jaleel.hoppe
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La pandereta 'woke' lleva años tocando la jotilla del medio ambiente. Hay que dejar que los lobos se coman las ovejas, no se puede limpiar el campo porque se estropea la biodiversidad, está prohibido hacer presas porque los ríos sufren, cuidado con espantar a las cotorras porque eso es maltrato animal... Todo este neoecologismo está basado en una aberración que nos devuelve intelectualmente al Paleolítico: el desprecio a la participación del hombre en el ecosistema. El 'greenwoke' está más preocupado por salvar al lince que al ser humano . Por eso lo excluye de todas las ecuaciones que tienen que ver con la relación de las personas con la naturaleza. Plantea una cadena biológica deshumanizada, de manera que en la colisión que pueda producirse entre el águila imperial y un ente pensante da prioridad al animal salvaje. Por eso este tipo de ecologismo es tan pérfido. Porque moraliza en términos humanitarios mientras erradica nuestro derecho a participar en la naturaleza. Y cuando llega una catástrofe como la de Valencia, todas las teorías adanistas de un mundo más verde se las traga el fango de un solo bocado.La ideologización de la ingeniería es uno de los mayores síntomas de involución que padece la sociedad contemporánea. En España, la corriente 'woke' se ha obcecado en asociar las presas con el franquismo y ha puesto en marcha un plan contra los embalses, con la excusa de la protección medioambiental, que nos aboca a la ruina, es decir, nos desprotege. Ahora lo chulo es bloquear los proyectos de construcción de pantanos y la eliminación de presas porque eso permite, según la matraca guay, que los espacios naturales recuperen su vida original. Es clave también, por supuesto, dejar los cauces como la providencia determine para no 'molestar' a la fauna autóctona. Porque la acción humana no se contempla como parte de esa biodiversidad. La cadena trófica de los ecologistas de moqueta se centra en la libertad de los venados, los conejos y los jabalíes. El hombre no puede comer. El hombre es un animal inicuo. Ha inventado atrocidades como la agricultura, la pesca, la ganadería, el transporte... La peor abyección ontológica es la inteligencia. Ha ocupado territorios en los que vive mejor, ha construido nidos que le protegen de las inclemencias y hasta ha hecho pantanos para evitar escorrentías devastadoras y, al mismo tiempo, conservar el agua con la que sobrevivirá en tiempos de sequía. El ecologismo 'woke' odia tanto al ser humano que se puede considerar un movimiento político cuadrúpedo. El problema es que frente a este bando está el del negacionismo del cambio climático. Y en medio de ambas distorsiones vive la gente normal, la que tiene sensibilidad con el ecosistema y se abstiene de tirar plásticos al mar pero no quiere jabalíes junto al tobogán de sus hijos, la que paga impuestos para salvar al lince, la que aplaude a los ingenieros que diseñaron un sistema para retener las aguas del barranco del Poyo . Esa gente que observa ojiplática a los caníbales ecologistas que quieren volver al taparrabos y a la cueva.
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