El Ballet de Dortmund hipnotiza al público del Liceo con una fiesta para los sentidos

gordon.zieme

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Largos aplausos y apasionadas ovaciones coronaron el brillante, dionisiaco y fascinante espectáculo Midsummer night’s dream, una obra del exitoso coreógrafo sueco, Alexander Ekman (Estocolmo, 1984), que bailó la excelente compañía alemana Ballet de Dortmund, dirigida por el director chino Xin Peng Wang, y de la que se puede disfrutar hasta el próximo domingo 28 de abril.

Ekman no es un desconocido para los amantes barceloneses de la danza, ya que, en 2007, en el marco del Festival Grec, la compañía IT Dansa, que dirige Catherin Allard, bailó su magnífica pieza Whim, Fractured Fairytale, pieza en la se apreciaba los elementos de su apasionante vocabulario coreográfico, en el que mezcla la danza contemporánea, la danza clásica e incluso el folclore sueco.

El gesto cotidiano se entrelaza con la frase coreográfica culta, cada arabesque, attitude, developpé o piriouette pasan ante la retina del espectador a una rapidez endiablada.

El numeroso público que llenó el Liceo la noche del jueves se encontró con la versión libre que Ekman ha creado a partir de Sueño de una noche de verano de Shakespeare, y que el autor creó en 2015 para el Royal Ballet de Estocolmo. La obra está magistralmente interpretada por 32 bailarines del Ballet de Dortmund, entre cuyas filas se encuentra la barcelonesa Júlia Baró. Se trata de un trabajo coral apabullante y una puesta en escena, que también firma Ekman, que hace honor a su apodo de “el mago de la danza”. Concretamente en esta pieza el autor ahonda en la mitología sueca para plasmar la celebración del sortilegio de verano. A todo este onírico mundo hay que añadir influencias de los cineastas Bergman y Fellini: del primero, la austeridad, del segundo, la imaginación.

Este ballet dividido en dos actos, comienza con una inolvidable escena en la que los 32 bailarines juegan en un campo de heno, su baile es rápido y su juego seductor. También se suben a las grandes balas de heno y surgen hombres sin cabeza, que recuerdan a los cuadros de René Magritte. Toda esta primera parte es un torbellino de emociones y movimiento. Ya en la segunda el baile se vuelve más lírico y el elenco femenino baila con puntas, puntas que parecen de acero por su firmeza. En toda la coreografía los pasos a dos son escasos, ya que se da prioridad al trabajo coral. Sin embargo, los dúos tienen una fuerza inaudita, los cuerpos se entrelazan a veces con pasión, otras con dulzura. A lo largo de la pieza hay imágenes inolvidables como la que se ve a los bailarines festejando el sortilegio de verano alrededor de una larga mesa con numerosos candelabros encendidos. Toda la coreografía es una gran fiesta para los sentidos. Ekman logra que el público siga la función sin parpadear, clavado en la butaca.

Otro acierto de la obra es su partitura musical, firmada por el compositor sueco Mikael Karlsson y que en el Liceo estuvo interpretada por doce solistas de la Dortmunder Philharmoniker, además de la rutilante cantante de pop sueca, Anna von Hausswolff. Todos los elementos de este espectáculo forman una apasionante obra que arrastra al público a soñar. No se lo pierdan.

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