Brooke_Kozey
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La colección del Banco Santander, compuesta por más de 1.200 piezas y expuesta, en parte, en su sede de Boadilla del Monte, a 20 kilómetros de Madrid, propone un itinerario pedagógico que muestra los derroteros que tomaron nuestros artistas desde tiempos de Zurbarán hasta Ramón Casas, Sorolla o Barceló. La directora de Arte y Exposiciones de la Fundación Banco Santander, María Beguiristain, y expertas como la investigadora María López descubren los secretos de estos fondos repletos de obras de grandes maestros (¡y de todo un gabinete de curiosidades que incluye monedas o tapices!)
Todo comenzó al poco del nacimiento del propio banco, en 1857. Y aunque, dice Beguiristain, resulta imposible distinguir cuál fue la primera pieza, la semilla a partir de la que brotó una de las mayores colecciones privadas de España, sí que se puede rastrear cómo esta colección fue creciendo a la par que crecía el propio banco, a medida que absorbía o se fusionaba con otras entidades: Banco Urquijo, Central Hispano… “Esto constituye una particularidad muy importante, porque las obras de arte que ahora atesoramos y mostramos responden a una suma de gustos, a una diversidad que ofrece una multiplicidad de relatos y formas de asomarse a la colección”.
La Fundación Banco Santander data de 1992. Entre esa fecha y 2006, la única forma de contemplar estos cuadros, esculturas, tapices o cerámicas fue acercarse a algunas de las exposiciones temporales que se organizaron por el territorio nacional y en el extranjero (Chile, México, Brasil, Polonia…), también en colaboración con decenas de universidades o instituciones. Pero en ese instante, hace casi ya dos décadas, se abrió “la mejor sala de exposiciones de Madrid”, a juicio de Beguiristain, el espacio expositivo ubicado en la Ciudad Financiera ideada por el premio Pritzker Kevin Roche, en Boadilla del Monte (Madrid).
Un solo vistazo a uno de sus rincones basta para percatarse de las dimensiones y la variedad de obra visual que el espectador podrá encontrar en una visita pública y de acceso gratuito.
El siguiente paso, cuenta la directora de Arte y Exposiciones de la fundación, será combinar las estancias madrileñas de las obras con viajes a exposiciones temporales que se celebrarán en el Faro Santander, el nuevo proyecto cultural en la sede original del banco en el edificio Pereda de la capital cántabra.
El arte nos habla y, según esté colocado de una manera u otra sobre los muros blancos, la historia que nos cuenta cambia. Esa es la principal labor de un comisario, ahí estribó la gran dificultad para Beguiristain. ¿Qué le rondó la cabeza? ¿Cómo decidió qué contarnos?
Antes de acceder a la sala, al visitante lo acompañan olivos milenarios, un hermoso paisaje agreste. Aquello fue una pista definitiva: lo de dentro y lo de fuera debían estar conectados. “Vienes de allá y, de pronto, te recibe un lienzo enorme y oscuro de Juan Uslé de 2018, paisaje desde el punto de vista contemporáneo, ¡fuera solemnidad!”, exclama Beguiristain con entusiasmo; un paradigma que se mantiene en el otro extremo de la ruta: la salida te lleva a una escultura exterior casi habitable de Cristina Iglesias: Pasadizos vegetales.
¿Por qué apenas hubo mujeres artistas? Y ¿cómo se las representó cuando aparecían, ahí sí con frecuencia, retratadas en los lienzos de los grandes maestros de la pintura? Los estudios de género no eran todavía populares en el ámbito hispánico cuando María López (Madrid, 1975) se sumergió en su tesis doctoral La imagen de la mujer en la pintura española de fin de siglo (1880-1914). Desde que a finales de los noventa decidiera bucear en la materia, López, investigadora y comisaria, ya fue consciente de lo mucho que escondía a este respecto la Colección Banco Santander, unos fondos que consultó una y otra vez. Por ello parece resultado de la lógica que haya sido ella la primera protagonista de una iniciativa de la fundación llamada Investiga, una convocatoria que abre ahora su tercera edición en la que se invita a estudiosos de distintos ámbitos de las Humanidades o las Ciencias a realizar trabajos transversales sobre la colección a partir de los cuales generar nuevas lecturas sobre la misma.
El informe de López, que se publicará próximamente, destripa ese relato que necesitamos conocer para detectar los mensajes misóginos que se colaban en las obras de arte de cada época. Específicamente, analiza la tensión en la pintura de los siglos XIX y XX entre las representaciones femeninas que heredaban la visión de la mujer impuesta por el dogma católico de la Inmaculada Concepción, adoptado como dogma de fe por la Iglesia en 1854 —madre, benefactora, cuidadora sumisa como únicas virtudes verdaderamente femeninas— y aquellas otras que ya buscaban una imagen más moderna. Aunque no por ello menos machista: “Un pensamiento innovador en lo técnico o estilístico no trae necesariamente una mirada mejor sobre la mujer y sus retratos. Por ejemplo, será Ingres quien romantice la iconografía de la odalisca, la esclava sexual de las mujeres del harén, el último peldaño de la opresión femenina”.
A través de tres imágenes de tres períodos, López nos explicará con ejemplos esa evolución hasta que sean las mujeres artistas las que alcen la voz y se cuenten a sí mismas:
Los fondos comprenden mucho más que obra pictórica: quizá lo que mejor represente el arte del siglo XVIII sean tapices y cerámicas y, como corresponde a la colección de un banco, también a partir del conjunto numismático que poseen, monedas y billetes que abarcan siglos y siglos y acuñadas por todas las civilizaciones que poblaron la península Ibérica, podemos asistir a una lección de historia. Repasemos algunos de los hitos comentados por su comisaria:
¿Te imaginas estar en el comedor principal de uno de los hoteles más emblemáticos de la Nueva York de 1930? José María Sert, el muralista español de más éxito internacional, recibió el encargo para la decoración de este salón y creó un conjunto único de 15 lienzos con la historia de las Bodas de Camacho de El Quijote.
Cada vez usamos menos las monedas y los billetes, pero fueron objeto no solo de comercio sino de poder y de transmisión de cultura. El banco conserva una colección de monedas emitidas todas en la península Ibérica desde el siglo III a. C. hasta la peseta; la historia del comienzo de la emisión de billetes en España por los diferentes bancos, hasta que el Banco de España se hizo con el monopolio, y (¡ojo a esto, porque es verdaderamente exquisita!) una colección de billetes de la Guerra Civil, emitidos desde cientos de ayuntamientos.
Los Sobreteixim son sinónimo de la colaboración y experimentación entre Joan Miró y el artista Josep Royo que se inició en 1970. Dio como fruto grandes tapices, como el del World Trade Center, el de la National Gallery de Washington o los de las fundaciones Miró, La Caixa y Maeght.
El Sobreteixim de Colección Banco Santander está a medio camino entre pintura, collage y tapiz, y permitió a Miró explorar la materia y la técnica que tanto le interesó de los tapices.
Esta colección nos cuenta la historia de la manufactura de Alcora, fundada por el IX conde de Aranda en 1727 en Castellón. Su objetivo: crear una fábrica de lozas y porcelanas de lujo que compitiera con las manufacturas extranjeras. Contó con privilegios reales (exención de impuestos en la exportación de piezas y libre entrada de materiales), que le ayudaron a mantenerse a flote hasta mediados del siglo XIX.
La fábrica se convirtió en un modelo de organización y en un referente de orientación estética gracias a la contratación de especialistas extranjeros, artistas y «secretistas»; y se creó una academia de aprendices que le permitió continuar proporcionando una producción de máxima calidad.
El coleccionismo es una pasión que, cuando prende, dice Beguiristain, obedece mal a razones. Una colección de colecciones, llamábamos al principio del reportaje a la de la fundación, sí. Sin embargo, dentro de ella ocupa un lugar especial un nombre, el de un pintor que cautivó a don Emilio Botín abuelo, y después a su homónimo hijo: José Gutiérrez-Solana. “Ambos eran cántabros que echaban de menos su tierra, afincados en Madrid”, aventura Beguiristain, “tal vez se debiera a esto la conexión que sintieron”. Sin que podamos saber nunca con certeza la causa, quedaron prendados de una pintura alejada del academicismo y las vanguardias, una obra de rasgos tenebrosos y casi contrapuestos a la luminosidad que representaba Sorolla; sin duda, la que mejor plasmó la crisis social, política y económica de la época, una pintura de los asuntos mundanos. Tal fue la pulsión por su obra que la colección del banco posee 29 lienzos, 2 dibujos y 3 grabados, la mayor en una entidad privada. Un fenómeno extrañísimo: muy pocos coleccionistas suelen abarcar tantas piezas de un solo autor. Estas escenas cotidianas y llenas de sentimiento pueden contemplarse en una sala dedicada a ellas en exclusiva.
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Una colección de colecciones
Todo comenzó al poco del nacimiento del propio banco, en 1857. Y aunque, dice Beguiristain, resulta imposible distinguir cuál fue la primera pieza, la semilla a partir de la que brotó una de las mayores colecciones privadas de España, sí que se puede rastrear cómo esta colección fue creciendo a la par que crecía el propio banco, a medida que absorbía o se fusionaba con otras entidades: Banco Urquijo, Central Hispano… “Esto constituye una particularidad muy importante, porque las obras de arte que ahora atesoramos y mostramos responden a una suma de gustos, a una diversidad que ofrece una multiplicidad de relatos y formas de asomarse a la colección”.
La Fundación Banco Santander data de 1992. Entre esa fecha y 2006, la única forma de contemplar estos cuadros, esculturas, tapices o cerámicas fue acercarse a algunas de las exposiciones temporales que se organizaron por el territorio nacional y en el extranjero (Chile, México, Brasil, Polonia…), también en colaboración con decenas de universidades o instituciones. Pero en ese instante, hace casi ya dos décadas, se abrió “la mejor sala de exposiciones de Madrid”, a juicio de Beguiristain, el espacio expositivo ubicado en la Ciudad Financiera ideada por el premio Pritzker Kevin Roche, en Boadilla del Monte (Madrid).
Un solo vistazo a uno de sus rincones basta para percatarse de las dimensiones y la variedad de obra visual que el espectador podrá encontrar en una visita pública y de acceso gratuito.
El siguiente paso, cuenta la directora de Arte y Exposiciones de la fundación, será combinar las estancias madrileñas de las obras con viajes a exposiciones temporales que se celebrarán en el Faro Santander, el nuevo proyecto cultural en la sede original del banco en el edificio Pereda de la capital cántabra.
Contar una historia
El arte nos habla y, según esté colocado de una manera u otra sobre los muros blancos, la historia que nos cuenta cambia. Esa es la principal labor de un comisario, ahí estribó la gran dificultad para Beguiristain. ¿Qué le rondó la cabeza? ¿Cómo decidió qué contarnos?
Antes de acceder a la sala, al visitante lo acompañan olivos milenarios, un hermoso paisaje agreste. Aquello fue una pista definitiva: lo de dentro y lo de fuera debían estar conectados. “Vienes de allá y, de pronto, te recibe un lienzo enorme y oscuro de Juan Uslé de 2018, paisaje desde el punto de vista contemporáneo, ¡fuera solemnidad!”, exclama Beguiristain con entusiasmo; un paradigma que se mantiene en el otro extremo de la ruta: la salida te lleva a una escultura exterior casi habitable de Cristina Iglesias: Pasadizos vegetales.
María Beguiristain te lleva de viaje a través de la colección con tres de sus piezas favoritas
Una mirada de género
¿Por qué apenas hubo mujeres artistas? Y ¿cómo se las representó cuando aparecían, ahí sí con frecuencia, retratadas en los lienzos de los grandes maestros de la pintura? Los estudios de género no eran todavía populares en el ámbito hispánico cuando María López (Madrid, 1975) se sumergió en su tesis doctoral La imagen de la mujer en la pintura española de fin de siglo (1880-1914). Desde que a finales de los noventa decidiera bucear en la materia, López, investigadora y comisaria, ya fue consciente de lo mucho que escondía a este respecto la Colección Banco Santander, unos fondos que consultó una y otra vez. Por ello parece resultado de la lógica que haya sido ella la primera protagonista de una iniciativa de la fundación llamada Investiga, una convocatoria que abre ahora su tercera edición en la que se invita a estudiosos de distintos ámbitos de las Humanidades o las Ciencias a realizar trabajos transversales sobre la colección a partir de los cuales generar nuevas lecturas sobre la misma.
El informe de López, que se publicará próximamente, destripa ese relato que necesitamos conocer para detectar los mensajes misóginos que se colaban en las obras de arte de cada época. Específicamente, analiza la tensión en la pintura de los siglos XIX y XX entre las representaciones femeninas que heredaban la visión de la mujer impuesta por el dogma católico de la Inmaculada Concepción, adoptado como dogma de fe por la Iglesia en 1854 —madre, benefactora, cuidadora sumisa como únicas virtudes verdaderamente femeninas— y aquellas otras que ya buscaban una imagen más moderna. Aunque no por ello menos machista: “Un pensamiento innovador en lo técnico o estilístico no trae necesariamente una mirada mejor sobre la mujer y sus retratos. Por ejemplo, será Ingres quien romantice la iconografía de la odalisca, la esclava sexual de las mujeres del harén, el último peldaño de la opresión femenina”.
A través de tres imágenes de tres períodos, López nos explicará con ejemplos esa evolución hasta que sean las mujeres artistas las que alcen la voz y se cuenten a sí mismas:
Una colección con personalidad propia
Los fondos comprenden mucho más que obra pictórica: quizá lo que mejor represente el arte del siglo XVIII sean tapices y cerámicas y, como corresponde a la colección de un banco, también a partir del conjunto numismático que poseen, monedas y billetes que abarcan siglos y siglos y acuñadas por todas las civilizaciones que poblaron la península Ibérica, podemos asistir a una lección de historia. Repasemos algunos de los hitos comentados por su comisaria:
El salón del Waldorf Astoria
¿Te imaginas estar en el comedor principal de uno de los hoteles más emblemáticos de la Nueva York de 1930? José María Sert, el muralista español de más éxito internacional, recibió el encargo para la decoración de este salón y creó un conjunto único de 15 lienzos con la historia de las Bodas de Camacho de El Quijote.
La colección numismática
Cada vez usamos menos las monedas y los billetes, pero fueron objeto no solo de comercio sino de poder y de transmisión de cultura. El banco conserva una colección de monedas emitidas todas en la península Ibérica desde el siglo III a. C. hasta la peseta; la historia del comienzo de la emisión de billetes en España por los diferentes bancos, hasta que el Banco de España se hizo con el monopolio, y (¡ojo a esto, porque es verdaderamente exquisita!) una colección de billetes de la Guerra Civil, emitidos desde cientos de ayuntamientos.
El tapiz de Miró: Sobreteixim, 1972
Los Sobreteixim son sinónimo de la colaboración y experimentación entre Joan Miró y el artista Josep Royo que se inició en 1970. Dio como fruto grandes tapices, como el del World Trade Center, el de la National Gallery de Washington o los de las fundaciones Miró, La Caixa y Maeght.
El Sobreteixim de Colección Banco Santander está a medio camino entre pintura, collage y tapiz, y permitió a Miró explorar la materia y la técnica que tanto le interesó de los tapices.
La cerámica de Alcora
Esta colección nos cuenta la historia de la manufactura de Alcora, fundada por el IX conde de Aranda en 1727 en Castellón. Su objetivo: crear una fábrica de lozas y porcelanas de lujo que compitiera con las manufacturas extranjeras. Contó con privilegios reales (exención de impuestos en la exportación de piezas y libre entrada de materiales), que le ayudaron a mantenerse a flote hasta mediados del siglo XIX.
La fábrica se convirtió en un modelo de organización y en un referente de orientación estética gracias a la contratación de especialistas extranjeros, artistas y «secretistas»; y se creó una academia de aprendices que le permitió continuar proporcionando una producción de máxima calidad.
La gran colección de Gutiérrez-Solana
El coleccionismo es una pasión que, cuando prende, dice Beguiristain, obedece mal a razones. Una colección de colecciones, llamábamos al principio del reportaje a la de la fundación, sí. Sin embargo, dentro de ella ocupa un lugar especial un nombre, el de un pintor que cautivó a don Emilio Botín abuelo, y después a su homónimo hijo: José Gutiérrez-Solana. “Ambos eran cántabros que echaban de menos su tierra, afincados en Madrid”, aventura Beguiristain, “tal vez se debiera a esto la conexión que sintieron”. Sin que podamos saber nunca con certeza la causa, quedaron prendados de una pintura alejada del academicismo y las vanguardias, una obra de rasgos tenebrosos y casi contrapuestos a la luminosidad que representaba Sorolla; sin duda, la que mejor plasmó la crisis social, política y económica de la época, una pintura de los asuntos mundanos. Tal fue la pulsión por su obra que la colección del banco posee 29 lienzos, 2 dibujos y 3 grabados, la mayor en una entidad privada. Un fenómeno extrañísimo: muy pocos coleccionistas suelen abarcar tantas piezas de un solo autor. Estas escenas cotidianas y llenas de sentimiento pueden contemplarse en una sala dedicada a ellas en exclusiva.
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