blaze.huel
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Desde los inicios de la televisión, las series han sido fundamentales para moldear la memoria colectiva y han evolucionado junto a los cambios culturales y tecnológicos, desde los tiempos del blanco y negro hasta la era de las plataformas digitales. La exposición Las series de nuestra vida, organizada por la SGAE en el Palacio de Longoria en Madrid, hace un recorrido por siete décadas de producción televisiva en España. A través de objetos, trajes y elementos icónicos se ofrece una inmersión nostálgica y actual de más de 40 series.
“Las series españolas viajan muy bien y han conectado más con el público de lo que lo ha podido hacer el cine muchas veces”, afirmó Jorge Sánchez-Cabezudo, creador de los contenidos El Crematorio (2011) y de La Zona (2017), Su hermano, Alberto, también creador y guionista, reflexiona sobre la evolución de los formatos televisivos y destaca que las nuevas plataformas han permitido adaptar la duración de los episodios a las necesidades narrativas. “Antes, tenías que ajustarte a los formatos de 70 minutos para poder incluir la publicidad”, recuerda.
La exposición se divide en diferentes secciones, cada una dedicada a una época clave de la televisión española. Destacan piezas como los dibujos originales de Antonio Mingote para el capítulo El asfalto de Historias para no dormir (1966), una de las series más icónicas de la televisión en blanco y negro, o el traje original de Álvaro de Luna como el Algarrobo en Curro Jiménez (1976), rescatado gracias a la colaboración de la familia del ya fallecido actor.
Entre los elementos más curiosos que alberga ahora los pasillos de este histórico palacete modernista donde tiene su sede la SGAE, destacan los cuadros originales del despacho del subsecretario en El Ministerio del Tiempo (2015), pintados para parecer antiguos retratos, así como el vestido de novia que Lydia Bosch lució en el último capítulo de Médico de familia, guardado durante 25 años. Además, los visitantes pueden descubrir el mostrador original de Farmacia de guardia (1991), una pieza prestada por la facultad de farmacia de la Universidad de Alcalá de Henares, que lo conservó tras recibirlo como donación de la producción.
Los clásicos literarios adaptados a la pantalla, por ejemplo, Las cañas y el barro (1978) o Fortunata y Jacinta (1980), ahí presentes, marcaron a la audiencia de la época y consiguieron popularizar grandes obras de la literatura española. Sánchez-Cabezudo destaca este valor de las series como testigos de los cambios sociales y culturales: “La televisión ha sido testigo y narradora de las transformaciones del país”. Para él, esta exposición “es un reconocimiento a esas voces que han acompañado a tantas generaciones”.
La muestra no olvida las producciones contemporáneas que han redefinido el panorama audiovisual, como La casa de papel o Élite. En palabras de Lorenzo Mejino, comisario del recorrido, se busca atraer a todas las generaciones: “Queremos que los más jóvenes vengan acompañados de sus padres o abuelos, y que compartan las historias que han marcado a cada generación”.
Las series de nuestra vida es un viaje por la historia televisiva de España, que invita a los visitantes a explorar el papel de la televisión en la construcción de la identidad cultural del país. Estará abierta al público en el Palacio de Longoria hasta el 3 de noviembre, con entrada gratuita de cuatro a nueve de la noche.
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“Las series españolas viajan muy bien y han conectado más con el público de lo que lo ha podido hacer el cine muchas veces”, afirmó Jorge Sánchez-Cabezudo, creador de los contenidos El Crematorio (2011) y de La Zona (2017), Su hermano, Alberto, también creador y guionista, reflexiona sobre la evolución de los formatos televisivos y destaca que las nuevas plataformas han permitido adaptar la duración de los episodios a las necesidades narrativas. “Antes, tenías que ajustarte a los formatos de 70 minutos para poder incluir la publicidad”, recuerda.
Un recorrido por siete décadas de televisión
La exposición se divide en diferentes secciones, cada una dedicada a una época clave de la televisión española. Destacan piezas como los dibujos originales de Antonio Mingote para el capítulo El asfalto de Historias para no dormir (1966), una de las series más icónicas de la televisión en blanco y negro, o el traje original de Álvaro de Luna como el Algarrobo en Curro Jiménez (1976), rescatado gracias a la colaboración de la familia del ya fallecido actor.
Entre los elementos más curiosos que alberga ahora los pasillos de este histórico palacete modernista donde tiene su sede la SGAE, destacan los cuadros originales del despacho del subsecretario en El Ministerio del Tiempo (2015), pintados para parecer antiguos retratos, así como el vestido de novia que Lydia Bosch lució en el último capítulo de Médico de familia, guardado durante 25 años. Además, los visitantes pueden descubrir el mostrador original de Farmacia de guardia (1991), una pieza prestada por la facultad de farmacia de la Universidad de Alcalá de Henares, que lo conservó tras recibirlo como donación de la producción.
Los clásicos literarios adaptados a la pantalla, por ejemplo, Las cañas y el barro (1978) o Fortunata y Jacinta (1980), ahí presentes, marcaron a la audiencia de la época y consiguieron popularizar grandes obras de la literatura española. Sánchez-Cabezudo destaca este valor de las series como testigos de los cambios sociales y culturales: “La televisión ha sido testigo y narradora de las transformaciones del país”. Para él, esta exposición “es un reconocimiento a esas voces que han acompañado a tantas generaciones”.
La muestra no olvida las producciones contemporáneas que han redefinido el panorama audiovisual, como La casa de papel o Élite. En palabras de Lorenzo Mejino, comisario del recorrido, se busca atraer a todas las generaciones: “Queremos que los más jóvenes vengan acompañados de sus padres o abuelos, y que compartan las historias que han marcado a cada generación”.
Las series de nuestra vida es un viaje por la historia televisiva de España, que invita a los visitantes a explorar el papel de la televisión en la construcción de la identidad cultural del país. Estará abierta al público en el Palacio de Longoria hasta el 3 de noviembre, con entrada gratuita de cuatro a nueve de la noche.
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