Brooke_Kozey
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De naturaleza violenta cumple con su desagradable e inquietante intención. El debut del canadiense Chris Nash es una cruda vuelta de tuerca al slasher de los ochenta. Los que crecieron con Jason Voorhees y Michael Myers, los asesinos en serie de las franquicias de Viernes 13 y Halloween, verán su terror adolescente desde la desalmada óptica del monstruo. Es el sino de estos tiempos: seguir los pasos del mal.
Pero no es solo eso, porque Nash no se excede al humanizar a su personaje central. Más bien al contrario: el espectador acompaña en su espiral de sangre, y sin sentir empatía, a un sonámbulo, a una máquina de matar. Eso es lo desasosegante, puede haber elementos propios de un videojuego, pero también de ese terror forestal, húmedo y desquiciado que cristalizó a finales de los noventa con The Blair Witch Project. Como indica el propio título de la película, la naturaleza, que aquí lo envuelve todo, es un elemento de terror primordial.
La trama transcurre en un bosque y hasta casi el final respetando el punto de vista del frío personaje de ultratumba. La primera secuencia es la de una profanación. Sobre una imagen un tanto abstracta de lo que parece un lugar abandonado se escucha una conversación sobre la leyenda de una vieja matanza, algo terrible que ocurrió en aquel mismo lugar que el espectador apenas puede adivinar. Por la conversación y por las imágenes se intuye que son las ruinas de una vieja construcción de madera. Un plano descubre un amuleto colgante y una mano, de una de las voces que hemos estado escuchando, que se lo lleva. Ocurrido el sacrilegio algo surge de debajo de la tierra. Lo que sigue es un rosario de asesinatos espeluznantes solo aptos para amantes del gore y el body horror más retorcido.
Nash es audaz en su propuesta gracias al uso del sonido y del fuera de campo, al protagonismo del bosque y de una serie de herrajes antiguos para cortar la madera que provocan escalofríos con solo mirarlos. La cámara sigue al asesino / monstruo / zombie por el bosque sin despegarse de su inquietante espalda. En sus largos paseos va calando su falta de vida, su sed de sangre y, también, su historia. La llegada de un grupo de jóvenes a pasar unos días en una cabaña nos anuncia el festín de vísceras. Como Jason, se trata de un ser deforme que encuentra su máscara (como el casco de un buzo forestal), pero al que llegamos a ver totalmente de frente en el único momento en el que la película le concede cierto halo de humanidad. Detrás de tanta deformidad monstruosa hay un simple juguete y una leyenda triste y terrible.
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Pero no es solo eso, porque Nash no se excede al humanizar a su personaje central. Más bien al contrario: el espectador acompaña en su espiral de sangre, y sin sentir empatía, a un sonámbulo, a una máquina de matar. Eso es lo desasosegante, puede haber elementos propios de un videojuego, pero también de ese terror forestal, húmedo y desquiciado que cristalizó a finales de los noventa con The Blair Witch Project. Como indica el propio título de la película, la naturaleza, que aquí lo envuelve todo, es un elemento de terror primordial.
La trama transcurre en un bosque y hasta casi el final respetando el punto de vista del frío personaje de ultratumba. La primera secuencia es la de una profanación. Sobre una imagen un tanto abstracta de lo que parece un lugar abandonado se escucha una conversación sobre la leyenda de una vieja matanza, algo terrible que ocurrió en aquel mismo lugar que el espectador apenas puede adivinar. Por la conversación y por las imágenes se intuye que son las ruinas de una vieja construcción de madera. Un plano descubre un amuleto colgante y una mano, de una de las voces que hemos estado escuchando, que se lo lleva. Ocurrido el sacrilegio algo surge de debajo de la tierra. Lo que sigue es un rosario de asesinatos espeluznantes solo aptos para amantes del gore y el body horror más retorcido.
Nash es audaz en su propuesta gracias al uso del sonido y del fuera de campo, al protagonismo del bosque y de una serie de herrajes antiguos para cortar la madera que provocan escalofríos con solo mirarlos. La cámara sigue al asesino / monstruo / zombie por el bosque sin despegarse de su inquietante espalda. En sus largos paseos va calando su falta de vida, su sed de sangre y, también, su historia. La llegada de un grupo de jóvenes a pasar unos días en una cabaña nos anuncia el festín de vísceras. Como Jason, se trata de un ser deforme que encuentra su máscara (como el casco de un buzo forestal), pero al que llegamos a ver totalmente de frente en el único momento en el que la película le concede cierto halo de humanidad. Detrás de tanta deformidad monstruosa hay un simple juguete y una leyenda triste y terrible.
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‘De naturaleza violenta’: un bosque, un baño de sangre y otro punto de vista para amantes del ‘gore’
El debutante Chris Nash le da la vuelta al ‘slasher’ de los ochenta con una brutal matanza narrada desde la mirada del monstruo
elpais.com