Jamir_Hahn

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El Museo Reina Sofía es el lugar en el que Franco muere todos los días. La frase, que no es mía, sino de un antiguo responsable del centro durante una conversación relajada, explica como pocas cosas una lógica perezosa que se ha instalado en la cultura oficial española. La izquierda política utiliza ese centro gravitatorio de la historia que para ellos sigue siendo el franquismo como mancuernas. Tonifican sus músculos y se embelesan ante el espejo mientras repiten entre dientes un «Franco ha muerto». O lo de ahora: «50 años de España en libertad». Hace medio siglo que la palmó el dictador y el presidente del Gobierno quiere ahorrarnos los detalles que explican cómo pudo restablecerse la democracia en España, algo que no ocurrió el 20 de noviembre de 1975, sino a partir del 22, con la proclamación del Rey y la amnistía, y también con grandes dosis de audacia y generosidad por parte de todos los actores políticos y sociales de la época. En las salas del Reina Sofía, cincuenta años después, puede verse —eso sí— la exposición sobre el Esperpento , esa visión deformada de España que debemos a Valle Inclán y que, exagerando lo grotesco, subraya la humanidad. Para los fibrosos progresistas que se ejercitan estos días en la pereza del antifranquismo, que tanto nos aburre 50 años después, la muestra tiene otro espejo más artístico, donde no se reflejan Franco, ni Trump, ni Elon Musk. Es una obra de Xaudaró . ‘Ya somos tres’, se titula. Y tiene dos burros pintados, esperando que uno se asome. Con o sin mancuernas, ya depende

 

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