Era noche cerrada en la ciudad surcoreana de Busan. Tras una semana de negociaciones, el domingo 1 de diciembre estaba claro ya lo que se intuía desde hacía días: la reunión se iba a cerrar sin el esperado tratado internacional contra la contaminación que causa el plástico. En el plenario de la reunión, que se celebra bajo el auspicio de la agencia del medio ambiente de la ONU (Pnuma), se debía acordar posponer a 2025 las negociaciones. Pero también se tenía que aceptar que para esa última ronda del próximo año el punto de partida sea el borrador que la presidencia había difundido esa misma mañana. El texto, ya articulado y con algunos asuntos que parecían resueltos, era un avance en estas complicadas negociaciones, que arrancaron en marzo de 2022. Pero Abdulrahman Al Gwaiz, que lidera el equipo negociador de Arabia Saudí, tomó la palabra para cortar cualquier conato de optimismo. Pidió que todo el texto fuera puesto entre corchetes. Es decir, que nada de lo que aparecía en ese documento de 22 páginas se considerara como acordado. Todo se deberá negociar desde cero en la próxima reunión, venía a advertir.
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