El dedo y la luna

Wade_Witting

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27 Sep 2024
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No fue la extrema derecha, ni las redes, ni los bulos, lo que sacó anteayer a miles de ciudadanos indignados a las calles de Paiporta. Por muy repudiables que resulten las agresiones al presidente del Gobierno, los silbidos y los abucheos al Rey y la lluvia de reprobaciones a Mazón, lo que vimos fue la expresión de un sentimiento de ira y abandono.Valencia ha sufrido una catástrofe natural sin precedentes. Las imágenes muestran a decenas de miles de personas en un absoluto desamparo. Antes de proceder a la exigencia de responsabilidades, la única prioridad es atender a las víctimas. Las instituciones no pueden ni deben escatimar medios humanos y materiales para socorrer a los afectados. Toda ayuda es insuficiente para paliar el efecto de la devastación, cuyo principal daño es irreparable: la muerte de centenares de personas. Los Reyes ni siquiera pudieron ver con sus ojos el desolador retrato de poblaciones abandonadas a su suerte, con ciudadanos vagando por sus calles e implorando un auxilio que no llegaba. Esto exige ya una reflexión porque es difícil de compatibilizar la idea de que somos un país desarrollado con esas escenas de desesperación de los vecinos, que, a pesar de su cercanía con la capital, se sentían absolutamente solos frente al desastre.Al margen del reparto de responsabilidades entre las distintas Administraciones, ello pone en evidencia un gravísimo fallo de las instituciones del Estado, que han incumplido sus obligaciones tanto al prevenir la catástrofe como en la respuesta.Respecto a lo primero, todos los expertos coinciden en que las riadas se podían haber atenuado mediante canalizaciones y obras públicas que no se han hecho mientras se despilfarraba el dinero en gastos innecesarios, pero más rentables políticamente. En cuanto a la respuesta, todos hemos visto su alarmante insuficiencia.El Estado funciona cuando se trata de cubrir servicios como la sanidad y la educación que son previsibles y planificables. Pero carece de capacidad para prevenir y afrontar 'cisnes negros' como una pandemia o una catástrofe natural. Sus mecanismos chirrían ante lo imprevisible.No diré que este desastre revela un Estado fallido, pero sí que deja a la clase política en evidencia y que pone de manifiesto la mala elección de prioridades de nuestros dirigentes, siempre atentos al corto plazo, pero sin interés por resolver problemas de los que no podrán sacar un rédito electoral.Lo sucedido en Valencia ha desnudado a la Generalitat, al Gobierno y a las instituciones . Lo último que nos faltaba por ver es el triste espectáculo de unos echando la culpa a los otros y de la búsqueda de pretextos, una actitud que revela que los gobernantes no han entendido nada. Sólo los necios se fijan en el dedo cuando éste apunta a la luna.

 

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