Herbert_Flatley
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Se llaman September y July, y las dos hermanas han creado su propio mundo para poder sobrevivir. September es dominante, temeraria hasta el exceso, todo lo contrario de July, apocada, miedica. En ese mundo su unión se somete constantemente a pruebas de lealtad casi surrealistas. Pero sus compañeras del instituto se han dado cuenta de la fragilidad de July que, por otra parte, intenta abrirse camino fuera del ala protectora de su hermana, y solo September podrá encarar esa furia, oponiendo aún más furia. Ahora bien, una vez que ha estallado la violencia, ni siquiera unas vacaciones en lo más perdido de Irlanda reconducirán la relación.
Así arranca Septiembre dice, el debut como directora de largometrajes de la actriz francogriega Ariane Labed. El filme, basado en la novela Hermanas, de Daisy Johnson —editada en España por Periférica—, se estrenó en la sección Una cierta mirada del pasado festival de Cannes, donde produjo gran ruido mediático, y ha sido el título estrella este sábado de la Seminci, el festival de cine de Valladolid, antes de que se estrene en España (aunque aún no tiene fecha).
En los cuarenta años que cumplió en mayo Labed ha tenido tiempo para muchas cosas. Hija de un matrimonio francés, Ariane nació en Atenas, donde la familia vivió sus primeros seis años. Los siguientes seis los pasaron en Alemania, y vuelta a Francia, donde Labed estudió Interpretación en la Universidad de Provence. Sin embargo, sus primeros pasos profesionales los dio en Grecia, donde en 2005 fundó la compañía teatral Vasistas.
En el cine debutó a lo grande, porque con su primer largo, Attenberg (2010), ganó la Copa Volpi a la mejor interpretación femenina en el festival de Venecia. Al año siguiente conoció a su marido, Yorgos Lanthimos —con él ha trabajado en Alps y Langosta—, y desde ese momento se ha convertido en una actriz europea, capaz de filmar en su idioma materno, el francés (The Vourdalak, Avant l’effondrement), en inglés (El souvenir y El souvenir: parte II, María Magdalena, Antes del anochecer, Assassin’s Creed o The Brutalist) o en griego. “Vivimos durante una década en Londres, y de verdad que muy bien. Pero tras el confinamiento y el Brexit, lo tuve claro, quería volver a Atenas, a la cultura con la que me siento más cercana, y así hicimos”, cuenta en Valladolid.
Ese plural incluye a Lanthimos, su marido desde 2013, pero Labed no ha dejado de moverse: de hecho, Septiembre dice está producida por la cadena británica BBC, y la actriz ha participado activamente en las asociaciones contra los abusos sexuales y de poder en el audiovisual francés. Era una de las firmantes de una carta al presidente de Francia, Emmanuel Macron, reclamándole el reconocimiento del Estado de Palestina (ella misma porta en España un pin propalestino). “Me siento muy europea, pero cuando Europa significa una idea común que se olvida de países para abrazar unos principios y distintas culturas. Lo que detesto son las instituciones europeas, la burocracia que nos boicotea. Y sí, el mejor ejemplo es la situación actual en Gaza y la invasión de Israel”. E insiste en su idea de Europa: “Me dan igual las naciones, me interesan los lazos culturales”.
Septiembre dice engarza una atmósfera plúmbea, gótica, con turbulencias relacionadas con ser mujer en el siglo XXI y con la migración. “De la novela me atrajo el reto de cómo traspasar su atmósfera a la pantalla. Y no podía ser solo con la imagen, tenía que surgir también del sonido y de la misma interpretación de las actrices, de las dos hijas y de su madre, una artista en horas bajas que hace malabares para atender a sus hijas. El espectador debe sentir esa fisicidad”. ¿Le ayudó su pasado de bailarina? “Pues sí, porque así sentí la conexión: a través del uso de los cuerpos”. Que sean de origen emigrante hace que se las mire como elementos distorsionadores en el paisaje humano. “Y en Hermanas resultaba muy atractiva la exploración de la complejidad femenina y de las modernas estructuras familiares, justo dos temas que yo buscaba para mi salto a la dirección”.
Lanthimos es un cineasta muy atento a los ecos de Buñuel en su cine. En Septiembre dice también asoman ciertos elementos del director de Viridiana, Tristana o Ese oscuro objeto del deseo. “Me encanta, aunque desde luego, pero no de una manera consciente. Me encanta que su cine defiende que como creador todo es válido, que puedes hacer lo que quieras. Esa apuesta por la libertad, todo un tesoro, sospecho que ha calado en mi inconsciente. Dentro de mí está Buñuel, como Cassavetes, Bresson o Akerman”. Se detiene en la belga Chantal Akerman. ”Me entristece tanto que el reconocimiento le haya llegado años después de su muerte. He disfrutado mucho de su obra, porque encara y habla sobre la feminidad, abre las puertas a temas que nunca se habían tratado antes... Ella y Delphine Seyrig, tan cineasta como activista, son mis faros en el cine”.
Con Septiembre dice, cuenta Labed, se inicia su carrera como directora: “No me detendré, y ya tengo en mente ideas que espero plasmar cuando acabe esta promoción”. Y en su casa de Atenas, ¿se habla mucho de cine? “Sí, por supuesto [carcajada]. Cada uno ve lo del otro, sus guiones, y charlamos mucho sobre, por ejemplo, feminismo. Con Olla, mi primer corto, le pregunté mucho, y solía responderme: ‘Um, no sé, es tu obra’. Me gustó eso, y aunque conversamos y escuchamos, cada uno al final es autor de su cine”.
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Así arranca Septiembre dice, el debut como directora de largometrajes de la actriz francogriega Ariane Labed. El filme, basado en la novela Hermanas, de Daisy Johnson —editada en España por Periférica—, se estrenó en la sección Una cierta mirada del pasado festival de Cannes, donde produjo gran ruido mediático, y ha sido el título estrella este sábado de la Seminci, el festival de cine de Valladolid, antes de que se estrene en España (aunque aún no tiene fecha).
En los cuarenta años que cumplió en mayo Labed ha tenido tiempo para muchas cosas. Hija de un matrimonio francés, Ariane nació en Atenas, donde la familia vivió sus primeros seis años. Los siguientes seis los pasaron en Alemania, y vuelta a Francia, donde Labed estudió Interpretación en la Universidad de Provence. Sin embargo, sus primeros pasos profesionales los dio en Grecia, donde en 2005 fundó la compañía teatral Vasistas.
En el cine debutó a lo grande, porque con su primer largo, Attenberg (2010), ganó la Copa Volpi a la mejor interpretación femenina en el festival de Venecia. Al año siguiente conoció a su marido, Yorgos Lanthimos —con él ha trabajado en Alps y Langosta—, y desde ese momento se ha convertido en una actriz europea, capaz de filmar en su idioma materno, el francés (The Vourdalak, Avant l’effondrement), en inglés (El souvenir y El souvenir: parte II, María Magdalena, Antes del anochecer, Assassin’s Creed o The Brutalist) o en griego. “Vivimos durante una década en Londres, y de verdad que muy bien. Pero tras el confinamiento y el Brexit, lo tuve claro, quería volver a Atenas, a la cultura con la que me siento más cercana, y así hicimos”, cuenta en Valladolid.
Ese plural incluye a Lanthimos, su marido desde 2013, pero Labed no ha dejado de moverse: de hecho, Septiembre dice está producida por la cadena británica BBC, y la actriz ha participado activamente en las asociaciones contra los abusos sexuales y de poder en el audiovisual francés. Era una de las firmantes de una carta al presidente de Francia, Emmanuel Macron, reclamándole el reconocimiento del Estado de Palestina (ella misma porta en España un pin propalestino). “Me siento muy europea, pero cuando Europa significa una idea común que se olvida de países para abrazar unos principios y distintas culturas. Lo que detesto son las instituciones europeas, la burocracia que nos boicotea. Y sí, el mejor ejemplo es la situación actual en Gaza y la invasión de Israel”. E insiste en su idea de Europa: “Me dan igual las naciones, me interesan los lazos culturales”.
Septiembre dice engarza una atmósfera plúmbea, gótica, con turbulencias relacionadas con ser mujer en el siglo XXI y con la migración. “De la novela me atrajo el reto de cómo traspasar su atmósfera a la pantalla. Y no podía ser solo con la imagen, tenía que surgir también del sonido y de la misma interpretación de las actrices, de las dos hijas y de su madre, una artista en horas bajas que hace malabares para atender a sus hijas. El espectador debe sentir esa fisicidad”. ¿Le ayudó su pasado de bailarina? “Pues sí, porque así sentí la conexión: a través del uso de los cuerpos”. Que sean de origen emigrante hace que se las mire como elementos distorsionadores en el paisaje humano. “Y en Hermanas resultaba muy atractiva la exploración de la complejidad femenina y de las modernas estructuras familiares, justo dos temas que yo buscaba para mi salto a la dirección”.
Lanthimos es un cineasta muy atento a los ecos de Buñuel en su cine. En Septiembre dice también asoman ciertos elementos del director de Viridiana, Tristana o Ese oscuro objeto del deseo. “Me encanta, aunque desde luego, pero no de una manera consciente. Me encanta que su cine defiende que como creador todo es válido, que puedes hacer lo que quieras. Esa apuesta por la libertad, todo un tesoro, sospecho que ha calado en mi inconsciente. Dentro de mí está Buñuel, como Cassavetes, Bresson o Akerman”. Se detiene en la belga Chantal Akerman. ”Me entristece tanto que el reconocimiento le haya llegado años después de su muerte. He disfrutado mucho de su obra, porque encara y habla sobre la feminidad, abre las puertas a temas que nunca se habían tratado antes... Ella y Delphine Seyrig, tan cineasta como activista, son mis faros en el cine”.
Con Septiembre dice, cuenta Labed, se inicia su carrera como directora: “No me detendré, y ya tengo en mente ideas que espero plasmar cuando acabe esta promoción”. Y en su casa de Atenas, ¿se habla mucho de cine? “Sí, por supuesto [carcajada]. Cada uno ve lo del otro, sus guiones, y charlamos mucho sobre, por ejemplo, feminismo. Con Olla, mi primer corto, le pregunté mucho, y solía responderme: ‘Um, no sé, es tu obra’. Me gustó eso, y aunque conversamos y escuchamos, cada uno al final es autor de su cine”.
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