El coñazo de vivir

zella.weimann

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Hay gente a la que no le ha gustado 'Los años nuevos'. Peor, que les aburre. Puede que sea cuestión de gustos o que, simplemente, a veces se nos atraviesan cosas que nos molestan, sin saber muy bien por qué pasa. Que sí, que hay dos treinteañeros en crisis (otra vez), metiendo la pata de forma todo el rato. Riendo, viviendo, follando, queriendo. Y comiendo hamburguesa en el suelo porque la caldera no funciona. Pasa que somos una contradicción constante, por eso cumplimos rutinas pero nos hastía ver cómo otros hacen lo mismo: remolonean, se visten, se lavan los dientes, aciertan, la cagan. Ver cómo dos personas se conocen y se gustan, poco a poco, nos cansa, porque solo vale querer y sufrir si es mucho y a lo grande. Buscamos el drama, la acción o, qué sé yo, la risa exagerada, como si eso fuera lo común y no lo extraordinario, como si fuera imposible disfrutar de las otras cosas normales que nos pasan a diario. Buscamos el espectáculo para decirnos que somos especiales pero, ¿no es especial eso que, como una fórmula matemática, nos configura, nos hace ser algo? Noticia Relacionada Crítica de 'Los años nuevos' opinion Si Las vidas posibles de Mr. Sorogoyen Fernando Muñoz Movistar Plus+ estrena la nueva serie del director de 'Antidisturbios' el 28 de noviembre, primero cinco capítulos y una semana después, los cinco finalesNo es más especial, desde luego, huir de lo que somos, animales de costumbres que se repiten y aun así fallan. A veces queremos experiencias trepidantes pero otras, lo que necesitamos y queremos es la previsibilidad. Volver a casa con todo en su sitio, dormir en la misma cama y que en la televisión, en Navidad, nos den un respiro de Motos y Broncanos y estén, como siempre, Isabel Preysler, Harry Potter o Kevin McCallister. Que cuando terminamos un libro, como le pasa a los bebés con los cuentos, vuelva enseguida a empezar. Una vez, y dos, y treinta, y las que hagan falta. Porque lo conocido no es malo; nos da seguridad. Yo aún recuerdo los primeros meses de mi hija. Los ruiditos, los suspiros. El kung-fu nocturno o la sonrisa, genuina y hasta dormida, como un acto reflejo; las lágrimas, como si sufriera, y luego las rabietas de la nada, en el suelo tumbada. Y resulta que dejas de mirar a lo que te lo ocupa todo y te das cuenta de que no, que nos pasa a todos, que hacemos lo mismo por naturaleza y eso no nos hace menos especiales ni resta a esos momentos un ápice de magia. Simplemente eso es la vida, y es lo que les pasa por encima a los protagonistas de la serie de Rodrigo Sorogoyen. Vamos, un coñazo.

 

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