Del bien social al lucro privado: así explican los ensayos el problema de la vivienda

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“No queremos una España de proletarios, sino de propietarios”. Es la frase que muchos consideran fundacional del problema de la vivienda en España, pronunciada por el ministro franquista José Luis Arrese. A partir de aquel lema, ya cincelado en la historia, se promueven políticas que priman la propiedad al alquiler (la propiedad genera una sociedad más conservadora, porque tiene algo que conservar) y se pone en pie un sistema económico muy enraizado en la cultura española que se sustenta sobre tres pilares: el ladrillo, el turismo y las finanzas. Typical spanish.

Desde entonces no ha habido demasiado interés en desarrollar una política sólida de vivienda y los asuntos habitacionales se han dejado al albur del mercado y los intereses del sector inmobiliario, con un porcentaje de vivienda pública mínimo. Así se recoge en el ensayo De la especulación al derecho a la vivienda (Traficantes de Sueños), de Raquel Rodríguez Alonso y Mario Espinoza, uno de los mejores libros para comprender el mercado de la vivienda en España, que se une a otra panoplia de referencias que explican el problema habitacional a escala planetaria y exploran los procesos de gentrificación y turistificación, el papel de los fondos buitre o el drama de los desahucios.

Que la construcción de vivienda haya estado más enfocada al desarrollo económico que a resolver el problema habitacional ha ido generando espirales de especulación sin suplir las necesidades y manteniendo la carestía, la escasez de alquileres o las dificultades para la emancipación. Un momento clave en la evolución de lo inmobiliario español fue la burbuja de principios de siglo: “Fue tal el ‘efecto riqueza’ sobre la sociedad que resultaba prácticamente imposible poner en tela de juicio los principios sobre los que se sustentaba el boom del mercado inmobiliario”, escriben Rodríguez y Espinoza.

Buena parte de la ciudadanía, aupada en la vivienda, que siempre subía, cada vez era más rica, y los que señalaban nubarrones eran desoídos como aguafiestas. Hasta que todo hizo plof, comenzó el tsunami de desahucios y las consecuencias que todavía hoy resuenan. Un estudio de los desahucios, basado en casos estadounidenses, se da en Desahuciadas. Pobreza y lucro en la ciudad del siglo XXI (Capitán Swing), de Matthew Desmond. Según señala, este drama social ha pasado de ser una rareza a un acontecimiento cotidiano, señal de un endurecimiento de las condiciones de vida y un crecimiento de la desigualdad. Para Desmond es consecuencia de un mercado extractivo, es decir, explotado en beneficio de solo unos pocos.

Mercantilización y financiarización​


El problema de la vivienda es global, como analizan David Madden y Peter Marcuse (hijo, por cierto, del filósofo Herbert Marcuse) en el ensayo En defensa de la vivienda (Capitán Swing). Se trata de una denuncia de los procesos de mercantilización, globalización y financiarización que han transformado el panorama habitacional en las últimas décadas y un llamamiento a entender la vivienda como un derecho humano fundamental (así lo reza la Declaración Universal de los Derechos Humanos). La financiarización es el proceso por el cual las viviendas se convierten en activos financieros, al calor del modelo económico neoliberal y el abaratamiento del crédito, y es fundamental para entender los problemas históricos del mercado inmobiliario español, la fragmentación social y la creciente desigualdad, según explican prolijamente Isidro López y Emmanuel Rodríguez en Fin de ciclo. Financiarización, territorio y sociedad de propietarios en la onda larga del capitalismo hispano (1959-2010) (Traficantes de Sueños).

Un punto de vista global sobre estos procesos se da en La guerra de los lugares. La colonización de la tierra y la vivienda en la era de las finanzas (LOM Ediciones), de la arquitecta Raquel Rolnik, relatora de la ONU sobre vivienda adecuada, donde narra cómo, desde principios de los años 90, el Banco Mundial inició un modelo que contemplaba a los Estados no como proveedores de vivienda asequible, sino como facilitadores del negocio privado: la vivienda dejaba de verse como un bien social. El funcionamiento de los fondos de inversión y su implicación en la vivienda se explica en Los fondos buitre, capitalismo depredador (Clave Intelectual), de Juan Hernández Vigueras.

Sobre fondos buitre, pero también sobre el rentismo popular, ese de la ciudadanía de a pie del que ahora tanto se habla, trata La democracia de propietarios (Traficantes de Sueños), de Pablo Carmona. El autor se pregunta por qué es tan difícil legislar el mercado inmobiliario, cuáles son los intereses que embarran el terreno: no solo los fondos de inversión han colaborado, sino también los inversores de clase media. “No se trata de juzgar la avaricia de los propietarios particulares, sino de entender que estas posiciones características de las clases medias han impuesto un nuevo señoreaje sobre las clases inquilinas”, escribe el autor.

La mercantilización, por otra parte, “es el nombre del proceso general por el que el valor económico de una cosa pasa a predominar sobre los demás usos”, escriben Madden y Marcuse. Para los especuladores, el valor de uso de la vivienda, es decir, el albergar a personas, pasa a un segundo plano: solo importa el beneficio que puede aportar las subidas y bajadas del mercado. Aunque se argumente que no hay conflicto entre el uso habitacional de la vivienda y el negocio que produce, Madden y Marcuse recuerdan que “en todo el planeta vemos que aquellos que explotan el espacio habitacional para obtener beneficios entran en conflicto con los que intentan utilizar la vivienda como un hogar”. Una idea en la que ahondan Rodríguez y Espinoza: “Esta situación, del todo absurda, injusta e irracional sigue manteniéndose gracias a un modelo que subordina el derecho a la vivienda al negocio, convirtiendo los inmuebles en mercancías antes que en espacios que garanticen en derecho a habitar dignamente”.

Turismo y pijerío​


“Lo mismo en el Marais que en el Soho, igual en Bellevie que en Malasaña, la mercatilización de estos barrios hace la vida de las clases populares, los ancianos y los inmigrantes cada vez más difícil (…) Turistas, yuppies y sus mascotas reinan ahora por sus calles. Para ellos se ha construido este paraíso”, escriben Daniel Sorando y Álvaro Ardura en First we take Manhattan. La destrucción creativa de las ciudades (Catarata), donde abordan otro de los asuntos que en los últimos años se ha relacionado fuertemente con el problema de la vivienda: los procesos de gentrificación, que también se estudian en Gentrificación. Capitalismo cool, turismo y control del espacio urbano (Catarata), de Jorge Sequera. Unos procesos que habían sido aplaudidos, como forma de regeneración urbana, por Richard Florida en su libro Las ciudades creativas (Paidós) y que, curiosamente, en sus primeros tiempos eran asunto de revistas de tendencias, asociados a la oleada hipster, como una cuestión de estilo de vida. Hasta que revelaron su verdadera y árida naturaleza en las secciones de sociedad, política y, sobre todo, economía.

En paralelo a la gentrificación se solapó la ola, todavía más agresiva y notoria, de la turistificación, acusada de copar las ciudades con el monocultivo económico del turismo y de alzar los precios por la metástasis de los pisos turísticos, en gran porcentaje ilegales (en Madrid más del 90% operan fuera de la ley). Sobre la conversión de la ciudad en un producto que vender al exterior y la “industria del movimiento” que se promueve en las grandes urbes escribe Jorge Dioni López en El malestar de las ciudades (Arpa), donde repite como un mantra que las cosas que están ocurriendo en el entorno urbano y en la vivienda no responden a un fallo del sistema, no son una consecuencia indeseada, sino que responden exactamente al plan trazado por el capitalismo neoliberal, que todo lo mercantiliza. “No es un error”, advierte Dioni, “es el modelo”.

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