brown.robbie
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El rey Kamehameha se esforzó por salir en los manuales de historia. Finalmente, sin embargo, se hizo famoso por un cómic. Se le deben la unificación de las islas de Hawái a finales del siglo XVIII y una aguerrida defensa de los valores autóctonos. Pero la razón por la que millones de seguidores recuerdan su nombre nada tiene que ver con su reinado: su nombre es lo que grita Goku, protagonista del manga japonés Bola de Dragón, cuando desata uno de sus ataques más célebres. A lo largo de los 40 años que cumple hoy, el muchacho de pelo disparado que inventó el fallecido Akira Toriyama ha hecho amigos, tumbado villanos, comido sin parar y, sobre todo, cambiado para siempre la cultura popular. Tanto como para vender 260 millones de ejemplares de sus tebeos, arrasar también en su adaptación a series animadas y revolucionar incluso la historia de un soberano hawaiano. Cuatro décadas después, la “¡onda vital!”, como se tradujo en español —no sin cierta polémica con las lenguas cooficiales— su golpe, se mantiene imparable.
En los cómics, donde Planeta, que lo publica en castellano, acaba de lanzar una edición especial recopilatoria de todos los tomos en tres estuches, Dragon Ball Legend, en el mismo formato en que fue serializada originalmente. En la pantalla, donde el personaje suma una veintena de películas y Daima prolonga estas semanas la larga lista de animes. Pero también en muñecos, videojuegos —acaba de salir Sparkling Zero—, mochilas y hasta mantas. Hace días, cientos de internautas se pasaron un buen rato debatiendo de dónde saca el personaje el dinero para vivir, considerando que siempre entrena o salva el mundo y nunca trabaja. De la conversación, hasta salieron cuatro teorías principales, con sus respectivos argumentos. Y recientemente se anunció el primer parque temático dedicado a la saga, en Arabia Saudí. Enésimas muestras del impacto global del chavalillo con cola de mono: salió en busca de siete bolas de dragón, pero se encontró con la adoración de medio mundo. Su editorial, Shūeisha, conmemora estos días el aniversario con nuevas imágenes, figuras o cartas, y hasta hay una web oficial dedicada al 40º cumpleaños de Son Goku, repleta de dibujos, eventos y un espacio donde los aficionados comparten su pasión.
Era el 20 de noviembre de 1984 cuando la revista especializada Weekly Shonen Jump, publicada por el sello japonés, editó las primeras viñetas de Bola de Dragón. Un niño venido del espacio terminaba aterrizando en la Tierra. Y, junto con una joven de pelo azul llamada Bulma, se aventuraba a perseguir las siete esferas necesarias para evocar el dragón Shenron. Viajaba sobre una nube, empezó muy pronto a vestir su icónico dogi naranja —uno de los colores favoritos de Toriyama, inspirado en los monjes budistas de China— y mostró enseguida un talento asombroso para aprender artes marciales. Y para enamorar al público, tanto que apenas dos años después se estrenó su primera adaptación a serie animada, de la mano de Toei Animation. Vendrían más, entre Dragon Ball Z, GT o Super. Goku fue creciendo, y sus lectores y espectadores con él.
Aquellos cómics ofrecían combates, humor, algo de épica y de ciencia ficción, ternura, aventuras ligeras y momentos dramáticos. Y personajes como Gohan, Freezer, Majin Buu, Piccolo —uno de los preferidos del creador—, Número 18 o Crilin, especialmente dado a los fallecimientos. Toriyama declaró varias veces que el triunfo de su obra le pareció “una especie de milagro”. El autor siempre insistió en que buscaba ofrecer “entretenimiento” sin mensajes y “hacer a los niños japoneses felices”. Consiguió mucho más: alegrar la infancia en incontables países. Muchos consideran que Bola de dragón supuso el primer éxito global del manga y el paso inicial de un camino que hoy ha llevado los tebeos japoneses a conquistar buena parte del mercado mundial del noveno arte.
Solo en España, Toriyama ha vendido más de 22 millones de ejemplares desde que su obra se empezó a publicar en mayo de 1992, en datos de Planeta. “Nunca una fecha ha sido tan importante para el mundo editorial del cómic en este país como esa. Fue el inicio del manga en España”, afirman Ignasi Estapé y David Hernando, editor de manga y director editorial de Planeta Cómic, en un texto remitido a EL PAÍS. Y recuerdan el reto de publicar desde el principio también en catalán, con periodicidad semanal. Y la necesidad, en los primeros tiempos, de cambiar empaginación y dirección de lectura para adaptarlas al cómic al que estaba acostumbrado el público europeo. El éxito permitió poco a poco atreverse a mantener el formato original y, en los 2000, incluso el sentido de lectura oriental.
Los directivos de Planeta presumen de haber sido el primer sello en publicar Dragon Ball fuera de Japón y señalan que a raíz de ese acuerdo surgió el departamento de derechos internacionales del sello japonés Shueisha. Chigusa Ogino, directivo de la agencia de derechos Tuttle-Mori, todavía lo recuerda: en noviembre de 1991, la editorial Shueisha contactó con su empresa porque “no paraba de recibir faxes desde Barcelona” preguntando por los derechos de esa obra. Como rememoraba el propio Ogino en un texto para el libro que conmemoró los 40 años del departamento de tebeos de Planeta, le tocó a él resolverlo. Al mirar los papeles amontonados, descubrió que desde España les había llegado una y otra vez el mismo fax. Asombrado ante tanta determinación, levantó el teléfono y llamó a Barcelona. Y hasta hoy. “El resto de editoriales se planteaban adentrarse en lo que se conocía como shonen, manga dirigido a un público juvenil, contratando más series, todos en busca del siguiente Son Goku. Pero era este personaje el que seguía sosteniendo la antorcha”, añaden Estapé y Hernando.
Bola de Dragón es el cuarto manga más vendido de todos los tiempos, según la web especializada Comic Book Resources. Y el quinto más amado por los lectores, en una lista realizada por la televisión Asahi y liderada por One Piece. Obra, por otro lado, inspirada como otras muchísimas por las aventuras de Son Goku. Aunque, en realidad, la influencia de Dragon Ball trasciende de lejos las páginas de papel. En 2018, una colosal figura de Son Goku participó en el desfile de Acción de Gracias en Nueva York. La expresión “es más de 9.000″, que pronuncia un atónito Vegeta ante el aumento del poder del protagonista, ya pertenece a la jerga habitual de internet para definir algo incuantificable. Y a saber cuántos niños habrán jugado a convertirse en Supersaiyanos, aquel mítico cambio de musculatura, poderío y hasta peinado que experimentaban algunos luchadores de la saga. Cuatro décadas después, en patios y parques se sigue gritando “¡Kamehameha!”. Ni el propio Toriyama lo vio venir. Imagínese el rey hawaiano.
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En los cómics, donde Planeta, que lo publica en castellano, acaba de lanzar una edición especial recopilatoria de todos los tomos en tres estuches, Dragon Ball Legend, en el mismo formato en que fue serializada originalmente. En la pantalla, donde el personaje suma una veintena de películas y Daima prolonga estas semanas la larga lista de animes. Pero también en muñecos, videojuegos —acaba de salir Sparkling Zero—, mochilas y hasta mantas. Hace días, cientos de internautas se pasaron un buen rato debatiendo de dónde saca el personaje el dinero para vivir, considerando que siempre entrena o salva el mundo y nunca trabaja. De la conversación, hasta salieron cuatro teorías principales, con sus respectivos argumentos. Y recientemente se anunció el primer parque temático dedicado a la saga, en Arabia Saudí. Enésimas muestras del impacto global del chavalillo con cola de mono: salió en busca de siete bolas de dragón, pero se encontró con la adoración de medio mundo. Su editorial, Shūeisha, conmemora estos días el aniversario con nuevas imágenes, figuras o cartas, y hasta hay una web oficial dedicada al 40º cumpleaños de Son Goku, repleta de dibujos, eventos y un espacio donde los aficionados comparten su pasión.
Era el 20 de noviembre de 1984 cuando la revista especializada Weekly Shonen Jump, publicada por el sello japonés, editó las primeras viñetas de Bola de Dragón. Un niño venido del espacio terminaba aterrizando en la Tierra. Y, junto con una joven de pelo azul llamada Bulma, se aventuraba a perseguir las siete esferas necesarias para evocar el dragón Shenron. Viajaba sobre una nube, empezó muy pronto a vestir su icónico dogi naranja —uno de los colores favoritos de Toriyama, inspirado en los monjes budistas de China— y mostró enseguida un talento asombroso para aprender artes marciales. Y para enamorar al público, tanto que apenas dos años después se estrenó su primera adaptación a serie animada, de la mano de Toei Animation. Vendrían más, entre Dragon Ball Z, GT o Super. Goku fue creciendo, y sus lectores y espectadores con él.
Aquellos cómics ofrecían combates, humor, algo de épica y de ciencia ficción, ternura, aventuras ligeras y momentos dramáticos. Y personajes como Gohan, Freezer, Majin Buu, Piccolo —uno de los preferidos del creador—, Número 18 o Crilin, especialmente dado a los fallecimientos. Toriyama declaró varias veces que el triunfo de su obra le pareció “una especie de milagro”. El autor siempre insistió en que buscaba ofrecer “entretenimiento” sin mensajes y “hacer a los niños japoneses felices”. Consiguió mucho más: alegrar la infancia en incontables países. Muchos consideran que Bola de dragón supuso el primer éxito global del manga y el paso inicial de un camino que hoy ha llevado los tebeos japoneses a conquistar buena parte del mercado mundial del noveno arte.
Solo en España, Toriyama ha vendido más de 22 millones de ejemplares desde que su obra se empezó a publicar en mayo de 1992, en datos de Planeta. “Nunca una fecha ha sido tan importante para el mundo editorial del cómic en este país como esa. Fue el inicio del manga en España”, afirman Ignasi Estapé y David Hernando, editor de manga y director editorial de Planeta Cómic, en un texto remitido a EL PAÍS. Y recuerdan el reto de publicar desde el principio también en catalán, con periodicidad semanal. Y la necesidad, en los primeros tiempos, de cambiar empaginación y dirección de lectura para adaptarlas al cómic al que estaba acostumbrado el público europeo. El éxito permitió poco a poco atreverse a mantener el formato original y, en los 2000, incluso el sentido de lectura oriental.
Los directivos de Planeta presumen de haber sido el primer sello en publicar Dragon Ball fuera de Japón y señalan que a raíz de ese acuerdo surgió el departamento de derechos internacionales del sello japonés Shueisha. Chigusa Ogino, directivo de la agencia de derechos Tuttle-Mori, todavía lo recuerda: en noviembre de 1991, la editorial Shueisha contactó con su empresa porque “no paraba de recibir faxes desde Barcelona” preguntando por los derechos de esa obra. Como rememoraba el propio Ogino en un texto para el libro que conmemoró los 40 años del departamento de tebeos de Planeta, le tocó a él resolverlo. Al mirar los papeles amontonados, descubrió que desde España les había llegado una y otra vez el mismo fax. Asombrado ante tanta determinación, levantó el teléfono y llamó a Barcelona. Y hasta hoy. “El resto de editoriales se planteaban adentrarse en lo que se conocía como shonen, manga dirigido a un público juvenil, contratando más series, todos en busca del siguiente Son Goku. Pero era este personaje el que seguía sosteniendo la antorcha”, añaden Estapé y Hernando.
Bola de Dragón es el cuarto manga más vendido de todos los tiempos, según la web especializada Comic Book Resources. Y el quinto más amado por los lectores, en una lista realizada por la televisión Asahi y liderada por One Piece. Obra, por otro lado, inspirada como otras muchísimas por las aventuras de Son Goku. Aunque, en realidad, la influencia de Dragon Ball trasciende de lejos las páginas de papel. En 2018, una colosal figura de Son Goku participó en el desfile de Acción de Gracias en Nueva York. La expresión “es más de 9.000″, que pronuncia un atónito Vegeta ante el aumento del poder del protagonista, ya pertenece a la jerga habitual de internet para definir algo incuantificable. Y a saber cuántos niños habrán jugado a convertirse en Supersaiyanos, aquel mítico cambio de musculatura, poderío y hasta peinado que experimentaban algunos luchadores de la saga. Cuatro décadas después, en patios y parques se sigue gritando “¡Kamehameha!”. Ni el propio Toriyama lo vio venir. Imagínese el rey hawaiano.
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