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Jordi Quixano
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Antes de que acabara el encuentro entre el Barcelona y el Milano (81-94 para los italianos), el responsable del área de baloncesto azulgrana, Josep Cubells, se marchó del palco con cara de pocos amigos. En su cabeza se juntaba un tercer cuarto caótico que había desgajado al equipo junto con las decisiones arbitrales, pues desde que señalaron una técnica al entrenador rival ya no volvieron a penalizar al Milano más que en una ocasión, por los 19 puntos que sí firmaron desde ese momento los italianos con tiros libres. Fue, sin embargo, otra bofetada más para el Barça, que casi gana lo mismo que pierde, capaz de lo mejor y lo peor, enredado en Europa —octavo clasificado con nueve triunfos y siete derrotas tras superar este martes al Fenerbahçe (90-63) en la última jornada— y que tampoco encuentra el paso en la ACB, también octavo con seis victorias y cinco pifias, en tela de juicio su participación para la Copa. Las desconexiones grupales, la falta de entendimiento del estilo, las lesiones y la debilidad en el juego interior han dado con un Barcelona de pega. “Cuando regresen todos, recuperaremos la estabilidad y ganaremos como lo hacíamos al principio del curso”, esgrimen desde las oficinas del Palau, al tiempo que ratifican al técnico, Joan Peñarroya.
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