abagail.hand
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Despedirse de Paul McCartney no sólo significa despedirse de Paul McCartney. Significa despedirse de los Beatles, de la contracultura, del hippismo, de la posguerra británica, de aquel Liverpool, del swingin' London, de los sesenta, del pasado común, de yoquésécuánto. Crecimos escuchando su voz, su bajo, su piano, su batería. Su todo. Y hasta aquí hemos llegado: él cumple pronto 83 y a nosotros nos gustaría alcanzar esa edad con sus mismos átomos tan vivos. McCartney no sabe escribir partituras aunque desde su cabeza haya compuesto la segunda mitad del siglo XX y el arranque del XXI. Sus canciones nos tintinean en aquel constructo ficticio que Jung llamó «inconsciente colectivo» y nos obligan a enamorarnos, bailar o soñar de una determinada forma. Gracias, él sigue entendiendo que ese «nos» resulta indivisible de su obra. Porque McCartney forma parte de nosotros, resulta tan duro -y va la primera contradicción- tan alegre a un tiempo acercarse al Wizink Center de Madrid a decirle «adiós». A decirle «te queremos».Como vivimos en una sociedad de consumo, para el amor siempre hay lugar en la tienda de merchandising. Ahí: abierta desde principios de la tarde, la tienda McCartney ofrece camisetas horribles a cuarenta y cinco euros , tazas a veinte euros o una chupa rollo béisbol con una «P» enorme a trescientos cincuenta. La cola se extiende y compra porque comprar también maquina la experiencia: Brian Epstein, el mítico manager de los Beatles, muy a favor. Entre los fans, hay nerviosismo porque las puertas no abren a la hora acordada. Sabemos que McCartney, sus guitarristas o su batería habitan en el Ritz madrileño: déjennos entrar. Incluso hemos sufrido en el instagram de la gran Luz Casal al pianista Paul «Wix» Wickens. El personal pide a voces: queremos todo cuanto antes, como Bowie en 'Rebel, rebel'. El público de McCartney: de todas las edades. Su triunfo: no parece un espectáculo nostálgico. Hay diversas generaciones, pocas jóvenes o muy jóvenes, eso sí, conviviendo en armonía en las colas eternas del Wizink. Noticia Relacionada estandar Si Paul McCartney y los Beatles: la factoría de sueños pop sigue a toda máquina Nacho Serrano Subastas, documentales, exposiciones, libros y reediciones acompañan la gira de Paul McCartney en un año de beatlemanía totalMe cuenta Dani, un fan que ha venido desde Vigo, que acude en soledad para despedirse. Ha pagado cuatrocientos cincuenta euros por una entrada VIP. «Más me costaría el arreglo de un coche», razona con acierto. María, de Oviedo, no ha probado a McCartney antes y «sin ser fan», nota «algo histórico». Mientras María me lo cuenta, en la cola aparecen los carteles de «se busca entrada». Una persona flipa y grita ante la multitud «¡se entra por aquí!». Andy, de veintidós años, hermano de doña Lily, veinte, y su amiga Kate, veintiuno, desmontan mi teoría: jóvenes y felices de convivir en Madrid con tal de Paul. Su madre Mary -mismo nombre que la madre de McCartney, huérfano a los catorce a mediados de los cincuenta- falleció este verano y les regaló estas entradas. Ay. Nunca habían visitado Madrid, vienen de Kilkanny, Irlanda, nunca se imaginaron compartir tiempo con McCartney, y, gracias a su madre, se les nota, son felices -otra contradicción- y tristes a un tiempo. El DJ previo sigue con sus mezclas de canciones raras de McCartney -'Love is strange', flipo, 'Flaming pie', 'Smile away'- y nervios.Uno se asombra con Paul McCartney en un escenario hasta que ve a Paul McCartney en un escenario. Las ganas del público eran tantas que su aparición -todo lo que acarrea encima- se volvió una descarga de emoción colectiva. En una pantalla HD bajó un bajo y el señor que aguanta el legado de los Beatles en directo -la bazofia de Ringo Starr con su enésima versión de la 'All starr band' vale muy poco- sale sonriente, cómodo y ¡zas! Esa polifonía que abre 'Can't buy me love' nos mata. En las pantallas aparecen, incesantes, los Beatles que la cantaban en 'Qué noche la de aquel día', en aquel año de 1964 -lo narra un reciente documental de Disney+, 'Beatles '64', maquinado por Scorsese- que lo cambió todo con el aterrizaje del grupo en USA. Pero esto es Madrid y aquí también celebramos los diez años de McCartney con Wings, su grupo post-beatle. Un corte popular -'Junior's farm'- y otro más oscuro -'Letting go', vestido con su conjunto de viento saliendo por una grada- reivindican la importancia de una banda, ideada con la base de Denny Laine, Linda McCartney y él mismo, que facturó álbumes de la talla de 'Band on the run' o 'Venus and Mars' y dos directos que recuerdan la fuerza de Paul en vivo: 'Wings over America' y 'Wings over Europe'. Un fan mexicano me cuenta que la terrorífica 'Come on to me' nos la regala Paul para poder mear entre tanta obra maestra y confiesa que no ha comido para «no cagar durante el concierto». Paul habla en español lo justo, menos que en otras ocasiones.El mítico exBeatle junto a su banda, en Madrid Ángel de ANtonioY McCartney sigue con lo que toca: ese 'Let Em In', recuerdo de familiares y de Martin Luther King, recuerdo de nunca jamases. Confiesa que Nancy Shevell, su actual esposa, está en Madrid y le canta 'My valentine'. '1985', la canción apocalíptica de Wings nos despierta de ese amor.«Oe, oe, oe» resuena la multitud mientras Macca entona 'I've just seen a face' en el set acústico enlazada con artefactos primitivos e ineludibles: 'Love me do', 'In spite of all the danger', acabó en una altura loca para un señor de esa edad cantando 'Here today' y con Lennon . Acoplar 'Now and then', la última de los Beatles, gracias.Comenzó después la gran despedida, similar a asimilar a Mozart en directo: 'Jet', 'Being for the benefit of Mr. Kite' -McCartney asegura que esta composición de Lennon, tanto bajo como letra, le evita caer en el Alzheimer-, 'Band on the run',...Nos estalla 'Let it be' y aceptemos la despedida. Salvo los que volveremos mañana. Una ilusión. 'Live and let die' y 'Hey jude' recuperan la idea de nosotros. Se va. Vuelve. Regresa a Lennon en 'I've got a feeling' sin nostalgias, aprovechando una imagen digital de John con tal de regalarnos una coda instrumental inédita.En los bises, se despide McCartney con lo que Lennon asumió como derrota poética: 'The end'. Unos versos incomparables y quizá, cuarenta años más tarde, en Madrid, manidos. Da igual: 'Al final, el amor que diste es igual al amor que recibiste'. Paul promete volver. Nos obliga a creerle porque, si no, igual palmamos.
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