No sé si lo sabrán, pero Óscar Puente ahora es un estadista, un político de altos vuelos, el epítome de lo que ha de ser un servidor público. Se ha descubierto como un hombre de Estado, de estados de ánimo más concretamente. Lo cierto es que su gestión de la DANA ha sido impecable en términos comunicativos, llegando hasta tal punto su recital en el chiringo de Elon que incluso a los ciudadanos a los que nos tenía bloqueados nos ha timbrado el eco de su proeza. Hay hasta entusiastas que ven en el vallisoletano el recambio para el kíe, en el remoto caso, claro, de que 'Mr. Pedid y se os dará' decida que estamos preparados para poder vivir sin él.La fulgurante crecida en popularidad del ministro de Transportes se explica por contraste. Primero, con el panorama; entre tanta guerra mezquina por el relato, es de los pocos que parece haberse enterado de qué va la vaina. Y segundo, consigo mismo; cuando dejas de comportarte como un pandillero y empiezas a hacerle honor a la cartera que portas, la peña se sorprende: Ah, que este tipo aparte de insultar es capaz de… ¡trabajar! Porque, por más hipérboles que se despachen en los satélites del oficialismo, el gran mérito de Puente no ha sido otro que hacer su curro. Lo que más chirría de esta ascensión a los cielos es que un tipo tan gregario, un perro de presa al que le encomendaron defender el muro, haya decidido sin orden expresa de Producciones Moncloa cambiar su rol en este serial de confrontación constante. No se pasa de ser un pitbull a un Golden Retriever si tu «puto amo» (el otro Óscar dixit) no te ha dicho que no toca ladrar. Porque este hombre, al que el CIS de Tezanos lo pondrá en breves a la altura de Anguita, es el mismo que tuvo el cuajo de decir que el «tren vive su mejor momento» a la vez que culpaba a Franco. El mismo que hasta hace dos días ponía motes a los medios y señalaba a periodistas y a jueces, el que abrió una crisis diplomática con Argentina insinuando que su presidente es un farlopero o que, entre otras cosas, insultó al alcalde de nuestra ciudad llamándole «mentiroso e impresentable». Yo también quiero poder aplaudir a Don Óscar Churchill, pero se me complica si sigue negándose a reunirse con el máximo representante de Sevilla, si cada vez que viene prefiere ir a la Diputación en vez de tratar con el regidor de la capital andaluza los graves atrasos en infraestructuras que tiene la cuarta ciudad del país. Empezando por la modernización de los trenes, el cierre del anillo ferroviario o la expansión de la C4. Vamos, ministro, que si sigue como va tendremos la línea tres de metro en lo que tarda la Complu en adjudicar una cátedra. Ahí veremos cuánta verdad hay en su epifanía.
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