swift.seth
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Cada diciembre, las calles se llenan de luces brillantes, mercados navideños y un ambiente de fiesta que promete magia para todos. Pero, ¿qué ocurre con los niños con discapacidad? La Navidad, ese tiempo de ilusión y esperanza, se convierte en un desafío para muchas familias que ven cómo la sociedad se olvida de ellos una vez más.
Las luces deslumbrantes, los ruidos ensordecedores de las fiestas o el ajetreo de las multitudes son incomprensibles y hasta dolorosos para muchos niños con discapacidad. En lugar de generar sonrisas y esperanza, estos estímulos hacen que se sientan excluidos, perdidos en un mundo que no está preparado para sus necesidades.
El concepto de inclusión se convierte, en este contexto, en una simple palabra vacía. La verdadera inclusión va mucho más allá de las barreras físicas: implica un cambio profundo en la forma en que la sociedad concibe la celebración y la participación de todos. Las actividades navideñas deberían ser un espacio de disfrute para todos los niños, con independencia de sus capacidades.
La falta de sensibilidad hacia las necesidades de los niños con autismo, discapacidad intelectual o trastornos sensoriales demuestra que, como sociedad, no hemos evolucionado lo suficiente. A estos niños se les priva de la oportunidad de experimentar la magia de la Navidad, de compartir momentos con su familia y de soñar con la ilusión de estas fechas.
El concepto de inclusión se convierte, en este contexto, en una simple palabra vacía
La Navidad es una época para todos, para crear recuerdos compartidos, para dar y recibir. La falta de accesibilidad no solo deja a los niños con discapacidad fuera de las celebraciones, sino que refleja una profunda falta de empatía en una sociedad que aún no sabe cómo hacer que todos se sientan parte de la magia navideña.
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