xhessel
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Las consecuencias de la DANA han sido tan trágicas que da grima hablar de cofradías mientras España continúa de luto oficial. El exceso de capillismo está desnaturalizando muchas cosas de Sevilla y también alimentando el topicazo de los cirios y los lunares. Es muy cansino que desde fuera sólo nos pregunten por el formato de la Feria y por las dudas de una hermandad para salir o no con amenaza de lluvia. Nadie habla del metro, de la SE-40, del aeropuerto aislado que sufrimos, del puente del Centenario, de la instalación de empresas tecnológicas, del desarrollo urbanístico, de los retos demográficos... Feria y Semana Santa. Eso es lo que hay. Por eso también es responsabilidad de las hermandades contribuir a que se respete a Sevilla, no dar pábulo nunca a los falsos estereotipos que nos atribuyen de fuera. Y creo que las procesiones de este fin de semana han sobrado todas, desde la más anecdótica a la más trascendental. El duelo de una catástrofe como la sufrida estos días principalmente en Valencia obligan a cumplir uno de los preceptos esenciales de las cofradías, que es el ejercicio de contrición y austeridad. De toda la vida de Dios las hermandades han combatido la frivolidad y han dado ejemplo de respeto y sentido de la medida. Entiendo que cada una prepara sus actos con mucho tiempo de antelación y una adversidad de este tipo echa por el suelo el trabajo y las ilusiones de mucha gente, pero es que ese es precisamente su cometido: ser referentes de una sociedad cada vez más banal. La DANA ha sido devastadora. Exige silencios. Hemos sufrido a una clase política capaz de usar el drama humanitario para suspender una sesión de control al gobierno que le perjudicaba y minutos después aprobar la renovación el consejo de la RTVE. Veremos en los próximos días una persecución ideológica a los máximos responsables de la Comunidad Valenciana por enviar la alerta a los ciudadanos demasiado tarde, nos hartaremos de sermones sobre el cambio climático, el calentamiento del mar, el negacionismo de los ultras y la concienciación de los moralistas de guardia. Pero a las hermandades hay que pedirles que sean un faro de valores. Es duro tomar la decisión de quedarse en el templo y suspender todos los actos previstos. Tan duro como cuando la lluvia frustra en Semana Santa los anhelos de la cofradía. Yo soy el primero que vuelve contrariado y triste a casa cuando mi hermano mayor anuncia que no se puede hacer la estación de penitencia. Pero a la hermandad no se va para celebrar un espectáculo, sino para llevar a cabo una misión evangelizadora. Y a veces la decisión más dolorosa es la más espiritual. Ya sé que esto es muy fácil decirlo y que hay que verse en el papel de una junta de gobierno, esa historia no hace falta que me la repitan. Sé también que el exceso cofradiero está confundiendo la fe con la afición y que nadie pone su palio en la calle con otra intención que la piedad popular. Pero desde dentro del cofradierismo y frente a la ojana imperante opino que este fin de semana no toca salir. Toca luto y oración.
Alberto García Reyes: El cofradierismo
Evangelizar también consiste en suspender una procesión porque hay que guardar luto
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