Ebba_Langworth
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Ellas apenas pasaban de los veinte mientras él superaba los cincuenta. Ellas eran tres y bailaban y cantaban saltando y riendo. Él, casi inmóvil, cara de felicidad escrita con una tímida sonrisa, ni se movía ni cantaba. Su melena gris denotaba su estirpe estética. A estas cuatro personas les unía un artista de 62 años. También a los críos y crías allí presentes con sus padres, y personas que pertenecían al menos a cuatro generaciones, cada una de ellas no sólo representada por cifras irrelevantes. En conjunto 23.800 personas, además, todo y el predominio del barrio y de personas con calle, también los había de clase media y acomodada. Es cierto que para ser un grande no sólo debes tener un público sino una suma de públicos y Robe Iniesta es de estos, es de los que no hablan sólo para los de su generación. Este poeta urbano es para muchas personas una suerte de santón en el que se debe confiar porque no usa medias tintas para hablar de tiempos que merecen mejora o que, como dijo, nos obligan a luchar para cambiarlos aunque, remachó explícito “si se logra o no me importa una puta mierda”. Se hace camino al andar, dijo otro. Es lo que también cuenta para Robe.
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