‘El color púrpura’: magníficas canciones, gran decepción visual

Maximus_Grady

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27 Sep 2024
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¿Puede un musical no ser una buena película musical a pesar de la excelencia de su música? Sin duda. El color púrpura, en versión cinematográfica de Blitz Bazawule, es el último ejemplo.

Hay una fantástica colección de canciones, con música y letra de Brenda Russell, Allee Willis y Stephen Bray, que, abarcando un largo relato que ocupa la primera mitad del siglo XX, va avanzando cronológica y musicalmente por algunos de los más emblemáticos estilos asociados a la música negra y al Sur profundo: el blues, el soul, el góspel, el jazz. Hay también un notable grupo de intérpretes, algunos de ellos —empezando por Fantasia Barrino, su protagonista— ya bregados sobre las tablas de Broadway en su versión teatral, 11 nominaciones a los premios Tony en 2006 y revitalizada en una reposición de 2015. Y, por supuesto, está la dramática y algo lacrimógena historia de su personaje principal, “pobre, negra, fea y mujer”, separada de su querida hermana durante décadas, masacrada por el martillo ejecutor de los hombres a su alrededor, y salvada por la solidaridad de las mujeres, una nueva adaptación de la famosa novela de Alice Walker con la que Steven Spielberg realizó su primera aproximación al drama en 1985.

Fantasia Barrino, en 'El color púrpura'

Sin embargo, la visualización del conjunto, desigual, sin identidad, con algún número notable y con algún otro número pedestre, no alcanza el nivel. Bazawule, tras la cámara, cuyo crédito más relevante hasta ahora era haber dirigido Black Is King (2020), el álbum visual de Beyoncé inspirado por El rey león, “concebido para celebrar el halo y la belleza de la negritud ancestral”, en palabras de la propia cantante, parece más empeñado en intentar imitar a Spielberg en lo sentimental y en ser el enésimo émulo de Terrence Malick y su sol refulgente atravesando las siluetas de sus personajes, que en concebir una verdadera conjunción entre el drama, la música, la danza y la composición gráfica de inspiración pictórica de los distintos elementos en el plano — tanto los personajes como el entorno físico—, ayudándose al mismo tiempo de la utilización de la luz y de los colores del vestuario, que es lo que acaba conformando un buen (o un gran) musical.

Pese a que quizá le falte un punto de carisma como intérprete cinematográfica, ese que sí poseía la (casi) debutante Whoopi Goldberg en la adaptación de Spielberg de la novela de Walker, Barrino, procedente de American Idol antes de triunfar en Broadway, tiene una enorme voz y cumple con creces. Tanto Danielle Brooks, nominada al Oscar a la mejor actriz de reparto, como Colman Domingo y la espectacular Taraji P. Henson están estupendos en sus papeles. Ahora bien, ya lo hemos dicho, el problema de El color púrpura es visual. Aunque haya buenos números, siempre ensalzados por la partitura y salvados por sus intérpretes, pocas veces hay en la película un sentido dinámico del espacio, una armonía y una unidad expresiva.

El cine, por mucho musical que sea, es imagen. Y hay momentos en los que la imagen llega a doler, con dos momentos paradigmáticos en el socavón: la secuencia ambientada en África, con un festival de clichés en ambientación y vestuario, una luz horrenda y una puesta en escena deplorable, con la cámara siempre en el lugar menos adecuado; y el número final, con el mal sabor de boca postrero, de un abrumador estatismo —y más, tratándose de un musical—, con los personajes cantando detrás de unas mesas intrascendentes, y lleno de feos planos medios cortados por el estómago. Es decir, la antítesis de lo que debería ser un momento climácico del género.

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