Desamparados

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No hay generación que no tenga tatuada su tragedia y su algarada. De esas que hacen que la inocencia vaya quedando atrás, muy atrás. La más reciente nos ha dejado rotos, sin ganas de mirar al futuro y al apocalipsis como visto en las atardecidas. En este mar de muerte se han venido asando a fuego lento los condicionantes del desastre, pero el ciudadano, aquel que no puede levantar puentes, sino portar una bolsa de comida y sacar un relente cálido de cariño, debe saber qué hay detrás. Y lo sabe, porque el grito de «estamos solos» se iba escuchando, sin que el barro lo amortiguara.Las historias de desesperación son y están. Y también las de cofradías sureñas, peñas del norte, recogiendo enseres para que no se les haga a sus compatriotas más oscura la noche negra de noviembre. Vean ahí a la España real, la que en Madrid camina cabizbaja, se persigna con disimulo leyendo la prensa.Lo de Sánchez ya tocó el alma y encendió los faroles del pataleo. Como si con el contador de muertos disparado hubiera, además, que mendigar palas a quien tenía que estar moviendo Roma con Santiago. El ciudadano lo sabe, como sabe que cuando el cielo se pone negro, cuando desde arriba atruena la desolación, sólo puede recurrir a su pundonor. El que salva vidas. El español ha dado una lección al mundo. Está solo, sí, pero se aferra a él mismo, a la Virgen de los Desamparados o a san Vicente Ferrer o al Rey, y coge la pala y hace de bombero y psicológo . Pero no olvida. Dijo Doña Letizia, después de la histeria colectiva y la suspensión de la visita regia, que entiende el cabreo , y es que la desesperación más absoluta trae esto. Que los Reyes no pudieran dar cariño en el epicentro del desastre nos habla de una zona quebrada por mucho. Cuando el barro se despeje, cuando las misas se hayan cantado, cuando en lo consuetudinario la quemazón de la muerte escueza menos, ya habremos de pedir cuentas al Cielo y al que manda en el suelo. Ahora queda una cicatriz y rezar con conciencia. La solidaridad y los Reyes con el consuelo en los labios es lo único digno.

 

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