El arte de la resistencia de Camila Falquez

ygottlieb

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A Santuario (Colombia) llegamos temprano por la mañana. Colgaban helechos de los balcones de colores que se asomaban a la plaza provincial. Los jeeps se paseaban entre ellos cargados con bultos de café, los cuales serían distribuidos al resto del mundo. En el parque nos esperaban Luz Didian y Samantha, la líder comunal de la etnia emberá, exiliadas ambas de su cabildo por defender sus identidades de género. Ellas, junto a otras mujeres trans de su etnia, encontraron refugio en las fincas cafeteras de la región, donde se desempeñan como recolectoras de café. Samantha es su líder, la que mejor habla español.

Un jeep cafetero nos llevó montaña arriba por trochas embarradas hasta una finca escondida entre cafetales. Samantha, parada sobre un tejado, aguardó pacientemente mientras Lorena Maza, la estilista, creaba una falda exuberante con las cortinas de la finca para el retrato que le hizo Camila Falquez.

Meses después, el 31 de julio pasado, las calles del centro de Bogotá fueron tomadas por sorpresa: 50 retratos de personas trans impresos en seda a gran escala ondearon bajo la lluvia. Los portaban activistas y artistas vestidos de rojo que, en una procesión trans y no binaria, paralizaron el tráfico hasta llegar a la plaza de Bolívar. Allí, frente a las puertas del Congreso y el Palacio Presidencial, las sedas, de casi tres metros de largo, se levantaron mostrando los rostros de los líderes trans y, también, los artículos del primer proyecto de la Ley Integral Trans de Colombia. El rostro de Samantha estaba entre todos aquellos impresos en la enorme tela.

Falquez, Maza y yo habíamos recorrido durante dos años los territorios más biodiversos de Colombia, desde las montañas andinas hasta las costas del Caribe y el Pacífico. Escuchamos las historias de más de 70 activistas que, desde todos los rincones del país, han trabajado en la redacción colectiva del proyecto de ley que exige la protección y reparación de los derechos humanos que históricamente han sido negados a la comunidad trans en Colombia. No surge en los despachos de ningún partido político. Nace directamente de la entidad Plataforma de Ley Integral Trans.

Paralelamente al proyecto de ley, nació también Compañerx, obra artística con la que se da testimonio al movimiento social y político de la comunidad trans en Colombia. Y así, ese 31 de julio, Compañerx llevó los cuerpos y rostros trans, históricamente discriminados y oprimidos, hasta el epicentro del poder político del país. Aquellos retratos impresos en las sedas se plantaron frente al Congreso de la República, el Palacio de Justicia y la catedral Primada de la arquidiócesis de Colombia. “Préndale una vela a esa Virgen”, murmuró un transeúnte al observar uno de los retratos, sin saber que se trataba de una trabajadora sexual trans de Bogotá. Ese instante reveló la profundidad del impacto de un proyecto que desafía las normas sociales y que busca transformar la percepción de los cuerpos trans y no binarios. “Es una oportunidad única de que nuestra obra tenga un impacto real en las vidas de una comunidad que merece ser celebrada y reparada”, explica Falquez.

Mientras la Ley Integral Trans de Colombia avanza en su travesía legislativa, existe la esperanza de que se convierta en ley antes de las elecciones presidenciales de 2026, en las que podría regresar al poder la extrema derecha. En un contexto global favorecedor a las derechas reaccionarias, proyectos como este simbolizan una posibilidad de sanación y un camino hacia un mundo más inclusivo y armonioso.

En países en los que aún no hay legislaciones que protejan los derechos del colectivo y donde los ataques a los derechos LGTBIQ+ se intensifican, esta ley podría ofrecer un modelo a seguir, mostrando que, más allá de la regulación, se trata de una transformación cultural.

Bicky Bohórquez. Líder trans negra nacida en Palmira, Valle del Cauca (Colombia), involucrada en la creación de la Ley Integral Trans. Su labor se enfoca en acompañar a las personas trans afrodescendientes de su región con trámites legales y del sistema de salud. “Nosotres trabajamos para que a las personas trans se nos garanticen los derechos que históricamente se nos han negado”.
Milo Mosquera.  “Digámosle al mundo: cállate y déjame ser lo que soy, déjame ser quien quiero ser”. Milo Mosquera es músico, percusionista y gestor de lo que él denomina “la revolución de la música africana del Pacífico colombiano”, un movimiento artístico que le ha permitido sanar, a través del tambor, todo el dolor y sufrimiento de sus ancestros africanos y de su comunidad trans.
Farith Palacios. Emprendedora de Quibdó, una población en la selva tropical del Chocó. “Soy una líder en todos los aspectos, he alcanzado el sueño de tener mi propio negocio”. Dueña de un salón de belleza, Palacios resalta la importancia de ser económicamente independiente en su camino hacia la libertad. “Yo he revolucionado estas tierras porque soy independiente y libre”, dice.
Luz Didian. Pertenece a Las Mariposas del Café: una familia de mujeres trans indígenas exiliadas de su etnia emberá. Cuenta que prefirió buscar refugio en las fincas cafeteras para trabajar como recolectora de café antes que ejercer el trabajo sexual. “Nosotras estamos aquí para mostrarle a la gente que las mujeres trans indígenas de Colombia tenemos el poder de cambiar nuestras vidas”.
Julieta Osorio. Actriz caleña, que descubrió su esencia a través del drag y el voguing, dos formas de expresión que le permitieron comprender su identidad. Al reflexionar sobre su infancia, recuerda cómo su madre insistía en que su hermana usara faldas, algo que ella detestaba y que, en cambio, Julieta amaba. “A veces sentía que nos habían intercambiado al nacer”, confiesa con una sonrisa.
La obra vista desde el aire recreando lo que en ceremonias indígenas y afrodescendientes se conoce como un “círculo de protección espiritual”.



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