emard.assunta
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Si un actor te invita a ver su obra de teatro, la función te horripila y no sabes qué decirle después, hay una frase que te puede salvar. Esa frase es: "Esto solo lo puedes hacer tú". Creo que Jorge Javier Vázquez ha utilizado más de una vez tal expresión como salvavidas, como botón de emergencia para salir ileso gracias a la educación que nos impide escupir todo aquello que pensamos. Somos seres teatrales. Somos seres corteses. Aunque en X no lo parezca.
Pero con El Diario de Jorge Javier Vázquez sí que se puede usar de manera sincera "solo lo puedes hacer tú". Sin ningún coqueteo con el cinismo. Porque de la plantilla actual de presentadores de Mediaset es el único que atesora la experiencia para conducir un programa de testimonios sin estrellarse en la intensidad y la condescendencia.
Con el paso de los meses, Jorge Javier ha entendido que el buen talk show es el que cuenta con un entrevistador capaz de intentar entender hasta lo que no entiende de los invitados. Por muy surrealistas que sean.
Lejos quedan ya aquellos espacios de testimonios que azuzaban la lágrima fácil. El espectador no quiere eso. La sociedad está en otro punto que no todos los magacines de tarde saben discernir. La audiencia de hoy celebra la complicidad que trata a los convidados con la inteligencia que merecen. Y Jorge Javier atesora la habilidad de la ironía, maestra en sortear cualquier obstáculo que se presente en directo. Incluso capaz de que cada entrevistado se sienta en casa. Aunque las temáticas elegidas remitan al año 1997. Aunque el decorado del plató parezca una gigante sala de espera de una clínica dental. Todo muy higiénico, muy desinfectado, pero todo muy frío, hueco y gélido.
Jorge Javier hace lo que puede para llenar el mismo lugar donde estuvo el colorista escenario de VIP Noche a principios de los años noventa. Y, en gran parte, aquellos que acuden al programa se terminan soltando con una espontaneidad poderosamente genuina porque Jorge Javier les trata con esa mordacidad que les hace sentir que están con un aliado. Aunque no le conozcas de nada. Aunque estés en un Telecinco adicto al conflicto.
Esa mordacidad de Jorge Javier incluso impide sentir que alguien se pueda reír de ti. A pesar de que los programas de testimonios fueran siempre de reírse del freak. O, en su defecto, sentirse mejor viendo qué mal lo está pasando alguien. Por eso mismo, en el Mediaset de ahora solamente podía hacer este programa Jorge Javier Vázquez: con su bagaje, con el aprendizaje de sus errores y la madurez que da aciertos. Ya parece que no permite que el morbo repeinado arrase con la naturalidad que es la esencia de la televisión. Y esa serenidad se abraza mejor cuando te percatas de que jamás hay que confundir personas anónimas con seres de Gusyluz, con muñecos a los que estrujar. Como mucho son las abuelas las que estrujan literalmente al propio Jorge Javier cuando, por fin, le conocen tras tantos años de su compañía por la tele.
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