Darse la mano

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27 Sep 2024
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Salir de Sevilla es un ejercicio muy sano para mirar hacia dentro con otra perspectiva. Desde fuera uno comprende mejor la raíz de los males que nos acechan, posibles soluciones y los puntos fuertes que debemos explotar como ciudad. El compañero Pepe Trashorras comparaba el otro día los extraordinarios datos de visitas del Alcázar y la Catedral con respecto a los grandes monumentos del mundo. Y no estamos lejos. La ciudad tiene un atractivo exótico que la convierte en única para el turismo, que llega en masa porque aquí se come (aún) mucho mejor y mucho más barato que en la mayoría de las capitales europeas. La promoción que se ha hecho del destino es genial porque se vende una forma de vida amén de un patrimonio incomparable. Que los guiris paguen más de 30 euros por entrar en los dos grandes monumentos por separado da fe del potencial que ambos espacios juegan en beneficio de Sevilla. Pero es aquí donde estriba la gran carencia a nivel de proyección exterior: no se está sabiendo captar el atractivo cultural aprovechando el tirón de la Catedral y el Alcázar. Estos días de retiro por Madrid uno ha podido hacer un paralelismo entre las dos ciudades, salvando las distancias. La capital de España, que tiene una oferta insuperable, está completamente saturada. En el recorrido para ver las luces de Navidad -en cualquier caso vulgares- desde Gran Vía a Sol pasando por la Castellana o el Palacio Real, además de las compras hay un mundo cultural infinito entre musicales y museos. Fui con entusiasmo al Prado a contemplar la muestra temporal 'Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro'. De aquella maravilla que han situado en el edificio anexo de los Jerónimos se pueden extraer varias conclusiones. La primera es que el montaje está a años luz de lo que se puede contemplar en el Bellas Artes de Sevilla. La segunda es que estaba atestada de público por más que la entrada costase 15 euros, lo que pone de manifiesto que a veces el precio no es disuasorio sino todo lo contrario: fija el caché y la relevancia de lo que aguarda dentro. Y la tercera es que gran parte de lo que se expone es de Sevilla o tiene aquí su origen. Como ocurrió con 'The sacred made real' en la National Gallery londinense, la muestra 'Darse la mano' del Prado sirve para confirmar el enorme potencial cultural que tiene Sevilla, que desdeñamos nosotros mismos, incapaces de atraer a un público que tiene interés por conocer la exuberancia patrimonial que poseemos. El Bellas Artes está completamente fuera del circuito turístico no por la distancia física con el Alcázar y la Catedral sino por la ausencia de promoción del Museo y el nulo interés por su ampliación. El Prado ha batido este año el récord de visitantes, con 3,2 millones en 2024, apenas uno más que los dos grandes monumentos sevillanos. Por eso, al Museo hay que cogerlo de la mano de estos dos espacios de éxito y de moda, porque ya sabemos que lo que contiene fascina más allá de nuestra ciudad.

 

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