yo sigo a lo mío. Voy a sacar el brasero del altillo para poner la mesa de camilla, que ya toca lo que toca y por la noche empieza a sentirse el frío. Menos mal que en mi casa hay cosas que nunca cambian.

 

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