'Dibujos, grabados, muebles', de Donald Judd en la galería Elvira González: Música de 'amueblamiento'

justyn79

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Donald Judd comenzó un ensayo, escrito en 1969, apuntando que tenía «muchas quejas». Una de ellas era contra la etiqueta de 'minimalista' que se le había endosado: «El primer error consiste en que el Minimalismo no es nada; el segundo, en que le atribuyen rasgos a algo que no existe». Este artista, formado en filosofía en la Universidad de Columbia, no estaba dispuesto a cargar con ideas simples y, tampoco, pensaba rendir pleitesía a pintores como Pollock o Guston, uno muerto y el otro «blando». Noticias relacionadas estandar Si CRÍTICA DE: '25 figuras de lamento y restitución', de Manu Arregui en Espacio Mínimo: No es lo que ves Fernando Castro Flórez estandar Si CRÍTICA DE: 'Entremedias / In Between', de Hisae Ikenaga en galería Max Estrella: La vida secreta del barro Francisco CarpioAl principio, realizó artesanalmente sus obras, expuestas en la Green Gallery en 1963, con la inestimable ayuda de su padre, que era un ejecutivo de la Western Union, y, lo más importante, un excelente carpintero. Aquellas piezas con aspecto de estanterías o rampas fueron descritas, con enorme animadversión, por Hilton Kramer como «indiferentes» al análisis formal y la metáfora, pero todavía más ajustados y ácidos fueron aquellos que las calificaron como «objetos inútiles», «no-arte» y «mobiliario estético».«Es ridículo»La sexta exposición individual de Judd en la galería de Elvira González recupera precisamente algunos de los muebles que diseñó junto a unas series de grabados y dibujos. El mismo artista, siempre dispuesto a meditar sobre el arte sin buscar etiquetarlo, declaró que la configuración y la escala del mismo «no puede transponerse a los muebles o a la arquitectura. La intención del arte es indiferente de la de estos últimos, que deben ser funcionales. Si parece sólo arte es ridículo». Ciertamente, todo lo que Donald Judd realizó no arrastra, en su radicalidad fenomenológica, la frustrante sombra de lo ridículo, aunque esa «poética del ángulo recto», por recuperar una fórmula de Le Corbusier, tampoco parece incitar a un uso cotidiano. Una de las piezas de Donald Judd de la muestra ABCSin duda, el texto programático de Judd es el titulado 'Objetos específicos' (1964) en el que consideraba que la mitad o más de las mejores nuevas obras de aquel momento «no son pinturas ni esculturas». Lo que le atraía era la «tridimensinalidad», una unidad en la que todas las partes de una obra de arte forman un único todo coherente que sólo depende de sí mismo. Tal vez le molestaban menos las etiquetas que lanzaron otros críticos para referirse a lo que proponían él y colegas suyos como Dan Flavin o Anne Truitt: «Arte ABC», «arte literal» o, de remate, «arte aburrido». En 1967, Michel Fried agitó el avispero al atacar a esos herederos de la sugerencia de Tony Smith de que una autopista podría percibirse «como una escultura». Por su parte, Clement Greenberg, el crítico canónico de la pintura moderna, se quejó amargamente de que cualquier cosa se podía leer como arte, «incluyendo una puerta, una mesa o una hoja de papel en blanco». Seis décadas después de aquellas controversias, cuando nos resbalamos con la cáscara de un plátano que refleja la comedia del arte, los muebles de Donald Judd y sus obras sobre papel no son 'cualquier cosa', al contrario, resplandecen y nos interpelan con una precisión inquietante. La silla de cobre realizada en 1984, una fecha simbólica donde las haya, parece un trono que no puede ser ocupado por ninguna 'realeza', y la mesa de aluminio esmaltado parece despreciar su condición funcional.Donald Judd 'Dibujos, grabados, muebles'. Galería Elvira González. Madrid. C/ Hermanos Álvarez Quintero, 1. Hasta el 24 de enero de 2025. Cuatro estrellas. Mientras, los dieciséis grabados de 1978 resumen casi todos los planteamientos de este concienzudo creador; las serigrafías, que ejecutó en Madrid en 1991, llevan la imaginación hasta un estadio de armonía musical que no necesita explicarse. Música de amueblamiento, la propuesta de Erik Satie, podría ofrecernos un lejano horizonte para seguir gozando de estos 'objetos específicos'.

 

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