‘El dilema del corcho’, el trasfondo ético de una comedia negra

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Hay personas que salen a flote, suceda lo que suceda. Y familias que prosperan en todos los regímenes. Xabier Irureta, protagonista de El dilema del corcho, thriller que se representa en La Abadía, es un profesor de ciencias políticas que creyó en un mundo próspero e igualitario, hasta que el tiempo y la caída de la URSS pusieron en evidencia su imposibilidad inmediata.

Jubilado ya, Irureta recibe la visita de un antiguo alumno, al que no recuerda, que viene a solicitarle un prólogo para una comedia, pues dice ser autor, actor y director teatral. Patxo Telleria, su intérprete, reúne esos tres oficios. Ramón Barea (el profesor Xabier), tiene también una dilatada carrera anfibia. La función es un duelo entre ambos personajes: el que llega sabiéndolo todo sobre su interlocutor y el que ignora los planes de su adversario. Este tipo de comedia negra, donde dos varones, uno mayor y otro más joven, se fajan en un espacio cerrado, es un género en sí mismo. Recordemos La huella, de Anthony Shaffer, llevada al cine por Joseph L. Mankiewicz.

El dilema del corcho se hace eco también del enfrentamiento entre un actor y un aristócrata presentado por Rodolf Sirera en su exitosa El veneno del teatro. Estas tres obras están escritas con un agudo sentido del suspense, que sus autores mantienen a base de darle vueltas de tuerca a la trama. La originalidad de Telleria consiste en haber insertado un dilema ético en un conjunto de diálogos y situaciones que son pura carpintería, como es propio de este género. La humanidad que respira Barea eleva a la criatura que representa. Su manera de estar en escena, su voz, su tempo pausado, respiran verdad.

El propio Telleria se ha reservado el papel del camaleón, que en los estrenos de La huella y de El veneno del teatro desempeñaron Anthony Quayle y José María Rodero, respectivamente. Cuando su personaje muta y empieza a ser de carne y hueso, es cuando mejor está este intérprete. Tienen gracia su Edipo payaso y su versión contrahecha de Soy minero, canción popularizada por Antonio Molina. La batuta de Mireia Gabilondo es hábil, eficaz e invisible. La función gustó especialmente al público femenino, a la vista de la vehemencia con la que se pronunciaron muchas espectadoras durante el animado coloquio posterior.



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